Obra de Linares Cardozo, “Canción de cuna costera” es un clásico del folklore argentino
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Canción de cuna costera, de Rubén Manuel Martínez Solís, conocido artísticamente como Linares Cardozo, es, para mí, la nana por excelencia. Y tomo nana en su primera acepción del Diccionario: “Canto con que se arrulla a los niños”.
El autor, nacido en La Paz, al norte de Entre Ríos, tiene en su libro Júbilo de Esperanza, un capítulo “Las nanas regionales”. De su lectura se desprende que su nana costera no pudo dejar de nacer. Señala, entre otras cosas:
“La canción de cuna es el recurso de la madre humilde; la he comprobado en las eventualidades de su vida, parece dialogar, dulcemente, con el pequeñuelo. Tiene cotidianamente tareas seguidas que la apremian. El pequeño es un obstáculo, una pesadumbre, le brota la canción como la flor en los cardales de su vida azarosa”.
La Canción de cuna costera reproduce un instante quieto, donde, sin embargo, proliferan pequeños y callados movimientos. Tiene índole impresionista: la captación del momento, la impresión generada, temas caros a dicha escuela. Podría ser hermana del cuadro “La Mazamorra” de Fernando Fader u otro parecido. Veamos: Sobre la noche calma sobre el río andan, inmóviles aunque latentes, el sueño, el trabajo y el querer.
Estos tres componentes parecen desprendidos no del ambiente sino de su autor, Linares Cardozo. Porque, según el ojo o las sensibilidades, otros componentes podrían llenar la laxitud del momento, componentes agónicos o festivos, de fuerte testimonio o de puro arte. Pero el autor es jubiloso de esperanza, orgulloso de entrerrianía, amante de una entereza que él tiene como emblema de sus comprovincianos.
Y en esa inmovilidad llena de sigilosos movimientos, algo se desliza en el agua. Y un adjetivo -curtido- evita acusar al artista de no hacerse cargo de las privaciones y los sufrimientos costeros: Ya va el pescador curtido / recorriendo el espinel/
Ese “Ya va” señala rutina, un acto cotidiano. Y quien se encamina a ver si enganchó un “Pan del Agua” -al decir de Ramón Ayala- no va riendo ni llorando. Va curtido. Y allá en el rancho que acaba de dejar para el último repaso de anzuelos del día, hay un verbo de acción -mecer- que sin embargo no altera la quietud. Y nombra una provincianía neta, en la cuna de árbol nativo:
Mece con suave emoción/una cunita de sauce
Y enseguida el estribillo con su clásico Gurisito costero, duérmase?, que comparte popularmente el título con el que encabezamos, pues muchos la conocen así. Y el cantar de la madre nos adentra aun más en su provincia y en sus ríos, con lo que promete a su hijo:
Chalanita de ceibo,/collar de caracol
Finalmente, en la segunda parte, el niño se duerme. Lo cual contribuye a la quietud imperante. Sin embargo, otra vez se suceden desplazamientos silenciosos, aunque en este caso notorios:
El niño ya se ha dormido,/la luna salió a mirar?/El canto de la madre acunando parece incluso rozar al astro:/Hamacándose en las aguas/por entre el camalotal?
Y a la cuna que se mece, a la luna que se hamaca y a una brisa que parece que viene y va -todos juntos en el suave vaivén de la Canción de cuna costera- la madre augura un destino a su hijo:
Crecerá junto al río, mi cielo,/será buen pescador
Cerraré con una duda o fantasía. Años después de esta creación imperecedera, Jorge Méndez compuso el Chamamé Canción a Puerto Sánchez, es decir, al mismo sitio donde, Linares Cardozo compuso la Canción de cuna costera. El niño amamantado, ya adulto, reside en Crespo. Ahora bien, en el ínterin creció y un día se fue, ¿integró el cardumen de niños en la orilla, que menciona Méndez?
Los gurises de la costa /qué lindos que son, /melenita despeinada,/sonrisa de sol. /Noche y día mojarreando,/sublime ilusión?
Capaz, sí, que uno de ellos era él.
Más enlaces para escucharla
Los Fronterizos
Horacio Guarany
Liliana Herrero y Juan Falú
Baglietto-Vitale
Los Hermanos Cuestas
Jorge Suligoy
Magma:
Para conocer más
A efectos biográficos y también de la canción que nos ocupa, aconsejo, por rumbos virtuales, arrimarse al documental que lleva adelante el músico Emilio Del Guercio, en el ciclo “Cómo Hice”, Primer Archivo Audiovisual de la Canción Argentina. En este trabajo, tras reseñas sobre el autor y el modo con que se gestó nuestro tema, hay una entrevista nada menos que a la madre que amamanta al gurisito costero, doña Dominga Ayala de Almada, en Puerto Sánchez, junto al Paraná. Y hasta da con el propio amamantado, residente en Crespo, quien se siente -y con razón- distinguido por la suerte.
No puedo soslayar una hipótesis que hace al embrujo de esta nana. Y que me nació a pura intuición, conocimiento que tengo por válido al menos en principio: el tema no hubiera tenido su clima y carácter de haber sido escrita después de haberse habilitado los pasos a la provincia, que desdibujaron su condición aislada.
Me refiero al túnel subfluvial que une Paraná con Santa Fe, en 1969 y el complejo de puentes Zárate-Brazo Largo, en 1977. Así de arbitrario es mi pálpito. Y me hago cargo: La Canción de Cuna Costera trasunta insularidad, apartamiento, rincones escondidos. Esta hecha en un tiempo de un Entre Ríos íntimo, como a un costado sus compatriotas.
Es el aislamiento de entonces, al tiempo de su creación en la década de 1960 -no pude dar con la fecha exacta- lo que la embruja definitivamente. Porque igual que se cruza en chalanas o barcas el Paraná o el Uruguay y sin perjuicio de grabaciones, tengo la convicción que fue en boca de madres, entrañable contrabando, que esta canción se propagó entre la gente.
Esta nota se publicó originalmente el 19 de noviembre de 2022
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