Mientras en la Argentina se aguardan definiciones sobre el nuevo escenario que prevalecerá partir del 10 de este mes con la asunción de Javier Milei, la agenda internacional abre una ventana sobre una cuestión crucial en el mediano y el largo plazo: el cambio climático.
El foco de la atención está en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, donde comenzó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 28). Líderes globales, científicos, representantes de gobiernos, instituciones internacionales, empresas, ONG y jóvenes participan en el encuentro hasta el 12 de este mes para decidir medidas de mitigación a los efectos del calentamiento global.
Se discuta o no sobre la responsabilidad de la actividad humana en esta realidad, lo cierto es que a nivel mundial hay un consenso suficiente sobre la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Por supuesto, la cuestión es cómo hacerlo, quién paga los costos y cómo se reparten las cargas de un proceso complejo. En ese sentido, es mejor estar en la mesa de las discusiones y negociaciones que quejarse desde afuera. Y el agro es clave en este debate.
Uno de los escasos ejemplos positivos que puede mostrar el país en materia de acuerdos es que recientemente se logró un consenso entre el sector público y el privado respecto de la posición que tiene la producción argentina en este foro. En un documento firmado por la Secretaría de Agricultura y entidades de la producción y la agroindustria (desde la Sociedad Rural Argentina hasta el Consejo Agroindustrial, entre otras), se destacaron dos puntos fundamentales:
●”Nuestros modelos productivos son parte de la solución a los grandes desafíos globales, como la seguridad alimentaria y el cambio climático. Proveen servicios ecosistémicos y permiten producir más alimentos con bajo impacto en el ambiente, por lo cual deben ser reconocidos y retribuidos como una herramienta para el cuidado ambiental. Estas acciones requieren recursos sostenidos, genuinos y en cantidades necesarias para tal fin.
●”Destacamos que nuestra ganadería es altamente segura en términos sanitarios, eficiente en materia de bienestar animal y una importante fuente de proteínas. Los sistemas productivos de naturaleza extensiva pastoril contribuyen a la captura y secuestro de carbono, organizados con criterio regenerativo contribuyen a incrementar la diversidad y salud del suelo, aumentar la capacidad de retener agua secuestrando carbono, conservando bosques y pastizales, acuíferos, humedales y sus ecosistemas”.
Este punto es particularmente sustancial teniendo en cuenta que se intenta poner a la ganadería en el banquillo de los acusados por el calentamiento global cuando, al igual que la agricultura, es una actividad que también contribuye a la captura y el secuestro de carbono.
En el documento se pone énfasis también en un aspecto que los países desarrollados eluden en los debates: el papel del comercio agrícola. Reclama que se vuelva a la idea del multilateralismo, que no es otra cosa que establecer reglas transparentes y comunes al comercio. Y que las decisiones se adopten en criterios basados en la ciencia.
Uno de los líderes más activos en este contexto es el argentino Manuel Otero, director general del Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola (IICA). Presente en Dubái como representante de 34 gobiernos de las Américas, Otero expresó recientemente que “si tomamos las emisiones por hectárea de la producción agropecuaria en general, incluyendo la deforestación, América Latina y el Caribe tienen menos emisiones, medidas en dióxido de carbono equivalente, que la Unión Europea. Esto se ha logrado con un gran esfuerzo de ciencia y tecnología y otras políticas públicas y, sobre todo, con el coraje y decisión de los productores y trabajadores de los sistemas agroalimentarios”.
Para el director del IICA, “los sistemas agroalimentarios de la región no son fallidos, como procuran argumentar algunas narrativas. Eso no significa que no haya cosas por mejorar. Queda bastante por hacer y problemas por resolver: todavía hay unos 43 millones de personas que sufren hambre; algo más de 133 millones que no pueden acceder a una dieta saludable y más de 110 millones de adultos son obesos”.
De la mano del conocimiento científico, la tecnología y la innovación, como el desarrollo de la siembra directa, por ejemplo, la Argentina tiene ejemplos para dar sobre cómo se puede avanzar en el camino de la sostenibilidad.
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