Instalado en ese país, Iván Lawrie es gerente de operaciones de una entidad de productores que se ocupa de la investigación, desarrollo y extensión en granos y semillas; vivencias, experiencias y planes
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Iván Lawrie dice que llegó a Nueva Zelanda “por etapas” y que la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, allá por diciembre de 2001, le generó una sensación de que la Argentina “retrocedía” y que en esas tierras lejanas podía haber una oportunidad. Hoy, Lawrie es gerente de Operaciones en FAR, una entidad financiada por productores neozelandeses que se dedica a la investigación, desarrollo y extensión en granos y semillas, además de hacer algunas representaciones gremiales del sector.
Durante los noventa, Lawrie [licenciado en producción animal de la Universidad Nacional de Mar del Plata-Balcarce] trabajó principalmente produciendo trigo candeal para la industria molinera argentina y vivía en el campo en la zona de Balcarce. Y fue luego en un viaje a Nueva Zelanda cuando comenzó su atracción por ese país.
“Llegamos a Nueva Zelanda por etapas, inicialmente para vacaciones en 2000 a visitar unos amigos neozelandeses que conocimos en la Argentina”, dice. “Inmediatamente nos gustó el país, su gente y la valoración que hay por el agro, que es reconocido como motor de la economía. Esa visita me despertó el interés por hacer algún curso de posgrado en la Universidad de Lincoln y así fue que regresamos dos años después para estudiar y un poco para probar las aguas para ver si nos gustaba vivir aquí”, contó a LA NACION desde Christchurch, en el este de la Isla Sur, donde vive con su familia.
Está en la zona más plana de Nueva Zelanda. Si bien se trata de un lugar con latitudes similares a la Patagonia, explicó que allí las prácticas agrícolas son más parecidas a la pampa húmeda con unos 600 mm anuales y riego suplementario, con pivotes o equipos laterales.
Tras lo que definió como un “breve regreso” a la Argentina, le surgió una oferta de trabajo en una de las mayores empresas de pesca y vegetales congelados de Nueva Zelanda. Y no dudó en aceptar en medio de la situación difícil en la Argentina.
“Estando la situación muy incierta por aquel entonces en la Argentina, decidimos embarcarnos en esta aventura mientras nuestros hijos todavía estaban en edad escolar”, señaló. En este sentido, rememoró la época: “La situación laboral en lo personal se había complicado a fines de los noventa y pienso que el detonante mayor fue el día que cayó el gobierno de De la Rúa. Sentí en ese momento que el país retrocedía y que lo que se venía no era bueno”.
“Si bien hay diferencias culturales obvias, Nueva Zelanda, especialmente en el interior, tiene similitudes con la Argentina, el clima no es tan distinto, hay afinidad con los deportes y es un país de inmigrantes de todas partes”, expresó.
“Aquí te ayudan muchísimo, los vecinos me prestaron muebles, del trabajo un auto y enseguida enganché un club de fútbol para jugar la temporada. Cuando uno es extranjero hay que moverse para desarrollar la vida social y conocer gente. También es importante adaptarse a lo que hacen los locales”, agregó.
Primer trabajo
Estando en Nueva Zelanda su primer trabajo fue en Nelson, en el centro del país. “Fui gerente de ventas de una pesquera y vendí pescado diariamente a todo el país. Aprendí muchísimo de gestión y de cómo funciona el negocio de los alimentos en Nueva Zelanda. Aquí es todo más sencillo, en general los pagos se cumplen, se honran los compromisos y la burocracia es mínima. Luego de tres años allí, se me abrieron oportunidades en agricultura y decidimos tomarlas. Estuve unos ocho años como gerente de comercialización de semillas y servicios de un ente de investigación agrícola que es de capital del Estado pero totalmente autónoma en su administración y directorio. Algo así como el INTA, pero que se asocia con el sector primario para invertir en iniciativas que generen propiedad intelectual, ya sea en tecnología o en mi caso trabajando con derechos de obtentor en cereales y otros cultivos anuales”, dijo.
