Por la suba de costos y las dudas sobre el dólar hay demoras en las decisiones
La Argentina está cerrando una mala campaña, que se está cosechando en estos momentos, con pérdidas de más del 22% en soja y más de un 31% en maíz a nivel nacional. Esto lleva a que las empresas estén descapitalizadas y con dificultades para acceder a fuentes de financiación a tasas bajas, debido a la situación macroeconómica mundial y local.
A esta pérdida de producción hay que agregarle la suba de costos en pesos, con dólar estable, que determina que año tras año se incremente la inflación en dólares. Dentro de estos costos está el aumento de las labores, los gastos de administración y estructura y, sobre todo, los gastos de comercialización. Un ejemplo del aumento de las labranzas: la relación de la soja con la Unidad de Trabajo Agrícola (UTA) es un 33% inferior al promedio de los últimos 5 años. En los gastos de comercialización hay que destacar que los fletes crecieron en promedio un 20% con respecto al año anterior. Otra comparación: en 2002, un flete para 300 km costaba 12 dólares por tonelada y hoy ese mismo recorrido exige 41 dólares por tonelada, según la Catac. Si al aumento de este año se le agrega la tarifa que exigen las nuevas cartas de porte, la ecuación se hace insostenible para aquellas empresas ubicadas a más de 400 km de los puertos. Esto trae gran preocupación hoy y sobre todo hacia el futuro, en zonas alejadas de los puertos como el NEA y el NOA.
También hay que considerar los insumos y su moneda de compra. Si bien la relación de los principales insumos en dólares, glifosato y fertilizantes, con la soja sigue en buenos valores con respecto a los promedios históricos, (hoy es un 15% más barato comprar fosfato diamónico con soja que el promedio de los últimos 5 años), no hay que dejar de ver con qué dólar se van a comprar dichos insumos. ¿El dólar que recibe el productor por sus productos es el mismo que se va a tomar para los insumos importados?
Si se considera que cerca del 50% de la superficie agrícola de la Argentina es sobre campos arrendados y que con la suba de costos mencionados no hay negocio rentable en el ciclo 2012/13, existe una puja muy importante por reducir el valor de los arrendamientos para la próxima campaña. Si no bajan en quintales por hectárea entre un 10 y 25% según la zona, las rentas dejan de ser atractivas. Esta negociación se va demorar porque nadie quiere ganar menos dinero de un año a otro y esto incluye a los dueños de los campos. A esta situación hay que agregarle que todavía muchos negocios se pactan con quintales de soja disponible y no con soja de la próxima cosecha como debería ser. Este es un cambio cultural que tarde o temprano va tener que llegar. ¿Cuál es el negocio de pagar un alquiler con una soja disponible 50 dólares por tonelada más cara que la del próximo año que es la que realmente voy a cosechar?
Si bien las condiciones hídricas para la siembra de trigo son casi ideales en la mayoría de las zonas productivas, el negocio de este cultivo deja mucho que desear. Algo similar sucede con el maíz, que tiene una inversión por hectárea superior a la soja en 90% para la misma zona y un precio que tuvo un descuento del FAS teórico en promedio 48 dólares por tonelada.
Con un mercado no intervenido y su precio siempre en paridad internacional, con menor inversión por hectárea que el resto de los cultivos y con gran plasticidad de siembra en distintos ambientes, este año todos los caminos conducen al mismo lugar: la soja.
ESCENARIO
- En el trigo, los precios que ofrecen hoy los mercados de futuros, cercanos a US$ 160 dólares por tonelada, no aseguran renta y el mercado sigue intervenido como hace ocho años. Si a los precios bajos y el mercado intervenido se suman los gastos directos, para sembrar trigo en la zona oeste de la provincia de Buenos Aires se necesita un 30% más de dinero que para una soja. Esta pérdida de incentivos hace que la baja en la superficie sembrada sea entre el 15 y el 20 por ciento respecto de la campaña pasada.
- Colza, garbanzo, arveja y, sobre todo, cebada van a crecer este año como consecuencia de las restricciones al trigo y al maíz. Excepto la cebada, estos cultivos no presentan una superficie importante, pero en los últimos años tuvieron un crecimiento constante con una sola razón: dejar de hacer trigo.
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