"Tenemos que vender 50 kilos de banana para comprar un kilo de carne", reclaman los productores de banana de Laguna Naineck, en Formosa. Con un valor de $6 por kilo que le pagan por la banana verde en chacra, los bananeros formoseños sienten que están desprotegidos y hacen el cálculo de cuántos kilos tienen que vender para comprar alimentos para comer.
La historia se vuelve a repetir. Arraigados a la tierra, entienden que cada vez es más larga la brecha entre lo que producen y lo que consumen: a una caja de 22 kilos se las están pagando entre $140 y $150 y el mercado la vende a más de $500.
Laguna Naineck es una localidad del departamento Pilcomayo, al norte de la provincia. En las 1800 hectáreas de sus 17 colonias se produce el 75% del total de la banana de la provincia, entre 45.000 y 50.000 toneladas por año.
Mario Gómez es uno de los 600 productores que tiene la provincia. Vive en la colonia La Loma, jurisdicción de Laguna Naineck. Hijo de productor, con 56 años trabaja junto a sus tres hijos varones y su nieto mayor en la chacra familiar de 14 hectáreas que le dejó su padre.
A pesar de los precios bajos que le pagan, no se imagina trabajando en otra actividad que no sea esta. "Somos bananeros por herencia, que estamos en la lucha constante. No aguantamos más esta situación porque es una vergüenza lo que nos pagan", dice con tristeza a LA NACION.
El problema, dicen los productores,radica en la cadena de distribución y comercialización, donde los intermediarios y los mayoristas de mercado compran barata su producción y la venden cara.
En plena cosecha, Gómez contó que en los últimos tiempos el precio comenzó a bajar de manera abrupta. "Los intermediarios son los patrones que ponen el precio que ellos quieren y nosotros, al tener un producto perecedero que no aguanta más de ocho días fuera de la planta y que si no se vende se debe tirar para que coman los animales, estamos presos de ellos que son los grandes ganadores", relata.
Gomez aún recuerda el tiempo en que vivía su padre y en la zona había 12.000 hectáreas de banana: "Era una época gloriosa para los pequeños productores".
Esa época gloriosa de la que habla Goméz es la que vivió el abuelo de César Cabrera, un productor de la colonia Isla Puen. Allí había llegado Antoliano del Paraguay al término de la guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia en el año 1935, donde compró unas hectáreas, que a pulso de mano las desmontó para poder producir.
Hoy, con 44 años, la vida de Cabrera no fue fácil. De muy chico quedó huérfano de padre y fueron Antoliano y su madre quienes se hicieron cargo, con esfuerzo, de su crianza. Al fallecer su abuelo y con nadie para ocuparse de la chacra familiar de 15 hectáreas, tuvo que dejar sus estudios y ayudar en la producción de bananas a su madre.
Tiene un hijo de 6 años y le gustaría que el chiquito se dedique a la banana. "De mano en mano se pasan estas tierras, por eso la lucha nuestra es para ellos. Sin embargo, si a mi hijo no le gusta esta actividad y quiere ser otra cosa en la vida, me gustaría juntar algo de plata, apoyarlo y poder pagarle para que estudie. Pero ahora el futuro de él está más negro que el mío", indica.
La cosecha de banana empieza en mayo y continúa hasta agosto. Después de ese tiempo y, dependiendo del clima, se pueden seguir cosechando algunos cachos que vienen atrasados. Luego, la gente vive de los ahorros que logra guardar, a la vez que hacen chacra para consumo propio, como ser mandioca y porotos.
En esos meses de descanso, los chacareros desmalezan, fertilizan, retiran las plantas viejas del lote y rezan para que llueva y para que no vengan vientos fuertes. "Todo se sobrelleva, lo que no pueden sobrellevar son los precios tan bajos. Lo que nos pagan no alcanza para nada: nuestros alambrados se caen, las herramientas no las podemos cambiar. Tengo el mismo tractor que compró mi abuelo cuando la banana valía y ahora apenas si lo puedo reparar", señala.
"No tenemos plata para hacer mejoras, así se venda el cajón a $200 pesos no alcanza. Queremos que nos quede algo más del precio que se vende a los consumidores", agrega.
En este contexto, piden que se fije un precio mínimo de referencia obligatorio por cada caja de banana que se vende. "No tenemos plata para hacer mejoras. Hoy, con costos dolarizados en los fertilizantes, queremos tener una renta mínima para sostener la producción, que nos quede algo más del precio que se vende a los consumidores", dice Goméz.
Para Panfilo Ayala, director del Distrito 1 de Federación Agraria Argentina (FAA), existe otro reclamo que está concatenado al primero: la falta de control de las autoridades sanitarias. "Según las resoluciones del Senasa, cada caja comercializada debe tener 22 kilos como máximo, pero los intermediarios cargan hasta 28 kilos por caja, un 30% más de lo permitido. Pero al comprar por bulto ese excedente no lo pagan a los productores", finalizó.
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