La primavera última habían sido 2,5 millones de ha; se cumple el cuarto año con campos anegados por los excesos hídricos
En estos momentos, encajados en los caminos de tierra, sacando las vacas del barro, cargando una jaula de hacienda a más de 10 kilómetros o sentados frente al escritorio del gerente de banco, la gente de campo está peleando una de las peores circunstancias que le haya tocado vivir.
Esta inundación es de las más dramáticas no sólo por el desastre climático -ya están afectadas más de cinco millones de hectáreas, entre las que se deben contabilizar los bajos inundables de siempre y los mejores campos de la provincia de Buenos Aires, con pérdidas por 800 millones de pesos-, sino porque ocurre en uno de los momentos de mayor asfixia financiera.
Y por más anuncios oficiales de alivio financiero que se hagan por estos días, la historia reciente demuestra que siempre fueron limitados y que terminan de hacerse efectivos después que llegaron las intimaciones y se pagaron las tasas de usura.
Otro de los factores que hace de esta inundación una de las más graves es la probabilidad de más lluvias durante este mes, según los pronósticos climáticos.
A pesar de ocurrir en primavera, el actual desastre climático que castiga a Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe se comporta hasta ahora casi como una inundación de otoño, con muy pocos días de calor necesarios para evaporar la masa de agua. Vale tener en cuenta que el ritmo de evapotranspiración (lo que transpira la vegetación) en días de calor puede llegar a los 10 milímetros diarios. "Una semana de sol y temperatura hace desaparecer mucha agua. Se secan muchas lagunitas", recuerda con la esperanza de que esto se repita Javier Zubizarreta, asesor del CREA Trenque Lauquen.
Dirigentes, funcionarios y especialistas concuerdan que en estos momentos no queda otra posibilidad que implementar todas las medidas de emergencia posibles para atenuar el impacto sobre la economía del productor.
Nadie discute su imprescindibilidad, sí su insuficiencia. La discusión está planteada en el alcance y magnitud que puedan tener las medidas de fondo. ¿Existe la voluntad política por implementar un plan integral que mitigue el daño de las inundaciones?
Según la licenciada Stella Carballo, del Instituto de Clima y Agua del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), "el problema de las inundaciones se enfrentó con obras parciales. No es que no se hizo nada; se pagó a consultoras; se hicieron canales que terminaban colmando lagunas, que triplicaban su tamaño; se hicieron arreglos de arreglos, pero faltó hasta el momento, más allá de los proyectos, un trabajo integral para enfrentar el problema. Este incluye canales troncales, pero también canales secundarios y terciarios, y la organización de comités con la participación de los productores en el nivel de microcuencas".
Si bien la realidad virtual está cargada de proyectos, Plan Maestro de la Cuenca del Río Salado, fondos fiduciarios nacionales y provinciales, lo cierto es que éstos todavía no han salido del papel.
"El Plan Maestro no es más que un plan teórico de la provincia de Buenos Aires que ni siquiera contempla el real aporte de aguas de Córdoba y Santa Fe. Apenas orilla los aspectos de prefactibilidad, así que está lejos de ser un proyecto que contemple algún tipo de implementación. Se le está dando un uso político para dar algún tipo de respuesta a los productores", expresa Juan Pedro Merbilhaa, productor, abogado y dirigente de Carbap especializado en el tema aguas de la provincia de Buenos Aires.
Más allá de lo completo o no que puedan ser los diagnósticos, el principal inconveniente que sufre cualquier obra que se quiera encarar en estos momentos es simplemente que no hay plata. Según Marcelo Fielder, de la Sociedad Rural Argentina, los proyectos que se van a licitar en diciembre, en el noroeste de Buenos Aires, no tienen fondeo asegurado.
Fielder y Merbilhaa coinciden en que institucionalmente el manejo de las aguas en Buenos Aires es caótico, desde el momento en que el Código de Aguas todavía no está reglamentado y por lo tanto no es aplicable.
"Existe una gran dosis de improvisación en todo esto. Lo primero que hay que hacer son obras que destaponen la cuenca baja del Salado. Es una falta de sentido común creer que los problemas se resuelven haciendo canales aguas arriba."
Cambio de clima
Es cierto que poco se puede hacer cuando el cielo "descerraja" 200 mm en una noche ni cuando duplica en unos pocos meses el promedio anual de lluvias. Es la misma inundación la que baja del cielo sin intermediarios. Esto no quita en modo alguno que cualquier esfuerzo en drenar las aguas y mitigar el daño sea necesario.
En muchas zonas del país las canalizaciones bien planificadas y ejecutadas han demostrado su efectividad al disminuir la permanencia de las aguas en las tierras anegadas.
Hasta la década del ochenta el fenómeno de las inundaciones que en la mayoría de los casos eran zonales no significaba más que una fatalidad de bajísima frecuencia. Y tomando el problema como una fatalidad excepcional era lógico que se pensara que había poco por hacer. Porque de todas formas se terminaba confiando que en algún momento parte del exceso de agua sería absorbida por el suelo y la otra parte se evaporaría.
Pero a partir de la inundación del otoño de 1980, con centro en la ciudad de Dolores, los excesos de lluvia caída en la pampa húmeda se repiten y lo que antes era inusual se transforma en frecuente. Tanto que al consignarlas una al lado de la otra sorprenden por la falta de respiro. Veamos.
Con la inundación del 85, según la licenciada Carballo, se une por primera vez en un mismo manto de agua el este pampeano, oeste bonaerense y sur cordobés con la cuenca del Salado. Aquella inundación llegó a afectar la misma cantidad de hectáreas que la de ahora: 5 millones.
El 86 y el 87 también son años de inundaciones que se interrumpen gracias a los años secos del 88 y 89. Poco después todo vuelve a la "nueva normalidad": el 90, el 92 y estos últimos cuatro años 98, 99, 2000 y 2001.
Como dijo recientemente a LA NACION el productor Juan Pedro Barrenechea, del CREA Salazar Mones Cazón, "llevamos seis inundaciones en cuatro años".
El fenómeno de las inundaciones ya no es un hecho casual en la pampa húmeda sino que se ha convertido en una realidad casi permanente. ¿Se puede entonces seguir actuando como hasta ahora?
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