Con facón y poncho no solo sirvió para la defensa personal sino para la demostración de singulares habilidades
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La esgrima criolla es el estilo de combate con armas blancas típico y característico de nuestra cultura. Se destaca por usarse puñal, cuchilla, facón, daga o caronero. Podía ser acompañado de poncho, boleadoras y lanza.
Antiguamente, el gaucho se tornó virtuoso en el uso del arma blanca, no solamente como elemento de uso diario sino también como arma de defensa personal y pelea contra animales o personas. Muchas veces se desenvainó para dirimir pleitos o responder a una ofensa o agravio, como en cualquier otra sociedad del mundo. Un gran cuchillero de nuestra historia fue Juan Moreira, eximio esgrimista cuya famosa daga esta hoy en el museo J. D. Perón, en Lobos.
En el libro Esgrima criolla de Mario López Osornio, se describen varios modelos de paradas, ataques, defensas, estoques y suertes, puñalada alta (a la cara) baja (al abdomen) hachazo (descendente como un hacha) planazo (impacto con el lomo o lado plano de la hoja, destinado a golpear mas que a cortar).
Antiguamente, los jóvenes se entrenaban con palos o como era también común, ennegreciendo un dedo con carbón, siendo vencedor el que manchaba de negro al oponente en la cara, el tan conocido juego llamado “pelea a dedo tiznado”.
La forma mas usual de llevar el cuchillo, facón o daga era y es en el tirador o faja, en la espalda, cruzado con la punta a la izquierda del portador, con el filo para arriba así salía cortando al desenvainarla. Por estas razones, la sociedad colonial conocía bien las habilidades de un hombre armado y para reducir la posibilidad de reyertas, ya en su época, Rosas había publicado un bando donde prohibía portar cuchillo los días domingos y feriados.
En la esgrima gaucha, además del arma blanca, se usa, complementándose, el poncho (como escudo enrollado en la mano para parar los golpes del adversario y como arma, revoleándolo en la cara o metiendo los flecos en los ojos del oponente), también como artimaña, haciendo que el contrario lo pise y tirando fuerte del poncho, así poder derribarlo. De ahí viene la famosa frase: “me hizo pisar el poncho”. Otro truco era tirar tierra o arena a la cara del oponente para distraerlo. También se usa el rebenque, a modo de garrote, golpeando con la lonja o como desviador de la estocada del contrincante. De la misma forma se usaron las boleadoras.
Muchas veces las peleas eran solo para evidenciar valía, hombría o técnica y terminaban en una demostración de habilidades y no en un combate a muerte. Fue común la técnica de tajear la frente del oponente para así sangrar e impedir ver bien, lo cual podía dar por finalizado el duelo.
La lanza o chuza fue de uso habitual en la frontera, donde el gaucho montado compitió en habilidades con el indio. Relata Lobodon Garra en su libro A sangre y lanza, un duelo previo a un combate, entre un trompa (corneta) desertor de apellido Barros y el Capitán Montoya del fuerte San Rafael (Mendoza) el 8 de Julio de 1867. La modalidad fue embestir al galope desde posiciones opuestas con la lanza en posición de ataque, similar a una justa entre caballeros Medievales. La acción duro poco y terminó al ensartar Montoya su moharra (punta de hierro) en la boca del desertor.
Como muestra de la pasión gaucha y folklórica de la esgrima criolla, existió en el partido de Rauch, provincia de Buenos Aires, a la vera de la ruta 30 y a pocos metros del arroyo San Luis, los restos de la Pulpería de Juárez. Hoy está en ruinas y en propiedad de mis amigos los Ferreyra Araya. Ese paraje también es conocido como Los Derrames, por la tradición oral de varias peleas célebres a cuchillo entre parroquianos que terminaron con derramamiento de sangre?.
Hoy día hay en nuestro país grupos de entusiastas y divulgadores de esta disciplina. Recreacionistas y aficionados a las armas gauchas que efectúan demostraciones, capacitaciones y shows. Se enseñan las técnicas, siendo la esgrima criolla un sistema de defensa personal actual.
A pesar de todas las características y ventajas técnicas que un arma pueda tener sobre otra, nunca tan vigente el verso de Martin Fierro que dice: “Mas que el sable y la lanza, suele servir la confianza que el hombre tiene en si mismo”.
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