El instrumento se difundió en el país desde Santiago del Estero
La primera incursión "musical" del ser humano nació de la percusión. El hombre primitivo lograba efectos rítmicos mediante el palmoteo o golpes contra su cuerpo. Los antecesores más arcaicos del bombo se encuentran en los "pozos pateados", excavaciones en el suelo que se cubrían con cortezas de árboles y en el "tambor de hendidura", tronco ahuecado a la manera de una canoa. En sucesivas evoluciones, ambos "instrumentos" se golpeaban con los pies, con las manos y, finalmente, con el "bastón de ritmo".
Pero estos instrumentos de percusión todavía no se acercan al bombo, ya que la vibración no proviene de una membrana. La utilización de los parches, como elemento sonoro, es posterior, y antes de llegar al bombo que hoy conocemos, instrumento de percusión membranófono, el ser humano incursionó en infinidad de pruebas.
Sí sabemos que durante la Edad Media y con el nombre de "atabal", era instrumento indispensable en las fanfarrias. Se transportaba con correa a la espalda de un hombre mientras que otro, situado detrás, lo hacía sonar; más tarde se los acomodó por pares, a los costados de la cabalgadura y el jinete pasó a ser el músico encargado de hacer surgir sonidos marciales.
En procesión o en carnaval
Se pueden distinguir tres variedades básicas del bombo en nuestras tierras: el de procesión, el de banda y el de orquesta. El de procesión tiene menor altura y mayor diámetro que el de orquesta. El hecho de que carezca de aros lo asemeja a una caja gigantesca y sugiere su posible origen prehispánico. Se lo golpea con uno o dos mazos, y el ejecutante lo cuelga de su cuello y lo mantiene en posición horizontal. Se utiliza, mayormente, en el Noroeste y es el instrumento por excelencia en las procesiones religiosas.
El bombo de banda es siempre un tambor "chato". Comienza a imponerse en el Noroeste, unido a las bandas de sikuris y anatas, y es infaltable en los conjuntos que hacen música bailable durante el carnaval jujeño. Se percute con un mazo sobre uno de sus parches, el que a menudo lleva leyendas y emblemas que identifican al grupo o comunidad. Al igual que el bombo de procesión, se toca de pie.
El bombo de orquesta es tubular y se lo construye excavando un tronco (de palo borracho, de ceibo) hasta transformarlo en un cilindro de paredes delgadas. Lleva en cada extremo un parche de cuero de cordero, de vizcacha, cabra o vaca, cosidos a sendos aros de rama de sauce o de mimbre, los que, una vez finalizada la operación del "retobado", quedan cubiertos por el mismo parche. Sobre ellos se apoyan los aros que se unen entre sí mediante presillas. Se golpea con un mazo de cabeza de corcho o de fieltros, y se utilizan dos mazos para los redobles.
Su origen es europeo y parece haberse difundido desde Santiago del Estero hacia todo el centro y el noroeste argentino. La innovación de los golpes en el aro, además de en el parche, parece haber sido una novedad que aportó el eminente intérprete y folclorista don Andrés Chazarreta.
Vibraciones de mi pago
El sonido del bombo es de una gran contundencia y poder en los fortissimi , delicado en el mezzoforte y de gran sensualismo y misterio en el piano y el pianissimo . Si el percusionista quiere apagar las vibraciones, lo hace poniendo la mano en el parche. Se puede obtener un sonido seco y contundente y cerrado si se percute en el centro del parche, y si se percute a dos tercios del radio se logrará un sonido más amplio y difundido.
En cuanto a la denominación de bombo legüero, que no es otra cosa que un bombo de orquesta, fue introducida por los hermanos Abalos en época bien reciente. Al componer la "Zamba de mi pago", a comienzos de la década del 70, cuya primera estrofa reza: "Un violín gemidor/ junto a un bombo legüero/ y un viejo arpero,/ noticias me traen de ´ande soy", surgió la denominación destinada a obtener rapidísimo renombre. A partir de éste, se echó a correr la idea de que el bombo así designado era capaz de un volumen tal que hacía posible oírlo no a una, sino a varias leguas, pero la realidad demuestra que a ese instrumento -similar, como se dijo, al que utilizan los restantes "bombistos"- no es posible oírlo más allá de los mil metros.
En ese ámbito se producen constantes innovaciones. Por ejemplo, el ejecutar de pie el bombo criollo de orquesta fue costumbre impuesta por el conjunto Los Chalchaleros a partir de 1945. Hasta ese momento, el músico lo tocaba sentado, al igual que el resto de sus compañeros.
El bombo de orquesta criollo, legüero solamente por el afanoso deseo de alabarlo como al mejor y más sonoro, es el alma rítmica infaltable de todo nuestro folklore norteño. Y aunque no sea cierto lo de legüero, es verdad que igualmente se lo oye desde cada rincón de la patria.
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