En la primera parte de la nota publicada la semana pasada recordábamos la figura de la fortinera. Aquellas mujeres que hicieron patria en diversos regimientos que se amontonaban en aquella franja de olvidos azotada por los vientos de las llanuras, y que pasó a la historia como La Línea de Fronteras con el Indio".
Algunas como "La mamá Carmen", protagonizaron hechos históricos como la defensa del Fuerte Paz (actual partido de 9 de Julio) atacado por los indios cuando se encontraba ausente su dotación masculina. Esta fortinera disfrazó a su "tropa" de cerca de treinta mujeres con uniformes de soldados, con corcho quemado pintó barbas y bigotes, recogió pelos y trenzas y a tiro pelado, las mujeres lograron primero resistir y posteriormente vencer el ataque de los indios. Este hecho le valió a esta ocasional jefa, llamada Doña Carmen Ledesma, recibir el despacho oficial que le otorgó el grado de sargento mayor del Ejército Argentino.
Años después en 1877, en las cercanías de Fortín Lavalle, actual partido de Guaminí, un grupo de carretas que se dirigían a esa estructura militar fue atacado por los indios. Se dio la orden de formar un círculo con los carromatos y refugiar la caballada adentro, ya que este recurso era el más buscado por los aborígenes. La exitosa defensa, Remington en mano, al igual que en Fuerte Paz, estuvo a cargo de un puñado de heroicas mujeres vestidas con uniforme, astucias de mujer en un mundo de hombres.
Otro ejemplo de estas mujeres valerosas fue el de Carmen Funes, popularmente conocida como "La Pasto Verde". El origen de este apodo que remite a dulces frescuras se pierde en la noche de los tiempos. Esta mendocina sirvió en los inhóspitos fuertes cordilleranos en los fines de la "Conquista del Desierto", entre 1879 y 1884. Cuando ésta finalizó, se aquerenció junto a una acequia y allí formó su rancho en el desolado camino que iba de Neuquén a Zapala. En su libro Neuquén publicado en 1919, el escritor Félix San Martín, la recordaba de la siguiente manera:
"En los últimos años estuvo allí, por la Aguada, una mujer mendocina, ya cincuentona, que perteneció a no sabemos cuál de los regimientos que en 1879 entraron a la conquista del Neuquén. Los que con nuestras familias hemos transitado por esa huella, no la olvidaremos jamás. Siempre atenta, oportunísima y charlatana como una cotorra, era la Providencia de nuestras esposas y nuestros hijos en los penosísimos viajes de la época. Todos la conocíamos por «la Pasto Verde» mote que le venía por su donosura en la edad juvenil, calificada así tan pintorescamente por la galantería de los milicos, compañeros suyos contemporáneos. Viviendo en el corazón del desierto, librada a sus energías de criolla de pura cepa, aquella mujer ágil y vigorosa, servicial y alegre, se nos antojaba un símbolo."
Sin embargo, quizá el mejor homenaje para con esta mujer que fue el arquetipo de muchas sea la zamba compuesta por Marcelo Berbel, natural de Plaza Huincul, allí en el departamento Confluencia, pleno centro de la provincia neuquina. Aquí, alguno de sus versos:
La Pasto Verde
Aguada de los recuerdos lejanos
Tapera de un dulce ayer
Tiempo de la Pasto Verde
Zamba del coraje hecho mujer
Brava gaucha de los fortines sureños
Bella flor del jarillal
Mil soldados te quisieron
Pero la tierra te quiso más?
Sobre las rejas entre las piedras
Donde duerme tu voz
Mi guitarra lloró
Sólo esta zambita por las noches
Quiere darte luz