El presidente del Senasa busca que la producción se involucre más en el control de plagas y enfermedades
Jorge Dillón ocupa uno de los cargos más calientes de toda la función pública. Como presidente del Senasa, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), carga la responsabilidad de asegurar la inocuidad de los productos que comen los argentinos y participar en la apertura y mantenimiento de los mercados internacionales. Las contracturas que junta durante la semana hablan de las dificultades y el trajín que le impone el organismo. Los números no le juegan a favor: en Senasa trabajan 6500 empleados de los cuales sólo 1900 son planta permanente, una ecuación que repercute desfavorablemente en el espíritu de pertenencia; 180 puestos de frontera; un universo a controlar de 6228 establecimientos procesadores; circulan 720.000 Renspas, registros sanitarios de productores, de los cuáles en ganadería hay 323.000 Renspas que mueven 20 millones de cabezas por año.
-Con estos números, ¿cómo se puede controlar y luchar con eficacia contra las plagas y enfermedades?
-Claramente no podemos tener un policía en cada esquina. Hay que apelar en primer lugar a la responsabilidad del empresario, a la conciencia social de los vecinos y después recién viene la policía. Necesitamos recursos humanos capacitados para ser eficientes y eficaces en el control de plagas y enfermedades. Y cambiar la forma de controlar utilizando sistemas de información, que es la clave. Ya lo hicimos con la sanidad animal. Al generar información en tiempo real pudimos llegar a los frígorífico y auditar los puntos críticos. Con sistemas de información queremos controlar hasta los mataderos municipales.
-Hay un cambio de paradigma con la nueva ley 27.233 que declara de interés nacional a la sanidad animal y vegetal. ¿Los productores tienen ahora responsabilidad sobre los daños que puedan cometer civil y penalmente a terceros?
-Así es. El productor es un protagonista en el mantenimiento de los mercados porque los puede sostener abiertos o los puede destruir. Por ejemplo, un productor que aplique una mala praxis en el campo al suministrar un antibiótico a animales que van a faena sin respetar los tiempos mínimos para que se diluya en la carne y no actué como un contaminante. Esa mala praxis del productor puede significar que nos saquen tarjeta amarilla en un mercado externo. Esto significa que te aumentan los controles en las exportaciones y nos aumentan los costos.
-Pareciera que no hay suficiente conocimiento en los productores del cambio de reglas con la nueva ley
-Cada empresario es responsable de cuidar su sanidad animal. Con esta nueva ley las responsabilidades están compartidas: nosotros de certificar el cumplimiento de las normas pero también hay una responsabilidad primaria de los que producen, comercializan y faenan. Trabajamos en esto y le decimos al productor que se tiene que hacer cargo. Al que no cumple le caerá la ley.
-En la gestión, ¿cuáles son las cuestiones más urgentes?
-Lograr una gestión con transparencia absoluta y eliminar los focos de corrupción que tiene el organismo.
-¿Dónde está la corrupción?
-Básicamente entre los frigoríficos, en los puertos y también en el campo. Al cruzar información hemos detectado maniobras donde hay convivencia de matarifes, consignatarios y hasta de gobiernos municipales.
-¿Están preocupados con el HLB, la enfermedad más destructiva de los cítricos, que hasta el momento no tiene cura posible?
-Si, para Senasa es un problema muy serio y lo estamos atacando con todas las herramientas posibles. Con comunicación y monitoreo para saber si la enfermedad se está dispersando o no, que es la única manera de saber dónde está el impacto.
-¿Tiene lógica continuar con el plan de erradicación de la garrapata en Corrientes o habrá que conformarse sólo con controlarla?
-Las aguas están divididas, hay dos bibliotecas. Los que dicen tengo mi campo libre en área de garrapata y los que dicen no lo puedo tener libre, sobre todo donde hay monte. Después de 50 años de lucha los resultados no son buenos, tendríamos que decir que la lucha es una lucha pérdida. Yo creo que hay áreas que se pueden mantener libres y erradicadas, que tienen su costo pero que también tienen su beneficio. Y después otras que inevitablemente tienen que ir a control. Porfiar por erradicar puede ser una mala inversión.