Desde la antigüedad el hombre ha usado calzado para protegerse los pies y los primeros han sido un pedazo de cuero o piel animal enrollado en los pies y piernas. Los primeros registros que se conocen de calzado elaborado hablan de la presencia de la bota ya hace 15.000 años A.C, tal como lo testimonian numerosas pinturas rupestres.
Todos los pueblos de la antigüedad usaron botas de cuero (hebreos, troyanos, escandinavos, polacos, etc.). En siglos posteriores se comienza a manufacturarlas en forma industrial en Europa.
En nuestro país existe una variante de bota criolla, de autofabricación, que se denomina “bota de potro”, heredera de las existentes en la antigüedad. Es un calzado típico parte del atuendo tradicional del gaucho, habitante de lo que hoy son la Argentina, el sur de Brasil y Uruguay que se empezó a usar en el siglo XVII. La bota de potro es siempre de cuero crudo y de fabricación propia por su usuario, cualquier gaucho o criollo se hacía las suyas en forma económica usando un recurso barato y abundante en la época (cuero de caballo).
¿Cómo se confeccionan? Consiste básicamente en un “tubo” de cuero sacado de las patas posteriores de un equino. Para obtenerlo se hacen cortes transversales en el animal, uno en el muslo y el otro un poco más arriba del vaso. Se quita tironeándolo y dándole vuelta y se corta el extremo de la pata para que el cuero pueda despegarse. Luego de quitar ese tubo, se realiza el descarne, que es retirar la mayor cantidad de tejido, salvo en el garrón (codo), que es donde irá el pie y suele ser la parte más firme y resistente (se usa de suela). Se quita el pelo. Luego llega el turno del “amolde”, que es cuando se engrasa la pierna del portador de la bota y se calza para que tome forma.
De más está decir que son óptimas para andar a caballo y no se usaron para caminar.
Su fabricación generó polémicas ya que se mataba a un caballo para sacarle nada más que las botas, desperdiciando carne y cuero, por lo que a principios de 1800 se llegó a prohibir su uso. Desde siempre se obtuvieron mayoritariamente de las yeguas jóvenes menos apreciadas por el hombre de campo que el caballo castrado. También se pueden confeccionar con cuero de vacuno o de burra.
No está muy claro el origen de la bota de potro. Hay quien sostiene que los indios de nuestro país ya las usaban previo a la conquista (no eran de caballo obviamente ya que fue introducido por los españoles), otros que es fruto del ingenio gauchesco rioplatense y, según Fernando Assuncao en su célebre libro “Pilchas Criollas”, propone que se trata de una herencia de los arrieros peninsulares de mulas, asnos y burros, probablemente de las provincias españolas de Asturias, Galicia y León. Esta última parece ser la teoría más lógica.
Fueron utilizadas hasta aproximadamente 1850 donde la generalización del uso de la bota fuerte (de cuero curtido y fabricación industrial o artesanal), los altos precios del ganado caballar y vacuno y el desarrollo de calzados industriales de uso rural (alpargata) de bajo costo y de fácil obtención sellaron su suerte.
Hoy solo está presente en los desfiles tradicionales, en los concursos de aperos y en las jineteadas.
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