En el departamento de Vera, en el norte de Santa Fe, los productores buscan este recurso con cisternas para dar de beber a los animales que todavía resisten
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VERA, Santa Fe.- Son las 12 y hacen 40 grados. Cerca de un pozo de agua en un camino rural, bajo el rayo del sol, Hugo Ramos y su esposa Mónica Fernández esperan desde hace media hora que se termine de llenar una cisterna que les presta la comuna de La Gallareta. Es el cuarto viaje que realizan en el día. Les queda recorrer siete kilómetros para luego descargar en una represa que hicieron en el campo. Paradójicamente, se ubica entre una laguna de 40 hectáreas seca y un arroyo con algo de caudal, pero salinizado.
“Desde julio que venimos, cada vez con más frecuencia; ahora hacemos cuatro viajes día de por medio. A veces salimos en mitad de la noche, todo depende de la hora a la que nos toque tener la cisterna”, explica Fernández. Cuando ellos terminen, un vecino pasará a buscar el tanque para hacer lo mismo.
En la zona suele llover aproximadamente 1200 milímetros al año, pero en 2022 solo registraron unos 650 milímetros. Fueron 700 mm en 2021. Para combatir la situación, los productores recogen el agua de diferentes perforaciones que están distribuidas en 12 distritos, de los cuales dos son municipios, Vera y Calchaquí, y diez son comunas. Todos integran el departamento Vera, que se encuentra ubicado en el extremo norte de esta provincia.
En este contexto de sequía, los municipios y las comunas reforzaron su asistencia a los parajes y habitantes de zonas rurales para que puedan tener agua potable. Aseguran, no obstante, que no es suficiente.
En medio de un panorama desolador, que provoca mortandad de hacienda, los productores estiman una reducción del 15% sobre las 650.000 cabezas que hay en el departamento. La región tiene unos 800 productores, de los cuales el 90% son pequeños y medianos.
“Estamos aguantando hasta lo último, poniendo todo nuestro sacrificio para poder mantener a nuestras 86 vacas vivas”, comenta Ramos, que destina sus ahorros y las ganancias del último año en alimento, nafta e infraestructura. “El 2022 fue un año que para nosotros está más que perdido”, indica. A pesar de su esfuerzo, ya se le murieron 10 de sus animales.
“Aumentaron en un 95% los llamados de la gente que nos pide por favor que le llevemos agua. La situación es desesperante, es muy difícil dar abasto”, comenta Fernando Nicola, presidente de la comuna de La Gallareta.
La cisterna de arrastre de la comuna trabaja alrededor de 16 horas por día para proveer de agua a la zona rural, pero por las distancias solo alcanza para cuatro o cinco productores por día, a quienes los visitan una vez por semana. “Son distancias muy largas y es difícil llegar a todos lados”, sostiene. El distrito tiene 265.000 hectáreas y hay 260 productores.
También tienen un tanque de depósito de 5000 litros que se transporta en vehículos particulares y rotan entre los productores. Es el que usan Ramos y Fernández. “Hace falta una respuesta más contundente de parte del gobierno nacional y provincial”, reclama.
Hacia el sur, al tomar la ruta provincial 83, lo poco verde que se ve en el suelo son las malezas. Hay tramos en donde cada aproximadamente tres kilómetros, o menos, se visualiza tirado un animal muerto. La escena se repite en muchos de los caminos rurales del distrito.
Sobre el cruce con la ruta 40 está ubicada la comuna Fortín Olmos. Empieza a caer el sol y el productor agropecuario Julio Radosevich se prepara para llevarle con su tractor agua a sus vacas. Es el último de los cuatro viajes que hace por día a su campo ubicado a aproximadamente 10 kilómetros. El primero empieza a las 5 y el último es a las 19. Entre que carga en los tanques los 8000 litros y el recorrido al establecimiento rural tarda una hora y media. Siempre va acompañado de su esposa.
“Mis animales dependen de este viaje para poder pasar la noche, no quiero que se me sigan muriendo”, dice el productor, que ya perdió un 25% de su rodeo.
Radosevich tuvo que trasladar los animales porque los tenía sobre la costa del arroyo Golondrina, pero se salinizó el agua. El año pasado se le murieron 30 y este año no tuvo pariciones. De sus 100 animales, el año pasado perdió 20. Lo normal es que pierda uno o dos por año.
“Quedamos medio quebrados económicamente. Empezamos a pedir fiados y malvendimos algunos animales porque ya no nos alcanza la plata”, comenta. Por día gasta 5000 pesos en combustible.
Radosevich lamenta que, de las 100 vacas que tenía un vecino, le quedaron 30 y tiene intención de dejar la actividad. “Es algo que cada vez se escucha más”, dice.
Sin agua
El cauce de agua del que el productor tuvo que trasladar los animales desemboca en la Laguna “El Bonete”, que por la sequía desapareció. Son 7000 hectáreas en las que solo quedó tierra reseca.
El productor agropecuario Alberto Senn vendió todos los terneros para poder salvar las madres. Con la plata que recibió compró alimento. Su problema es la falta de forraje. El agua la saca de un pozo que tiene en el establecimiento. “En un año normal los animales están todos gordos”, explica mientras señala una vaca a la que se le marcan todas las costillas.
Rumbo a su campo, que queda a 7 kilómetros de Fortín Olmos, hay partes en donde las banquinas tienen boyeros eléctricos que instalan los productores para que los animales coman algo del poco pasto que queda. Otros usan las chauchas de algarrobo, “uno de los pocos recursos forrajero que hay para salvar la hacienda”.
Para Sebastián Volkart, presidente de la Sociedad Rural de Vera, lo que viene es un “desplome” de los índices productivos. Por su mala condición corporal, las vacas no se van a preñar y caerá la producción de terneros.
Agrega otra preocupación: “A nosotros nos preocupa que hace ocho meses viene planchado el precio de la hacienda. Entonces, el productor tiene que malvender sus animales, sumado a un ahogo impositivo”.
Según señala, los productores pidieron al gobierno provincial que envíe más cisternas para poder asistir a sus pares. Hay movidas solidarias para entregar tanques.
“Si no llueve dentro de 15 días, yo no se qué palabra usar para describir lo que viene en otoño e invierno. Nosotros necesitamos agua ahora; si después empieza a llover, va a venir bien, pero va a ser tarde. El adjetivo catastrófico queda chico”, concluye el dirigente de Vera.
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