Por más que se la veía venir, la reprogramación de los pagos pendientes de SanCor cayó como una bomba entre los socios que le entregan su producción de leche. Y como las ondas sísmicas el sobresalto llegó al resto de los tamberos y la industria.
Lo que correspondía pagar el 9 y 16 de febrero prometen pagarlo ahora en cuatro cuotas que comienzan el 20 de febrero y terminan el 10 de marzo.
La reprogramación de pagos es sólo el último de los síntomas de una larga enfermedad que viene arrastrando SanCor generada por el peso de su deuda, el sobredimensionamiento del personal y la pérdida operativa. En el último balance la cooperativa tuvo una pérdida de 2421 millones de pesos, que se suman a los 447 millones que perdieron en 2015.
La operación para salir de este atolladero es muy complicada. Básicamente, hay dos alternativas: la obtención de un crédito externo o la venta. En el medio de estas dos opciones se encuentra también la venta parcial de activos con la llegada de un crédito salvador. Que es en realidad lo que vienen ejecutando: el año pasado vendieron al grupo Vicentín por 100 millones de dólares el negocio de yogures, flanes y postres.
Por estos días, la crisis desencadenó que las oficinas de Sunchales se convirtieran en una usina diaria de rumores. Entre las versiones que circulan se encuentran a Coca-Cola y a la cooperativa francesa Lactalys como compradores. Más allá del humo, lo cierto es que hay representantes de los interesados expectantes y con los números aceitados ante cualquier eventualidad.
Pero por ahora su presidente, Gustavo Ferrero, y la dirección de SanCor no contemplan la venta y apuestan a lograr la financiación que les brinde el aire necesario para cumplir su plan de reestructuración. Los detractores de esta estrategia creen que hay que aplicar una cirugía mucho más extrema de la que se está planteando.
No hay duda de que a SanCor el tiempo le corre para encontrar una solución. De no emitir señales a tiempo se agudizará la incertidumbre y por lo tanto aumentará la pérdida de los tambos que le entregan su producción. Una sangría intolerable que empeoraría su ya mala relación de litros elaborados por personal empleado. Otra complicación es que la incertidumbre creada por SanCor la obliga a salir a pagar más que la competencia por los litros de leche de los tamberos. Factor que evidentemente también agrava su ecuación económica.
La otra misión, que no es imposible pero lamentablemente se le parece, es replantear su relación con la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera (Atilra). Por las condiciones que viene imponiendo el gremio toda la industria está en jaque. La última paritaria que firmaron tiene un incremento del 40%. Pero para la salud debilitada de SanCor, la presión de Atilra significa un certificado de defunción. Las pymes lácteas se vienen quejando amargamente del nivel de apriete del gremio que realiza indiscriminadamente paros y asambleas en las plantas provocando pérdidas inmediatas en la elaboración de un producto perecedero como es la leche. En los últimos quince años la participación del salario en los costos industriales se duplicó afectando la renta empresaria y la capacidad de pago a los tamberos. El saldo de tan desacompasada relación es la de un gremio millonario con industrias en rojo que arrastran fuertes pasivos. Para comprobarlo, basta con darse una vuelta por Sunchales.
Lo más saludable para superar estas crisis es tener una mayor dosis de prudencia y reemplazar el cortoplacismo por una visión de largo plazo del negocio. Al final de cuentas, productores, industriales, trabajadores y el mismo Estado son parte del mismo barco que guste o no, compite contra las embarcaciones de países competidores. En Australia por caso, el porcentaje de las cargas sociales es cuatro veces inferior al de la Argentina y otro tanto se puede decir del costo de fletes.
"Soy tan bueno como la calidad de mis socios. Estas cosas no se pueden hacer solo", dijo Mike Mc Closkey, el empresario estadounidense tambero que ordeña cerca de 2000 vacas en su última visita a Argentina. Se refería a su último emprendimiento, pero también lo aplica con sus proveedores, que son los que le ponen el techo a la productividad de sus tambos.
Vale la pena tomar el concepto de Mc Closkey: nadie se salva solo. Y como todos los eslabones de la cadena láctea están expuestos a las fuerzas de la acción y reacción, tampoco nadie puede llegar a tirar de la piola más de lo debido sin sufrir las consecuencias.
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