Carlos Gardel recibió una gran influencia de la música cuyana, inconfundible especialmente por las guitarras. Respondiendo a esas características, se escuchó por décadas un vals de Alfredo Alfonso y José Zavala titulado “Provincia de San Luis”, sin letra, donde se lucían las guitarras, hasta que Eduardo Troncozo de San Juan le puso una letra que conmovió en lo más profundo a todos los puntanos e irrumpió con gran aceptación en la música nacional. Parte de la letra nos dice: “Hay una callecita popular, que llena de nostalgia viene a mí/ Una vereda sola que, al brillar, le dejan las guitarras un sentir/ Pareciera que Dios estuvo aquí, derramando sus dones sin medir.”
Ya el gran cantor de escuela antigua Enrique Espinosa lo ha incorporado a su repertorio, el estilo grave y profundo de Hugo Guevara fue el que abrió el camino. Los cantores mencionados enseñan cómo se canta este vals: son maestros. Esto recién empieza.
La famosa cueca “Calle Angosta” es una obra de José Adimantos Zavala, compuesta en 1963. Zavala, Zavalita, representa a toda esa gente de la provincia de San Luis que llegó a Villa Mercedes y se quedó para poblarla, una migración interna provincial que coincidió con la gran inmigración europea de fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX que se quedó en la ciudad y la zona. Zavalita, que amó entrañablemente a Villa Mercedes, se fue de ella en pos de su carrera artística. En Europa sintió la necesidad de escribirle.
Aparte del talento, Zavalita era muy querido en el ambiente de la música folklórica por su incomparable humildad. Oscar “Cacho” Valles, su amigo, fue el primero que creyó en la obra y el que la llevó a la fama y consagración nacional.
La gente de Villa Mercedes, especialmente de los lugares más humildes y sencillos, aceptó la cueca, y al cantarla o hablar de ella decían directamente “Callangosta”. La expresión “Callangosta” no se usa por un falso prejuicio, pero es de lo más genuino, aunque en la letra está bien escrito Calle Angosta. Además, desde 1969 se cambió el nombre de la calle por la de “Calle Angosta”.
Villa Mercedes tiene su nacimiento en la fundación del Fuerte Constitucional en 1856. A los pocos años, en 1875, llegó el ferrocarril y se construyó una estación a unos tres kilómetros de la incipiente población.
Al frente de la estación pasa una avenida en diagonal respecto del trazado de las calles de la Villa; a la derecha y a la izquierda en un espacio de unos ochocientos metros hay dos pasos a nivel. En paralelo, en la parte de atrás de este predio, entre dichos pasos a nivel se construyó un alambrado ferroviario. Ese alambrado cortaba el paso acostumbrado de gente de a caballo, tropas, carretas, carros, chatas, jardineras, diligencias, sulkys, en fin, todos esos carruajes a tracción a sangre de caballos, bueyes, mulas. Hasta burros llegarían por la época y por las sierras puntanas. El Cerro El Morro está cerca, siempre centinela de Villa Mercedes. El hecho de bordear ese alambrado formó un callejón que es el origen de la Calle Angosta.
El “atrás de las vías”, el “atrás de la estación” es semejante al de todas las estaciones del país, es sólo que en este caso hubo un Alfonso y un Zavala que cambiaron todo. Hace mucho tiempo que en diciembre se celebra la “Fiesta Nacional de la Calle Angosta”, tiene un importante anfiteatro. Entre 1922 y 1930 la Calle Angosta, la de una vereda sola, como dice la cueca, adquirió la conformación actual, unos ochocientos metros de largo, seis cuadras en diagonal.
El corazón de la calle es el “Boliche Don Miranda”, mencionado en la cueca, un túnel moderno para vehículos une la calle con el frente de la estación y el anfiteatro está en cruz con el Boliche. La señora María Madrid es buena anfitriona del lugar, y todo el personal está preparado para estar a la altura de las circunstancias. El boliche tiene paredes cubiertas de fotos y recuerdos y suele haber espectáculos en vivo. Es que Villa Mercedes, como todo San Luis, es un “pago tranquilo de buenos amigos”