En el sector forestoindustrial señalan que, con mejores condiciones, competidores como Brasil se encuentran captando capitales para pasta la actividad; el caso de la chilena Arauco
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POSADAS.- En la Argentina hay un sector de la economía que tiene un extraordinario potencial para recibir inversiones importantes pero, a pesar de esas condiciones, los proyectos le son esquivos y van al resto de los países vecinos. Se trata de la forestoindustria, con los proyectos para instalar plantas productoras de pasta celulósica de fibra larga y corta sobre la base de bosques que ya están listos para ser explotados de pinos y eucaliptus en Misiones, Corrientes y Entre Ríos.
Según dicen en la actividad, las grandes inversiones en forestoindustria tienen todo para venir a la Argentina, pero se van a Chile, Uruguay, Brasil e incluso podrían ir a Paraguay donde no hay bosques o materia prima suficiente, pero sí estabilidad económica.
Esa tesis se terminó de reforzar el 22 de junio pasado, cuando la compañía chilena Arauco -controlante en la Argentina de la exAlto Paraná, que es la mayor forestoindustrial del país-, anunció que realizará la más alta inversión en la historia de este grupo empresario para levantar una gran fábrica de pasta celulósica en Brasil. Se trata del negocio que le faltaba en Brasil a este gigante chileno que comenzó su expansión internacional en los noventa comprando una empresa en la Argentina que tenía todo para ser la cabecera mundial de ese grupo y terminó siendo un negocio secundario.
En rigor, en el vecino país Arauco construirá a partir del 2025 una planta de pasta celulósica de fibra corta a 330 kilómetros de Campo Grande, en el estado de Mato Grosso. La fábrica estaría operativa a partir de 2028 y dará empleo directo a unas 2500 personas. Este es el plan anunciado, que aún está sujeto a la aprobación medio ambiental y del directorio de Arauco, informó la empresa hace tres semanas. Se desembolsarán unos US$3000 millones.
El 22 de junio pasado lo que se hizo fue anunciar públicamente la firma de un acuerdo de entendimiento o acuerdo de colaboración entre la compañía de origen chileno y el gobierno de Mato Grosso. Arauco es un gigante de la industria forestoindustrial que, además, es el segundo mayor productor mundial de pasta celulósica, detrás del Grupo Suzano, de origen brasileño. Luego viene el también chileno CMPC y en cuarto lugar la exIP o International Paper, una de las empresas clásicas que integra el índice Dow Jones.
El gigante chileno, que forma parte del grupo Angelini -uno de los más poderosos del país trasandino-, comenzó su expansión internacional en 1996 cuando adquirió en la provincia de Misiones a la exAlto Paraná al CEI Citicorp, quien a su vez lo había comprado un par de años antes a la empresa Celulosa Argentina. Alto Paraná fue parte de esos proyectos de industria pesada donde el Estado Nacional se involucró junto a un grupo de papeleras. Se concibió en los años 70 y finalmente se inauguró esa planta, que fue modelo en su momento, hace 40 años.
Cuando el grupo chileno Arauco compró la exAlto Paraná en 1996, comenzaba una expansión internacional que tenía a la Argentina como una de sus principales bases para crecer.
Posición relegada
Hoy la Argentina terminó en cuarto lugar en la región para Arauco Argentina. Según una presentación corporativa de la empresa, si se concreta la inversión en Mato Grosso, el ranking de países por capacidad de producción de pasta celulósica serán: Chile (2,9 millón de toneladas año de pasta), Brasil (2,5 millón de toneladas), Uruguay (750.000 por la mitad de su joint venture con los finlandeses en Montes del Plata) y la Argentina, con 350.000 toneladas.
Incluso el empresario paraguayo Blas Zapag, dueño de la distribuidora de combustible Copetrol, está avanzando con un proyecto para poner una planta de pasta celulósica en la localidad de Concepción, a pesar de que Paraguay no tiene plantaciones suficientes como para abastecerlo. En una charla con LA NACION en noviembre del 2020, Zapag aseguró que tenía un commitment de Goldman Sachs para fondear parte del proyecto con 1400 millones de dólares. “Ustedes lo tienen todo, algún día van a volver a despegar”, dijo en esa charla el paraguayo Zapag.
Lo cierto es que, desde aquella compra que realizó Arauco a la exAlto Paraná, con el paso de los años una combinación de factores entre los que se encuentran la recurrente inestabilidad económica de la Argentina y un clima que no favorece las inversiones en el negocio forestoindustrial, como el conflicto ambientalista que ocurrió por la instalación de Botnia en Uruguay, llevó a Arauco y al resto de los grandes jugadores internacionales de este negocio a evitar cuidadosamente a nuestro país.
Todo esto a pesar de que la Argentina es un país que, por la magnitud de sus recursos forestales, en especial los bosques implantados en Misiones y Corrientes, puede tener inversiones para 2, 3 y hasta 4 plantas similares a las se anunciaron para Mato Grosso.
“Ante este anuncio de Brasil por 3000 millones de dólares, vemos que allí continúan con los planes de inversión en biorrefinerías e industrias complementarias, independientemente del gobierno que esté en cada momento. La Argentina, con las mismas o incluso con mejores condiciones naturales, continúa mirándolo de afuera”, dijo a LA NACION Osvaldo Vassallo, presidente de la Asociación Forestal Argentina (AFOA), que aglutina a las grandes forestoindustrias del país.
Vasallo fue gerente de Celulosa en los años 90 y adhiere a una teoría que circula y compara esta situación con las visitas del Papa Francisco a la región, pero que no ha venido a la Argentina. “Es un excelente ejemplo, las inversiones tienen todo para venir acá, como el Papa Francisco tiene todo para visitar nuestro país, pero va a los vecinos, ja”, señaló.
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