El aumento de lluvias y las temperaturas permitió el crecimiento del área cultivada y de rendimientos aunque preocupa la extracción de nutrientes
La importante variabilidad del clima durante todo el siglo pasado modificó la aptitud agronómica dentro de la región pampeana y junto con la aplicación de tecnología permitió un significativo incremento de los rendimientos de muchos cultivos. Pero al mismo tiempo, esta expansión de la frontera agrícola no se correspondió con una adecuada reposición de los nutrientes, que se fueron extrayendo y que afectaron la fertilidad de los suelos.
Este complejo panorama fue tratado esta semana en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, durante un seminario organizado por la Federación de Centros y Entidades Gremiales de Acopiadores de Cereales.
"Si uno sintetiza los cambios que se observaron en el clima durante el siglo pasado, podemos decir que tuvimos un aumento significativo de las lluvias en primavera y verano, que evidentemente fueron beneficiosas para los cultivos", dijo Graciela Magrín, del Instituto de Clima y Agua del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Castelar.
Pero dentro de ese contexto la especialista destacó el aumento en la variabilidad de esas precipitaciones, especialmente en primavera, verano y otoño, "un aspecto un tanto riesgoso porque nos expone a eventos extremos, como inundaciones o sequías", aclaró la especialista.
Según Magrín las otras variables que influyeron fueron la disminución importante de las temperaturas máximas de primavera y verano, y un aumento constante de las mínimas, "con lo cual se acortó el período y la severidad de las heladas, algo muy importante para los cultivos de invierno o para adelantar los de verano".
Para la especialista del INTA, el cambio climático tuvo una participación importante en el aumento de los rendimientos y de la superficie destinada a cada cultivo.
Así, por ejemplo, al citar un trabajo del INTA, consignó que desde 1950 a 2000, del 56% que tuvo en el incremento de los rendimientos el trigo, el 13% correspondió al clima. En el girasol, fue del 12%, sobre un total de 102; en el maíz, del 18 sobre 110, y en la soja, del 38%, aunque no hay cifras del aumento global de rendimiento.
Acerca del área cultivada, Magrín explicó que a partir de las décadas del 60 y 70 comenzaron a incrementar significativamente en la zona núcleo, y puso como ejemplo los partidos de Pergamino y Junín.
Los mentados cien millones
En este contexto de crecimiento, el economista Gustavo López, de la Fundación Producir Conservando, expuso el trabajo realizado por la entidad sobre la posibilidad de que la Argentina alcance para 2011 una producción de cien millones de toneladas de granos.
El trabajo se fundamenta en la evolución que ha tenido en los últimos años la producción agrícola.
López recordó que en las últimas seis décadas la superficie sembrada de granos y semillas oleaginosas se expandió en 10 millones de hectáreas "pero el 50 por ciento de ellas se incorporó en el quinquenio pasado".
El economista agregó que en igual período, los rendimientos se incrementaron tres veces y la producción se quintuplicó, alcanzando el récord de 70 millones de toneladas.
En función de ello, la Fundación estableció que el área efectivamente ocupada con los principales granos y semillas oleaginosas, que para la campaña 2004/2005 es de 25,8 millones de hectáreas, pasaría a 31 millones, es decir, un aumento del 21 por ciento.
"En la hipótesis de máxima combinación de área con rendimientos (que durante la última década crecieron al 2 por ciento anual) sería factible alcanzar una producción cercana a los 100 millones de toneladas total de granos", explicó el economista.
No obstante, López reconoció que actualmente existen limitantes, sobre las cuales se debe ir trabajando -en algunos casos ya se está haciendo- para poder acompañar este crecimiento, como lo son las cuestiones de infraestructura: caminos, transporte, almacenamiento y puertos.
Sustentabilidad en alerta
Por su parte, el consultor en fertilidad de suelos Néstor Darwich señaló que "si quisiéramos producir cien millones de toneladas de granos en las condiciones actuales, deberíamos incrementar el consumo de nutrientes en un 50 por ciento".
Si bien la siembra directa, que en los últimos diez años creció de 100.000 a 12 millones de hectáreas, "ha frenado el deterioro físico de los suelos producido por las labranzas, el balance de reposición de nutrientes continúa siendo negativo en muchas áreas cultivadas (ver aparte)", concluyó Darwich.
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