La sensación de vivir con incertidumbre permanente -con esta administración es frecuente- abunda en nuestra querida Argentina. El no saber qué va a pasar, la inflación, la inseguridad, la falta de trabajo, hacia dónde vamos a ir, si el dólar sube, baja -casi imposible esto- o de convivir con 7 u 8 tipos de dólares distintos, qué decir de si hay o no vacunas, si llegan las segundas dosis, el cierre de empresas, locales, negocios, si se puede salir o no, si se puede viajar o no y, si lo hacés, si podés volver, el sentir que hay varias “Argentinas” y que no son iguales para todos, el sentimiento de “impunidad” que tienen algunos funcionarios de todos los niveles, la injusticia en muchísimas medidas y acciones que vemos día a día, la mentira usada en forma permanente.
Todas situaciones traen consecuencias emocionales -muchas de ellas se originaron seguramente fruto de la pandemia- y son y serán más problemáticas luego que esto finalmente haya pasado o se empiece a normalizarse.
La agroindustria no está ajena a todos estos, por más que muchos no lo vean o consideren, muy por el contrario. Es una suma de segmentos que, por suerte, pudo seguir “andando” pese a todo en esta pandemia, pero siempre con “la mirada acusadora” del Gobierno que, por alguna razón, no quiere ver o entender que en la agroindustria, “el campo”, “el agro”, desde el productor – principal y primer eslabón de la cadena agroindustrial – y hasta todos los eslabones de la cadena son parte de la solución de y para este país y no parte de ningún problema.
Es llamativo -también lo fue en las anteriores administraciones kirchneristas- como desde hace casi más de un año se trata de posicionar a todo lo que tenga que ver con este gran motor de la economía -salvo algúna excepción- como actividades que no impactan positivamente en y sobre toda la sociedad argentina. ¿Es parte de la solución el campo? Obviamente que sí.
Van algunos datos: 1) todas las provincias argentinas tiene algún tipo de actividad agroindustrial relevante, algunas muchas, 2) la agroindustria es una gran generadora de empleo directo e indirecto, la gran mayoría de las localidades y ciudades del interior de la Argentina viven por alguna conexión con actividades agroindustriales, 3) Más del 65% de las exportaciones de nuestro país son provenientes de productos agroindustriales, 4) Podemos producir alimentos para más de 700 millones de personas en el mundo y alimentos de valor sin contar los commodities, 5) exportamos más de US$2000 millones del sector pesquero, 6) Podemos producir proteína animal y vegetal en cantidad y calidad, 7)potenciar cada vez más – ya en parte lo hacemos - internamente y al exterior muchas acciones concretas a través de la bioeconomía, la biotecnología, los bionegocios, los bioinsumos, la innovación, 8) la Argentina no solo exporta granos, carnes, alimentos en general, también exporta y puede exportar más en materia forestal, tanto productos primarios, como elaborados y procesados de la madera, 9)la investigación argentina en materia de mejoras genéticas y biotecnología es y puede seguir marcando liderazgo en el mundo (por ejemplo, soja HB4, trigo HB4, 10) podemos llegar a más de US$130.000 millones de exportaciones provenientes de la agroindustria en 2030. ¿Queremos?
En contraposición a este océano de oportunidades está lo que pasa en el “día a día” y lo que se ve, percibe y se actúa. Ante todo, una falta de reglas claras y de seguridad jurídica, mantenimiento del “status quo”, la inacción o la desviación de lo importante: 1)ausencia de un plan estratégico con visión de país “abierto al mundo” -¿querrá hacer esto el gobierno? - pero al mundo que nos permita crecer y progresar, 2) restricciones a las exportaciones de carne, 3) intervenciones a mercados, 4) obviamente el impacto de retenciones, 5) enormes cargas impositivas a la producción -municipales, provinciales, nacionales (los de mayor impacto) -, 6) amagues y “bombas de humo” con amenazas de posibles medidas más restrictivas, 7) se aprueban leyes que son un mamarracho y perjudican no solo a la agroindustria sino a la sociedad (por ejemplo, nueva ley de biocombustibles), 8) el Estado se hace cargo de la hidrovía, 9) no se cierran los acuerdos con bloques/mercados/países que realmente beneficiarían a la Argentina, 10) se le miente a la sociedad, se discuten cosas intrascendentes, se busca sacar de foco lo importante y se invierte tiempo y esfuerzo en imponer por ejemplo un lenguaje inclusivo, en cambiarle vocales a las palabras, o en definir como gran logro el ser el primer país de Latinoamérica en sacar un DNI “sin importar el sexo” de las persona.
Lo único que debería hacer un Estado si tuviera coherencia y quiere favorecer la producción, para que las pymes generen más empleo genuino, crezcan y se desarrollen, es fomentar, motivar, ayudar, y fundamentalmente no complicar la vida de la gente que produce y quiere producir más y mejor cada vez más.
Algo tan simple y concreto como esto. ¿Cómo es posible que si el gobierno nacional necesita cada vez más ingresos de dólares genuinos cierre o controle exportaciones? Cómo es posible que el control sea más importante que las aperturas de mercados? ¿Cómo es posible que un productor venda sus producciones en pesos y compre sus insumos en dólares? ¿Cómo es posible que el Estado “realice un saqueo” a los productores quedándose con más del 62% de la renta agrícola ¿Por qué razón se hace lo contrario a lo que es coherente, tiene sentido común y conviene a la gente, sí, a toda la gente? ¿Será que no entienden? Porque si no pensaría que no quieren entender, y las otras razones prefiero no pensarlas para no amargarme y amargarlos a cuenta.
Vienen tiempos electorales. Elecciones de medio término donde se deberá buscar un equilibrio entre los cuerpos legislativos para evitar que una sola fuerza se imponga en todo. Es momento en que los argentinos tenemos una nueva oportunidad de pensar qué queremos, qué país queremos, en qué país queremos vivir, nosotros y nuestros hijos.
Depende de nosotros, solo de nosotros. Hay un país donde la agroindustria fue, es y será siempre parte de la solución, por muchas más razones de las que expuse en esta nota. Algunos lo ven y entienden, muchos otros que hoy toman decisiones parece que no. Nos estamos perdiendo una nueva oportunidad cuando lo que deberíamos hacer es justamente aprovecharla. Así como votar bien depende de cada uno de nosotros, el ver que “el agro” es la solución depende de los que hoy, temporalmente, les toca gobernar. Muchos ya lo sabemos o vemos. Por favor, piensen y entiéndanlo. Es su deber y responsabilidad.
El autor es director general de CONFIagro. Exministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019)
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