La crisis climática sin precedentes que castiga a la producción y a los ecosistemas estaría en su etapa final con el paso a la fase neutral del fenómeno; la gestión del agua y las precipitaciones del otoño serán claves para el trigo
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La Argentina se encuentra ante una crisis climática sin precedentes que afecta a todos los sistemas productivos, ecosistemas y territorios del país. La disminución de las precipitaciones nunca antes vista durante tres años seguidos, así como la frecuencia de olas de calor, están generando graves impactos en la región. En Chile varias regiones subhúmedas y semiáridas han estado experimentando la falta continua de precipitaciones hace más de 10 años, y a este fenómeno lo han denominado la megasequía. Pero si bien en la Argentina no hemos sufrido una sequía tan prolongada, el epicentro se ubicó en las zonas más húmedas del país, lo que implica comparativamente una disminución mayor en la cantidad de agua caída. Entre los severos impactos de lo ocurrido podemos mencionar:
●Reducción de lagunas y bañados en Corrientes. En febrero solo un 8% del territorio mantenía agua en superficie, cuando lo habitual es aproximadamente un 40%, según el seguimiento datos satelitales del INTA Corrientes y cerca del 60% en años húmedos con fenómeno El Niño.
●Múltiples ciclos hidrológicos se han alterado. Muchos ríos y arroyos de llanura se han secado, y el río Paraná, que estuvo en bajante extrema casi tres años, aún se mantiene en valores menores al promedio de alturas en sus principales puertos.
Los ríos de deshielo que brindan agua a numerosas poblaciones y valles productivos del oeste del país siguen teniendo menos agua que lo normal. Toda la cordillera, del Aconcagua hacia el norte mantiene una marcada escasez de nieve en altas cumbres en los últimos 10 o 15 años.
Al ser menor la cantidad de agua en los reservorios subterráneos y en las napas freáticas se deteriora la calidad del agua en la llanura Chaco-pampeana, por una mayor concentración de sales y arsénico.
Se ha profundizado la degradación de ecosistemas, como los humedales, por las condiciones propicias para el fuego, la aparición de especies invasoras resistentes a la sequía, y también por la falta de conocimientos para gestionar territorios sin agua en regiones paradigmáticamente húmedas.
Los cambios y eventos extremos del clima se esperaban y se alertaba desde hace varios años atrás, pero lo cierto es que han ocurrido mucho más rápido y con más severidad que lo esperado.
Perspectivas a corto plazo
Durante la campaña 2022-23, se han registrado mayores oportunidades de lluvia en amplias áreas del sur de Buenos Aires, La Pampa, el centro y oeste de Córdoba y el NOA. Sin embargo, el resto del país ha experimentado pérdidas productivas considerables y una degradación ambiental que aún no se ha evaluado detalladamente. Varios factores simultáneos que afectaron la circulación atmosférica global confluyeron para generar esta situación, pero principalmente por el enfriamiento de la temperatura superficial del océano Pacífico ecuatorial, conocido como La Niña. Desde los primeros días de marzo, el Pacífico ha vuelto a valores de temperatura neutral y se espera que en las próximas semanas se produzca un desacoplamiento de la influencia oceánica en la circulación atmosférica, lo que resultará en una recuperación gradual de la regularidad de las lluvias.
No obstante, es importante tener en cuenta para la toma de decisiones, como la siembra de trigo y otros cultivos de invierno, que la recuperación de la sequía será un proceso lento e interanual. Esto se debe, por un lado, a que la regularización de las precipitaciones se producirá en el otoño e invierno, estaciones en las que los registros de lluvias disminuyen significativamente. Por otro lado, la situación de escasez es tan extrema que la restauración completa de la dinámica de los ciclos hidrológicos, la recomposición del agua en el suelo hasta 1 o 2 metros de profundidad, así como del nivel de las napas freáticas, los reservorios naturales y los cursos de agua de llanura, puede llevar mucho más tiempo.
Gestión del agua
La gestión eficiente del agua es fundamental para garantizar la productividad y viabilidad de las producciones agropecuarias. Es esencial conservar cada gota de agua y almacenarla en el suelo, además de recolectar agua de lluvia en ecosistemas ganaderos para su uso durante la estación seca y períodos de sequía.
Es importante también acelerar la adopción de tecnologías de riego eficiente en valles irrigados y conocer más sobre la disponibilidad y dinámica del agua en el subsuelo para poder invertir en alternativas de riesgo suplementario. Para lograr una gestión precisa del agua, es necesario analizar los ciclos hidrológicos por cuenca, e identificar la dinámica de la microcuenca a la que pertenece cada lote. El agua es el principal factor limitante para el rendimiento, por lo que aumentar la cantidad de agua almacenada en nuestros suelos es tan importante para el crecimiento del país como aumentar los dólares en las arcas del Banco Central para la macroeconomía.
Un análisis regional muestra que los registros de lluvia han disminuido levemente en la última década y media, especialmente en las estaciones de invierno y primavera. También se observan más años con lluvias insuficientes que con lluvias excesivas. Si bien estas tendencias hay que continuar estudiándolas, enfatizan la premura por gestionar de manera precisa del agua para la sustentabilidad de nuestras producciones y agro-ecosistemas.
A pesar de esto, hay algunos períodos interanuales húmedos, como el caso de los años El Niño. Aunque no se sabe con certeza qué ocurrirá en la próxima temporada de cultivo en 2023-24, la mayoría de los modelos indican que es más probable que el Pacífico se mantenga neutral o se caliente ligeramente. Ambas opciones son mejores que La Niña para nuestra región, ya que podrían ayudar con diferente celeridad a restaurar la disponibilidad y el suministro de agua a nuestros ecosistemas, y aumentar los rendimientos y la producción agrícola.
A pesar de la crisis del agua, los esfuerzos de nuestro sector por mantener las producciones primarias a cielo abierto son meritorios. Esto no solo aporta al desarrollo de la Argentina, sino que también ayuda a promover la sostenibilidad global de la producción de alimentos, una contribución para lograr un mundo más justo.
El autor es director Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA
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