Los gobiernos suelen tomar determinaciones bastante alejadas de sus discursos, que no se construyen sobre la búsqueda de la verdad sino con la intención de fidelizar, motivar y movilizar a “los propios” y convencer a los “ajenos”. En campaña, el político trata de encauzar el descontento y de identificar un blanco para declamar reivindicaciones y despertar ansias postergadas.
El kirchnerismo, por ejemplo, forjó una gesta popular anclada en el pasado al tiempo que identificaba a sus enemigos: los poderosos, el establishment, los que están agazapados esperando que todo fracase. Entre los agazapados, ubicó al campo que produce el “yuyo” y que es insensible frente a las necesidades del pueblo.
Cuando el Gobierno interviene en la puja natural entre los compradores para la exportación y para el consumo interno, inmediatamente, aparecen ineficiencias económicas que derivan en transferencias de ingresos entre distintos eslabones de la cadena, donde el agrícola es el que lleva las de perder.
Las políticas aplicadas fueron claramente “mercado-internistas”. Basadas en una interpretación nacionalista de la realidad, llevaron al estancamiento del agro por una presunta protección del consumidor. El lema “cuidar la mesa de los argentinos”, para justificar la presión impositiva, ha sido una hipócrita posición mostrada como favorable a la equidad, que a la larga incrementa la pobreza. Los resultados están a la vista.
El giro de prácticamente 180 grados que experimenta hoy el país lleva a preguntarse ¿de lo dicho cuánto será lo que se realice? ¿El discurso de Milei será hecho realidad?
El nuevo Gobierno lleva en la sangre la libertad. El pensamiento de Milei se basa en los postulados de la Escuela Austríaca de Economía, con los principios de economía de Carl Menger y, muy especialmente, con Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía, férreo defensor de los principios del “libre mercado” y de la “propiedad privada”.
La producción agraria necesita de mercados libres para brindar su enorme potencial, sobre todo en materia de capital humano y social. En tal caso, la pregunta es si Milei realmente defenderá a capa y espada la libertad de mercado. Al respecto, español Jesús Huerta de Soto, representante de la Escuela Austríaca, de la Universidad Rey Juan Carlos, afirma que Milei a diferencia de otros líderes como Bolsonaro o Trump, es un auténtico defensor del libre mercado, en tanto que los primeros son proteccionistas y manipuladores del mercado monetario.
Ahora bien, una cosa es el discurso y otra es la realidad. Lo afirma el teorema de Baglini que sostiene que el grado de responsabilidad de las propuestas de un político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder. A la luz de las últimas medidas, Milei debió transigir, aunque no haya abandonado sus ideales. Llegó la hora del pragmatismo, por eso la devaluación, tan abrupta.
Llegó el momento de los conflictos, pues el mega ajuste pega de lleno en el poder adquisitivo, promoviendo las exportaciones y desalentando las importaciones, a fin de mejorar la situación de la Balanza de Pagos. Acá viene el aporte del agro, que seguramente tendrá una buena cosecha, en gran parte por El Niño.
Así las cosas, la inflación de los próximos meses se incrementará violentamente: un 20% para diciembre, 30% para enero y 18% para febrero. Y con este cuadro la lucha distributiva será grave. La meta es reducir el gasto público y elevar los ingresos con una mixtura de medidas que tengan que ver con baja de subsidios, y suba de retenciones.
Lo bueno viene del plano global, con características estructurales fundamentadas en el incremento de la demanda alimentos que no para de crecer desde 2002, merced a la abrupta aparición de China. El comercio mundial de agroalimentos y biocombustibles es más rígido que el de otros bienes, por lo que el consumo mundial tenderá a la suba.
Milei muestra coraje y abre una puerta de esperanza. Dijo Borges: “Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana”.
El autor es economista y consejero académico de la Fundación Libertad y Progreso
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