El cierre de los registros de exportación para la harina y el aceite de soja, los dos productos más importantes de la cadena, y la suba de retenciones amenazan la competitividad del sector que ya exhibía signos de deterioro
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El intempestivo cierre del registro para exportar harina y aceite de soja que estableció el Ministerio de Agricultura como preámbulo para anunciar una nueva suba de derechos de exportación, para evitar que se realicen nuevas declaraciones con tributos viejos, volvió a poner el foco sobre un tema que en la actividad se viene advirtiendo desde hace tiempo atrás: el estancamiento del complejo oleaginoso y el conjunto de la cadena de la soja.
El contexto no podía ser peor: en una campaña agrícola con una merma productiva por la sequía en la que se estima un volumen de producción de 43 millones de toneladas con una caída de 10%, o más, respecto de lo que se preveía al comienzo de la campaña y la bajante del río Paraná que obliga a completar cargas en los puertos del sur bonaerense, el Gobierno le asesta un nuevo mazazo a la producción.
No es casual que apenas conocido el cierre del registro, que anticipa una suba de los derechos de exportación, productores rurales autoconvocados y adheridos a entidades resolvieran volver a las asambleas y convocatorias en las rutas. Los más de US$600 por tonelada en el mercado de Chicago, dicen los productores, son un espejismo por la brecha cambiaria y las retenciones. A eso se suma que prácticamente está paralizada la exportación de maíz y trigo y las amenazas de mayores intervenciones sobre las exportaciones de carne.
Al cierre de esta edición, se coincidía en que la harina y el aceite de soja iban a pasar a tributar 33% de derechos de exportación, igual que el poroto. Según una estimación realizada por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y el Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales (INAI) esa suba representaría para el estado un incremento de la recaudación por apenas US$425 millones para esta campaña. En los primeros trascendidos de fuentes privadas, se especuló con que el Gobierno pretendía usar ese monto para ajustar el rojo en la cuenta energética, por la falta de divisas para importar gas. Luego se explicó que se destinará a un fideicomiso para subsidiar la venta de pan.
Como sea, el Gobierno desechó las propuestas que exportadores y dirigentes agroindustriales le presentaron para evitar esa medida. Según un documento interno del sector, se le explicó a las autoridades dos puntos básicos:
*”El gobierno nacional puede tomar parte del incremental de ingresos fiscales no previstos hasta hace un mes (mas de 1200 millones de dólares) y crear un mecanismo de compensación para los molinos de harina para mantener el precio de la bolsa de 25 kg de forma transitoria
*En caso de no querer usar esos fondos para esto, puede abrir nuevos cupos de exportación de maíz y trigo que en algún momento debe hacerlo porque el abastecimiento interno esta garantizado. Si abre ocho millones de toneladas de trigo y 12 millones de toneladas de maíz, la exportación anticipa pago de retenciones por un monto total de 750 millones de dólares. El gobierno los aplica a compensar la bolsa de harina de trigo (máximo de 350 millones de dólares anuales).”
Ninguna de las opciones fue aceptada. Esto, trajo como consecuencia la reacción negativa de productores, entidades rurales y la cadena agroindustrial. El motivo es conocido. Todo aumento de la presión impositiva termina erosionando el ingreso del productor.
Según calculó la analista del mercado de granos Lorena D’Angelo, de la consultora AZ-Group, la merma alcanzará a 16 dólares por tonelada. “La capacidad teórica de pago de la industria pasaría de US$485 a US$469″, estimó.
En el sector hay un debate sobre el diferencial arancelario entre el poroto de soja y los derivados como la harina y el aceite que no está saldado. Hay productores y analistas que afirman que constituye una transferencia de ingresos de la producción a la industria y, por otro, están los que sostienen que ese esquema le permite a la industria enfrentar la protección arancelaria de los mercados de destino como la Unión Europea y China. Como sea, la coincidencia es que el aumento de la presión impositiva no hará otra cosa que enviar una señal negativa a la producción.
Discriminada
“La soja está discriminada frente a otros cultivos”, señala Luis Zubizarreta, presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja), en referencia a que tributa un 33% por ciento de retenciones frente a las menores alícuotas del trigo y del maíz. En la administración Macri tampoco se redujo esa diferencia ya que los cereales tributaron cero por ciento entre diciembre de 2015 y septiembre de 2018. En ese momento, también, se eliminó el diferencial arancelario.
Zubizarreta destaca que año a año baja la producción. Alcanza con recordar que desde la campaña 15/16 que no se superan los 20,5 millones de hectáreas. “Podríamos estar produciendo entre 60 y 70 millones de toneladas de soja, por supuesto también con un gran volumen de maíz”, señala el presidente de Acsoja.
Además del volumen de la cosecha, el propio complejo oleaginoso está en pausa. Según sus propios cálculos, la capacidad ociosa de las plantas de molienda ronda entre 40% y 50%, dependiendo del período del año.
“Durante la última década, la Argentina es junto a India el país de menor crecimiento anual en las cantidades procesadas de soja, entre los 20 países que representan el 97% del crushing mundial. Con una tasa de crecimiento de 1,2% durante el período, muy inferior al promedio mundial (3,9%), e incluso a las registradas por EE.UU. (3,1%) y Brasil (2,4%), Argentina viene perdiendo participación en el total mundial”, destacó el informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
El informe añade que, “como resultado del menor crecimiento, la Argentina viene perdiendo participación en el mercado internacional. Entre 1998 y 2007, el complejo sojero argentino ha tenido un constante crecimiento de su participación, pasando del 25% a cerca del 32% en 2007/2008, el país con mayor participación en dicho año”.
A partir de allí, sin embargo, “el complejo no para de perder mercado, situándose en el tercer puesto, después de Brasil y EE.UU., con una participación menor al 16%. La caída se debe, principalmente, a la disminución de la participación del país en el mercado de poroto y harina de soja, ya que el segmento de aceite de soja sigue estando sostenido en una participación global promedio del 48%, al menos en estimaciones hasta la fecha”.
Zubizarreta, por otra parte, advierte que otro foco de competencia está apareciendo en los Estados Unidos por el crecimiento de la producción de biodiésel. “Hay una gran cantidad de inversiones en nuevas plantas”, advirte. Este crecimiento derivará en poco tiempo, también, en un aumento de la producción de harina de soja. “Seguramente tendrá como destino China”, señala, lo que podría provocar una merma de la demanda de poroto de países como la Argentina.
También se destacan las inversiones en capacidad de molienda de Paraguay y las obras de infraestructura que lleva adelante Brasil para sortear su cuello de botella logístico, con el grueso de su exportación ubicada a más de 1000 kilómetros de los puertos.
El otro frente de tormenta que se le presenta al complejo oleaginoso es la bajante del Paraná. Según una reciente presentación de especialistas de la Bolsa de Comercio de Rosario en Expoagro, hay más de 70 por ciento de posibilidades que el fenómeno Niña persista hasta bien entrado el otoño. Y la cuenca media y alta del Paraná no se pronostican lluvias de importancia que aumenten el caudal del río. Si no cambia la tendencia, es muy probable que en la inminente cosecha gruesa el río siga estando por debajo de su caudal. Esto no haría más que aumentar los fletes, ya de por sí elevados por el contexto internacional. Sobre llovido, mojado.
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