En ese ámbito trabó contactos con técnicos y empresarios del sector agropecuario, entre otros actores. Hoy está en FAR (The Foundation for Arable Research).
La entidad se ocupa de la investigación, desarrollo y extensión en granos y semillas. Además, apoya con información y representación algunos temas gremiales del sector, especialmente en lo que hace a normativas ambientales, uso de agroquímicos, etcétera.
“FAR pertenece a todos los ‘chacareros’ de Nueva Zelanda y se financia a través de un canon del 0,9% sobre la primera venta de granos y semillas, que es obligatorio. La continuación de la organización se somete a un referéndum cada cinco años donde los productores votan si quieren seguir con la institución. El directorio está formado por seis productores de las regiones y tres independientes”, indicó.
En su caso, Lawrie es gerente de operaciones. “Me ocupo de la infraestructura, tenemos tres campos experimentales, oficinas y laboratorios. También de salud y bienestar, cosa que me ha mantenido muy ocupado desde que irrumpió el Covid, adaptando políticas en circunstancias cambiantes. Eso es la parte interna, administrativa”, afirmó.
“Soy también el gerente del Centro de Investigación de Semillas, ente del que soy responsable desde su fundación en 2017 [una sociedad formada entre los productores, semilleros, universidades y entes de investigación, con el solo propósito de financiar proyectos de investigación para producción de semillas forrajeras y vegetales]”, detalló. Esa industria genera ingresos por US$300 millones anuales de exportaciones.
FAR se financia a través de un canon del 0,9% sobre la primera venta de granos y semillas
“Tengo responsabilidad de la parte de bioseguridad, asociados con el Ministerio de Industrias Primarias y tengo a cargo una iniciativa para la promoción de trigo molinero localmente producido [Nueva Zelanda es importador neto de trigo, principalmente de Australia]”, amplió.
Para el ejecutivo, al argentino en Nueva Zelanda lo ayuda mucho “el pragmatismo que viene de lidiar con menos recursos y adversidades cotidianas”.
Acciones
“He tenido la suerte de tener libertad para operar e introducir algunos cultivos que aquí no se hacían, como el girasol alto oleico y también poder desarrollar nuevos productos de cultivos ya existentes o nuevas técnicas de implantación como la siembra directa que va creciendo de a poco. Los productores aquí siempre mantienen rotaciones más largas que en la Argentina, que incluye una fase de descanso con producción de semillas forrajeras y pastoreo. Son, en general, sistemas mixtos más parecidos a lo que sucedía típicamente en la Argentina hasta la década del ochenta”, explicó.
Entre otros objetivos, dice que su objetivo allí es que crezca la competitividad en granos y semillas de Nueva Zelanda.
Al respecto, se “promueve la diversidad en una agricultura dominada por lácteos y carnes que traen aparejadas algunos desafíos en lo ambiental, tanto en las emisiones de gases como en la lixiviación de nitrógeno”.
Lawrie dice que siente “orgullo”, además, de facilitar una cooperación entre ese país y la Argentina. ¿De qué manera? Lo explicó así: “Tenemos colaboración activa con nuestros colegas de Aapresid, con quienes ya hemos tenido visitas e intercambios y también hemos firmado un convenio de colaboración con el INTA en 2020. También hay intercambio técnico con semilleros privados de la Argentina”.
“La Argentina es líder mundial en materia de siembra directa y vemos muchas oportunidades para aprender e intercambiar experiencias. También hay oportunidades para la maquinaria argentina en este mercado y en ese aspecto mantenemos un estrecho contacto con la embajada argentina en Nueva Zelanda. Para mí es un orgullo poder facilitar la cooperación tecnológica entre ambos países. Se puede hacer mucho más en materia de becas y pasantías, espero poder darle ímpetu a ese tema”, concluyó.
Esta nota se publicó originalmente el 3 de mayo de 2022
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