Fernando Oreja (42) es de Roque Pérez, provincia de Buenos Aires, viajó a hacer un posdoctorado relacionado con malezas en Carolina del Norte, EE.UU., y espera ayudar a sus pares en el país
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“Si tuviese que volver a elegir, elegiría la misma carrera”, dice Fernando Oreja (42), un experto en malezas, antes de terminar la entrevista con LA NACION. En septiembre de 2020 viajó a Estados Unidos con su familia para hacer posdoctorado sobre esta materia. El agrónomo y profesor de la UBA, cuenta que optó por ese país “por la similitud en los sistemas productivos con la Argentina” y espera poder ayudar a sus pares. Desde Oregon, donde trabaja en un programa de investigación, analizó la situación de los productores agropecuarios argentinos y trazó un paralelismo con los norteamericanos.
El viaje al que lo acompañó su esposa Marcela Barral (40) y sus tres hijos Felipe (10), Martina (8) y Trinidad (5), estaba pautado para principios de aquel año, pero se vio interrumpido por la llegada de la pandemia. En Estados Unidos, relata el oriundo de Roque Pérez, provincia de Buenos Aires, se incorporó a proyectos y experimentos relacionados con el manejo integrado de estas malezas resistentes a los herbicidas, que son las más problemáticas o difíciles en Carolina del Norte.
“Si bien había recorrido bastante [de otros países], era algo pendiente que tenía desde hacía mucho tiempo. La idea es poder ayudar a los productores a lidiar con estas malezas”, responde sobre lo que lo impulsó a embarcarse a esta aventura.
Por un tema de financiación, dado que los sueldos para desarrollar estos proyectos en Estados Unidos dependen de un fondeo estatal o privado, Fernando tuvo que abandonar el programa que lo llevó originalmente a Carolina del Norte en lo que él denomina como su “primera etapa” de la experiencia. Después de recibir la noticia de su supervisor, pasó a trabajar en la Universidad Estatal de Oregon, en algo similar sobre el manejo integrado de malezas. Pero esta vez, contó, la experiencia iba a ser dentro de “un ambiente distinto al anterior”, por el tema de la diferencia climática entre un estado y el otro. Ahí trabaja como “investigador asociado”, de la universidad.
Tanto en Carolina del Norte como en Oregon, explicó, el sueldo de una persona con un perfil símil al suyo ronda los US$50.000 y US$60.000 brutos anuales, y con “beneficios” parecidos a los de la Argentina: seguro médico y aportes. “Yo tengo tres hijos, no es un mal sueldo, pero tampoco es para tirar manteca al techo. Esa fue una de las diferencias que encontré ni bien llegué acá, porque no se anda a las corridas, de si me alcanza o no el sueldo. Acá uno está tranquilo, tenés tranquilidad económica y te sentís seguro”, afirma.
Al trazar una similitud en la forma de trabajar entre un productor en la Argentina y uno de Estados Unidos, sostiene, sus pares en este país no tienen nada que envidiar. “No le tenemos que envidiar nada al sistema productivo de acá. Una de las cosas que vi es que los productores y asesores en la Argentina están muy bien capacitados, incluso, mejor que acá”, explica.
En varias regiones de Oregon, dice, “hay mucha restricción hídrica”, ya que hay zonas donde llueve en promedio entre 300 mm a 600 mm. “Hay muchos campos con pendiente y no se hace siembra directa. La siembra directa está [adoptada] entre el 40% y 50% de la superficie”, amplía. En esa parte del país, relata, hay gente que sigue haciendo laboreo del suelo y que no hay una conciencia del cuidado del suelo como sí lo tienen los productores acá. “En la Argentina el productor es bastante más chico, por eso, no queda de otra que ser muy eficientes, pero no tenemos nada que envidiarle a los sistemas productivos de Estados Unidos o Europa”, asegura.
Lo que marca la diferencia entre el productor en Estados Unidos y el argentino, dice, es que este tiene acceso a créditos para poder comprar maquinaria con financiamiento, que allá son mucho más asequibles. “En eso sí se nota esa diferencia. Acá, la maquinaria es nueva, es raro ver algo viejo, porque manejan distintos márgenes que tienen los productores, comparados con los de allá, donde tardan más en hacer el recambio”, explica.
En una búsqueda por reinventarse y mientras planeaba el viaje que cambiaría su perspectiva de vida, Fernando, cuenta que fue asesor agropecuario en la Argentina y un incipiente productor. “Los productores allá la tienen muy difícil, es muy complicado producir [en la Argentina], no solo porque los márgenes son mucho más acotados, sino que no hay políticas claras. Uno no sabe hasta cuándo va a poder sembrar sin saber qué va a pasar en la cosecha, cuánto va a recibir de precio por lo que sembró, si va a estar abierta la exportación, cerrada o restringida. Son un montón de inseguridades que acá no pasan”, compara.
Un ejemplo que brinda es que durante la cosecha de trigo del verano pasado, los productores de Estados Unidos “estaban felices” porque el precio del cereal había subido exponencialmente. “Los márgenes de las cosechas habían andado muy bien y el precio era muy bueno. Era espectacular para los productores y allá [en la Argentina] no pasaba, el precio para el productor era mucho más bajo. Lo que veo ahora es que es muy difícil, sacando todo el factor climático que fue de terror este año, que la política es complicada y cuesta programar algo. Muchas veces agronómicamente uno toma decisiones y lo que se programó, por decisiones políticas, se tiene que cambiar a último momento”, se explaya.
Si bien, remarca que la diferencia siempre está determinada por la capacidad productiva de cada agricultor, el riesgo de producir en la Argentina es mucho más alto que en Estados Unidos. “Durante muchos años le sirvió a los productores el hecho de tener una maquinaria y salir a trabajar afuera, eso acá es más raro. Esa posibilidad que tiene el productor argentino no pasa acá, porque ya tienen su maquinaria, y salir a trabajar afuera [a otro campo] es más difícil”, narra.
Antes de finalizar, dice: “Lo que más extraño de allá es andar en el campo y la familia, pero sé que uno con los viajes, por un lado, gana y en otros pierde. Es difícil decidir [entre un lugar y el orto] cuando estás allá hay cosas que se extrañan o se echan de menos. En lo que es comida no se extraña nada porque acá se consigue todo”.
Esta nota se publicó originalmente el 19 de enero pasado
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