Los ecos de Río+20 muestran decepción. La falta de acuerdos globales con metas claras y de la presencia de los principales líderes de los países industrializados -a excepción de Francia- son signos de fracaso. Sin negar que la presencia de algunos mandatarios ausentes hubiera sumado fortaleza al evento y que sin dudas, las metas colaboren a focalizar esfuerzos. De todos modos Río+20 no puede dejar de considerarse un hito importante en el camino a un futuro sustentable.
Río+20 se ha convertido en la mayor conferencia mundial sobre desarrollo sostenible realizada al momento. De acuerdo con el Comité Organizador, participaron unas 45.000 personas, hubo 3500 eventos, asistieron cerca de 10.000 organismos no gubernamentales (ONG) y participaron más de cien jefes de Estado. Con disidencias pero sin violencia, en un clima de respeto y diálogo, se firmaron cientos de acuerdos interinstitucionales -entre gobiernos, la Academia, ONG y sector privado- y se logró un documento final que no sólo ratifica lo avanzado en las últimas décadas sino que amplía la agenda.
Dentro de esta agenda, el sector forestal ha sido presentado como un actor esencial para el futuro al que se aspira: sistemas productivos sostenibles en lo social, económico y ambiental. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) junto con la Asociación Brasileña de Celulosa y Papel (Braselpa) y el Consejo Internacional de Asociaciones Forestales y de Papel (Icfpa) de la FAO organizaron un interesante evento paralelo cuyo título marca la intención: "La forestación, corazón de una economía verde". En él se remarcó que los bosques no sólo suministran servicios ambientales esenciales tales como la protección de cursos de agua, suelos, biodiversidad y mitigación de los efectos de cambio climático, sino que los árboles son importantes proveedores de productos con las características que describen a una "economía verde": son renovables, reciclables, degradables y con baja huella de carbono.
Es innegable el conflicto entre el uso de la madera y la protección de los bosques y entre la necesidad de nuevas tierras para la agricultura y el mantenimiento de los bosques. Por ello, se destacó la importancia de su ordenamiento y de la certificación por gestión sostenible en su uso. El aporte del sector forestal con la determinación de principios y criterios internacionales en gestión sostenible que incluyen las dimensiones económica, social y ambiental y la certificación por tercera parte han marcado un camino que recientemente otros sectores productivos han seguido. El mensaje fue claro: es un camino que se debe mantener y expandir.
Por otro lado, la potencialidad de la madera para aportar a un futuro sostenible se considera directamente relacionada con las nuevas tecnologías disponibles, como la biotecnología y la nanotecnología. A través de la innovación se puede impulsar el reemplazo de minerales y otros productos no renovables o de alto impacto ambiental por productos en base a celulosa y lignina. Se habla de biorrefinerías. Ya se ha avanzado en pruebas de uso de lignina en reemplazo de minerales como el litio en baterías, reemplazo del amianto por fibras de eucaliptus, bioetanol, etcétera. El potencial de este sector parece no tener fronteras. Por ello, se hizo un llamado a profundizar la investigación y desarrollo, que conlleva a promover la inversión en nuevas áreas.
La Argentina, con 1,2 millones de hectáreas de bosques cultivados y 30 millones de hectáreas de bosques nativos, tiene la capacidad de convertirse en un proveedor responsable en ese futuro. El país ya tiene su propio sistema de certificación forestal (Cerfoar) y alrededor del 40% de sus bosques cultivados ya están certificados o en vías de certificación por FSC, uno de los principales sellos internacionales. Por otro lado, se ha sancionado una ley de ordenamiento ambiental de bosques nativos (la 26.331) que ha reencauzado la política y la administración de los bosques en las provincias. Para que ese potencial se transforme en oportunidades de desarrollo se necesita más inversión tanto en industrias clásicas como en investigación y desarrollo.
Río+20 ratificó que el camino de la sostenibilidad es un proceso con múltiples actores y caminos. La amplia convocatoria en paz, el diálogo con respeto es lo que debe dar la esperanza. El sector forestal puede aportar a una economía en la cual se utilicen menos recursos que los que el mundo es capaz de proveer en forma sostenible. Para ello, el ordenamiento y la gestión sostenible de los bosques deben ser la conducta, y la innovación el motor. La Argentina puede y debe ocupar un lugar destacado para lograr ese futuro sustentable.
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