En la producción es esperable un cambio de liquidación a retención de hacienda que lleve a un incremento del precio al consumidor, hoy fuertemente retrasado frente a la inflación; octubre sería el mes del epicentro del aumento
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Mientras la inflación sube en un ascensor, los precios de la carne vacuna permanecen estancados y bloqueados por una sequía que, ante una escasa oferta forrajera, fuerza a los productores a seguir enviando animales a faena en volúmenes que superan todas las previsiones. Así se genera niveles de retraso extraordinarios y fuertes perjuicios actuales y futuros en la génesis del proceso productivo.
Con los datos de envíos a faena publicados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), en el primer semestre de este año estos se incrementaron en casi el 14% respecto del promedio de los dos años precedentes, y con un número que define el proceso de liquidación de vacas que este año superaron en casi el 25% las faenas ocurridas en el citado período.
Estos datos no hacen más que confirmar las consecuencias de una feroz sequía particularmente en la fuerte caída de preñez que permite estimar una pérdida no menor a 1,4 millones de terneros que no nacerán este año y no serán animales para faena en los siguientes dos años, anticipando caídas del stock y de la oferta futura.
El incremento de la oferta generó un 5% en volumen de las exportaciones, que muestran en tanto una fuerte caída de los precios internacionales. Por su parte, aumentó casi el 15% la oferta destinada al mercado interno o su equivalente a 6 kilos más por habitante/año que, sumado a la caída del poder adquisitivo, frenaron los precios del ganado a faena y llevaron retraso de los precios de la carne al consumidor.
Se espera una pérdida cercana a los 1,4 millones de terneros que no nacerán este año ni se ofrecerán en la zafra de otoño 2024. Tampoco serán enviados a faena en los años 2024 y 2025
Partiendo de una inflación del 7% para junio, según las estimaciones de los especialistas, el incremento del IPC interanual a fin de junio alcanzaría el 117,6%. Frente a estos números, el retraso de todos los valores relacionados a la materia prima (ganado) y la carne al consumidor resultan de tal magnitud que cuesta recordar datos similares en períodos interanuales anteriores.
El siguiente gráfico muestra el mencionado retraso:
El precio de la carne al consumidor quedó 46 puntos porcentuales por detrás de la inflación. El ganado liviano destinado a faena para el mercado interno se ubicó al 50% de la inflación y los productos que generan los ingresos de la actividad de cría (terneros y vacas descarte) acumularon retrasos de tal magnitud que perdieron el 82% y 96% de su valor respecto de la mencionada inflación.
Un verdadero desastre provocado por una liquidación que se explica, entre otros, por un incremento cercano al 25% en el envío de animales a faena respecto del promedio de los dos años inmediatos anteriores.
¿Qué esperar hacia adelante? Se espera una pérdida cercana a los 1,4 millones de terneros que no nacerán este año ni se ofrecerán en la zafra de otoño 2024. Tampoco serán enviados a faena en los años 2024 y 2025. Asimismo, la liquidación de vacas generará una caída en el número de vientres al próximo servicio no menor a 500.000/800.000 cabezas, impactando en la oferta futura de terneros del 2025 y la faena de 2025 y 2026.
Mirando el corto plazo, si efectivamente se cumplen los pronósticos meteorológicos y vuelven las lluvias a fines del invierno, llegará una primavera con alta oferta forrajera y se encontrará con un stock insuficiente para transformarlo en carne. La magnitud de la pérdida de cabezas en stock podría alcanzar los 2,5 millones que, sumado a la interrupción de las recrías pastoriles, impactarán en una caída combinada de cabezas y peso de animales destinados a faena.
Si sumamos los cambios de expectativas que, como resultado de las elecciones, podrían generar cambios en las políticas públicas que ordenen la macro y liberen las restricciones al crecimiento, es esperable un cambio de proceso, de liquidación a retención cuya magnitud podría generar una fuerte recuperación de precios del ganado y, como consecuencia, de los precios de la carne al consumidor.
Si bien el momento resulta difícil de predecir, no cabe duda respecto que va a ocurrir antes, durante o luego del período eleccionario, con epicentro en el mes de octubre y su impacto será significativo.
Lamentablemente se han perdido todo tipo de esperanzas que este Gobierno se ocupe de lanzar medidas proactivas que apunten a reducir el período de escasez y precios altos. Sin embargo, existen expectativas positivas que las alternativas de la oposición implementen una serie de medidas que den previsibilidad en el largo plazo corrigiendo los desajustes de la macroeconomía, incentiven el incremento del peso de faena quitando las trabas a las exportaciones e impulsando negociaciones internacionales.
Además, que sincere la participación real de la carne vacuna en la formación del IPC y el costo de la Canasta Básica Alimentaria y ordene la informalidad que permitan consolidar el crecimiento y las inversiones.
Varios y fundados estudios confirman que la ganadería argentina puede crecer más del 50% en pocos años, su concreción dependerá de las políticas que implementen las próximas autoridades para que no caigan, como ha ocurrido en innumerables ocasiones, en el facilismo de restringir exportaciones o intentar imponer precios máximos que solo sirven para seguir postergando innecesariamente el futuro.
El autor es consultor ganadero
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