En el Congreso Internacional del Maíz en Paraná se habló, entre otros temas, de cómo la cadena del cereal se puede potenciar con la bioeconomía
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PARANÁ.- La segunda jornada del Congreso Internacional del Maíz, que se desarrolló en la capital entrerriana, sumó una serie de disertaciones con temáticas que apuntaron directamente a lograr mejores rendimientos, pero con la premisa que apareció a lo largo de toda la jornada: las buenas prácticas o prácticas amigables con el medio ambiente.
Hubo más de cien oradores en el Centro Provincial de Convenciones, ubicado en las barrancas del Parque Urquiza, con amplias vidrieras que, para admiración de los visitantes, dejaban colar la majestuosidad de un paisaje determinado por el río Paraná y sus islas.
En charlas a dos salones, completas en su capacidad, se desarrollaron temáticas diversas vinculadas al cultivo del maíz, como son los rendimientos, las densidades de siembra, enfermedades, últimas tecnologías disponibles, calibración de maquinaria y clima; entre otras. También biotecnología, seguridad alimentaria, agtech, biocombustibles, mercados internacionales, industria del cerdo y aviar y huella de carbono.
La baja huella de carbono del cultivo del maíz fue uno de los asuntos abordados en más de una charla. El gerente de portfolio de maíz de Syngenta Semillas, Joaquín Guyot, destacó: “El maíz -dijo en diálogo con LA NACION- es uno de los cultivos con más potencialidad en la bioeconomía que tenemos en la Argentina. Y esa bioeconomía consiste en transformar el cultivo en biomasa de alto valor agregado porque tiene una alta implicancia positiva tanto en la economía como en el ambiente. El maíz es el cultivo extensivo con mejor huella de carbono y el de la Argentina es el de menor huella en el mundo”.
A lo largo de las dos jornadas se destacó el potencial que tiene el maíz argentino para ser transformado en productos de alto valor agregado y baja huella ambiental.
Este medio consultó sobre eso al ejecutivo. Respondió: “La huella de carbono es el balance de carbono propio en la producción de maíz que es cuánto carbono emite y cuánto captura. Y captura más. Por eso decimos que tiene una captura de carbono muy buena. Y si uno usa el maíz como materia prima en la bioeconomía, traslada ese beneficio ambiental a la industria subsiguiente”.
“Hacer plástico con derivados de petróleo tiene una huella ambiental mala por la liberación de dióxido de carbono, en cambio, hacer productos a base de maíz tiene una huella ambiental buena. Ese es un beneficio potencial que tiene el maíz, además de la transformación ambiental de la economía a través de su transformación energética, con gas, combustible y energía o la transformación del maíz en proteína ambiental o la transformación de algunos productos, como pueden ser bioplástico, como fibras o algunos otros productos. El maíz tiene la capacidad de ser transformado en más de 600 productos, como lo que decimos: plásticos, telas, cosméticos, alimentos para humanos o animales. Es decir que puede potenciar la bioeconomía incorporando a la industria el beneficio ambiental generado por ese maíz. Eso es lo importante”, agregó.
En este contexto, recordó que hoy la Argentina exporta el 70% del maíz que produce como grano sin agregarle valor. “Ese es un dato importante porque, si uno lo compara con otros países, ve que entre Argentina, Brasil y Estados Unidos producen el 80% del maíz del mundo y los otros dos procesan mucho más ese grano. Brasil procesa más del 50% de su producción de maíz y Estados Unidos más del 70 por ciento”. apuntó.
En esta línea, opinó que “hay varios factores” que influyen en esa situación. Señaló: “A mi entender, la bioeconomía depende de tres factores principales: biomasa, el conocimiento aplicado para transformar esa biomasa y las reglas y regulaciones existentes para que esas actividades económicas se promuevan. En las dos primeras estamos bien pero lo que necesitamos son regulaciones que promuevan esas actividades económicas transformando el maíz en productos de mayor valor para que esas industrias liberen el potencial y realmente podamos aprovecharlo”.
Exposiciones
El congreso se desarrolló, como se dijo, en dos salas por las que pasaron más de cien oradores argentinos y extranjeros. Funcionarios técnicos de los gobiernos entrerriano y cordobés, por caso, contaron sobre las experiencias que se dan en estas dos provincias que integran, junto a Santa Fe, la Región Centro.
Las buenas prácticas en la actividad agropecuaria también estuvieron presente como tema a lo largo de las dos jornadas. Eso le permitió a los funcionarios técnicos-políticos de esas provincias contar las experiencias que se desarrollan.
“Cooperativismo para el bien común” fue el título de una de las múltiples charlas que se sucedieron. Esa fue la oportunidad para que el funcionario del área de cooperativas de Entre Ríos, Ricardo Etchemendy, reseñara sobre la influencia que desde hace 160 años tienen en la región las cooperativas pioneras de la inmigración judía.
Pero también sobre una experiencia muy inusual en la Argentina: una colonización social y productiva que el Gobierno entrerriano, junto a la Federación Agraria Argentina idearon y desarrollaron en Guardamonte, una pequeña localidad rural del centro de la provincia para un centenar de pequeños productores sobre tierras que la Justicia confiscó a un exsenador condenado por corrupción administrativa.
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