La causa esencial de la pérdida de competitividad en la Argentina es la intolerable carga fiscal. Excesivos impuestos, complejos, distorsivos y superpuestos entre sí, cúmulo de información requerida por los fiscos, cumplimientos formales permanentes que se trasladan a los contribuyentes con elevados gastos administrativos, son algunos de los motivos del incremento desmedido de costos que integran luego el precio de los productos exportados.
En Latinoamérica el promedio del impuesto a la renta es del 28%, en el mundo del 24% y en la Argentina, del 35%. La carga sobre los movimientos bancarios es un "mérito" casi exclusivo, con una tasa del 1,2% al flujo de los fondos que se proyecta computar a cuenta del impuesto a las ganancias en los cinco años posteriores. En las jurisdicciones provinciales, Buenos Aires lidera con el impuesto sobre los Ingresos Brutos, donde la venta de carnes está alcanzada por el 1,75% cuando la empresa ya no es pyme. A este tributo no le interesa si existió o no renta y se acumula en cada una de las etapas productivas. La autoridades provinciales saben de memoria el perjuicio que este tributo produce. Su eliminación y eventual remplazo son urgentes. La herramienta "novedosa" en nuestro país para ejercer control y miedo entre los productos cárnicos es el Registro Fiscal de Operadores de Carne Bovina y Bubalina. Se trata de una medida injusta y que lejos está de ser voluntaria, como lo pregona el ente recaudador.
La suspensión o exclusión de este padrón puede motivarse en cuestiones absolutamente subjetivas, en cuyo caso se produce una retención del total del IVA (10,5%) al vendedor de la hacienda. Por su parte, no está dispuesta una devolución inmediata de saldos favorables al productor y la privación de este capital de trabajo está ausente de resarcimiento al dueño de ese dinero. Se exigen también pagos a cuenta y percepciones en las compras de hacienda por faenar. El chip ganadero ha quedado sin vigencia por falta de reglamentación, pero se vienen nuevas normas de control y trazabilidad tributaria. La carga impositiva que agobia la producción de carne en el país se manifiesta en cálculos realizados en conjunto con la Cámara Argentina de Feedlot. Se puede obtener una utilidad de $ 765 en la compra de un ternero de 190 kilos y terminado con 310 kg. De ahí en más se descuentan los impuestos nacionales, provinciales y municipales, quedando para el productor una renta ínfima cuando la operatoria se desarrolla en Buenos Aires. El golpe mortal lo brindan el impuesto a los Ingresos Brutos, la carga del impuesto bancario, los efectos financieros tributarios y el impuesto a las ganancias, que terminan llevándose la mayoría de la utilidad posible. Tenemos la esperanza de que esta situación se revierta, pues nuestro país debe recuperar las cabezas perdidas por políticas equivocadas.
El autor es contador y director fundador de SSV y Asociados