De larga trayectoria en la industria agroquímica, critica el otorgamiento de patentes en la biotecnología
Juan Carlos Iglesias Pérez ha actuado en la industria agroquímica desde 1972. Comenzó trabajando en Química Estrella; fundó y fue el propietario de Ipesa, una compañía dedicada a la síntesis y formulación de agroquímicos, hasta que se la vendió a la familia Grobocopatel. Poner en el mercado una veintena de principios activos de punta inmediatamente después del vencimiento de las patentes (Clorimuron, Metsulfuron, Imazapir, etcétera) lo llevó a tener fuertes disputas con empresas líderes como Dupont, Cyanamid, Nissan, Novartis y Uniroyal. Toda esta experiencia en lidiar con las patentes lo llevó a ser un hombre de consulta de las entidades del agro.
-Usted tiene opiniones polémicas sobre las patentes en biotecnología. Por ejemplo, no cree que los avances biotecnológicos deban ser patentados. ¿En qué justifica su postura?
-Hay una gran confusión. No creo que los inventos biotecnológicos no deban ser patentados. Afirmo que los descubrimientos no son patentables. Por las leyes internacionales sólo los inventos pueden serlo. Los descubrimientos no son previsibles, que es una condición fundamental de lo patentable, pero no son obra del hombre, están ahí, nadie los inventa. Los genes están en la naturaleza, su manipulación no genera algo que no sea obvio ni cambia su función. Seguramente, con el avance científico, siguiendo la lógica de las estructuras genéticas, se podrán inventar genes que no existen en la naturaleza y que tengan funciones que les son propias. Eso será un invento. Cuando se otorga una patente a un descubrimiento se crea un cono de sombra sobre el desarrollo tecnológico que es nefasto. Esto se hace evidente en el hecho de que se ofrecen como novedades conocimientos con cuarenta años de antigüedad.
-¿Por ejemplo?
-Los principales genes (cp4-epsps y los derivados del BT) presentes en los eventos son genes descubiertos en la década de 1980. De ahí hasta ahora han aparecido unos pocos más, pero, como sabe el productor agrícola, son de poca trascendencia. Está el gen de la resistencia a glifosato que Monsanto presenta con la denominación RR2 como nuevo, cuando en realidad la diferencia es el promotor. Es como pretender vender un Falcon 1980 como un avance porque se usó un robot de 2017 para armarlo.
-Sin patentes, ¿cómo se financiaría entonces la investigación en biotecnología?
-Las patentes existirán cuando haya inventos. Para eso los departamentos tecnológicos de las compañías deberán ser más importantes que los jurídicos. Y además deberían estar dirigidos por científicos, no por financieros.
-Las empresas de biotecnología afirman que si no pueden cobrar por la propiedad intelectual el país sufrirá un apagón tecnológico.
-Todo lo contrario. Se va a eliminar el cono de sombra que proyectan las patentes de descubrimientos. Las patentes tendrán límites claros y no sucederá como sucede ahora, que los científicos viven acorralados por el temor a un juicio que les sería insostenible.
-¿Está planteando que los científicos pueden tener riesgos por sus investigaciones?
-Sí, exactamente. En la patente AR026994B1 presuntamente está protegido el gen cp4-epeps. En realidad no lo está, pero el que se arriesgue a avanzar e incorporarlo a una variedad seguro va a tener un juicio, y un juicio de este tipo es muy caro y largo. No creo que ningún científico se juegue, como de hecho no hay sojas RR fuera de acuerdos con Monsanto. Steve Jobs decía que si él fracasaba e IBM controlara el mercado, se entraría en un largo período oscuro. Eso pasa actualmente con la interpretación de qué es patentable. Si la ley de semillas se cumpliera, los fitomejoradores tendrían muchas mejores posibilidades, podrían ser más creativos y no estarían dependiendo de pseudopatentes.
-Insisto, sin derechos de la propiedad intelectual no hay inversiones y no van a llegar los adelantos.
-Hay que decir que no son inversiones multimillonarias. Son tecnologías que están al alcance de empresas medianas o de universidades. El problema es la amenaza que representa un eventual juicio por patentes. ¿Y de qué avances hablamos? Las tecnologías de punta que hoy se venden son de los años 80, maquilladas. Hoy las multinacionales y el sistema globalmente implantado son un obstáculo, no un estímulo a la investigación.