Las empresas extranjeras comenzaron a llegar en 2004 y compraron 20 plantas frigoríficas; se retiraron poco a poco por el castigo a las exportaciones impuesto por el Gobierno
Ni Menem, con todo lo que abría los brazos al capital extranjero, consiguió traerlo al sector frigorífico. Pero Kirchner lo hizo: durante la administración de Néstor, los cuatro grupos cárnicos más importantes del mundo vinieron a comprar plantas y sus carteras de negocios a la Argentina. Cargill y Tyson, de Estados Unidos, y JBS y Marfrig, de Brasil.
Estas empresas extranjeras desembolsaron, se estima, no menos del US$ 500 millones durante la administración de Néstor Kirchner, no en inversiones genuinas, sino en adquisiciones de una veintena de plantas de varios de los principales frigoríficos exportadores del país, entre ellas, 14 de faena.
Si bien la matanza en la Argentina -que es el principal consumidor de carne vacuna del mundo- siempre estuvo muy atomizada, las plantas que pasaron a manos extranjeras representaban alrededor del 50% de la demanda de novillos de exportación y se quedaban con cerca del 40% de la cuota Hilton argentina, el cupo de cortes de alto valor que la UE compra libre de altos aranceles, que hasta ahora es el mejor mercado del mundo para el llamado rump & loin (lomo, cuadril y bife angosto).
Apuesta de largo plazo
Claramente, habían venido con los faros largos: Europa había pasado de exportador a importador de carne, se erigía la fuerte demanda china, Estados Unidos venía del mal de la vaca loca, Australia y Oceanía ya no podían expandir sus rodeos. Sólo el Cono Sur podía aumentar la producción, y la Argentina tiene todavía la carne más cotizada.
En el caso de Brasil, no sólo vino a la Argentina. Dentro de una política que lo llevó a ser el primer exportador mundial de carne partiendo de una materia prima muy mala y un rodeo limitado, los grupos brasileños se expandieron con activos por todo el Cono Sur, e incluso Estados Unidos y Australia, diversificando riesgos climáticos, sanitarios y políticos-económicos.
Tanto es así que las empresas brasileñas siempre contaron con ayuda del Bndes para sus compras -a veces incautas, como después se vio-, hoy accionista en los mayores grupos.
Casi el negativo de lo que hizo la Argentina, que no sólo no alentó la salida de sus frigoríficos al exterior (algo que sí se había dado en los 90), sino que castigó sistemáticamente las exportaciones de carne, alegando una defensa del mercado interno. Así que los baches se impusieron en la ruta.
Retroceso
Durante el mandato de Cristina, los grupos frigoríficos se fueron. Cargill debe haber decidido preservar su mejor negocio, el de granos, y abandonó su incursión en carne bovina como una década antes había abandonado la avícola. Cedió las dos plantas de Finexcor por un monto simbólico, se dijo.
En 2012, su planta principal en Bernal Oeste (Buenos Aires), con capacidad para faenar 850/900 cabezas diarias, despostada y línea producción de hamburguesas, pasó a llamarse Compañía Bernal (Ciaber), en manos de un consorcio entre las locales Gorina, de Carlos Riusech; Arre Beef, de Hugo Borrell, y Ecocarnes (ex Cocarsa), de Omar Solazzi.
La planta de Nelson (Santa Fe), también con línea de hamburgesas y carne cocida congelada, pasó a manos de Friar, el frigorífico del la aceitera santafecina Vicentín.
En tanto, Tyson también se dio silenciosamente a la fuga y la planta de Santa Rosa quedó toda en manos de su socio Cresud.
Los brasileños actuaron distinto. JBS cerró Consignaciones Rurales, Col-Car, Pontevedra y Venado Tuerto. Hoy sólo faena en la emblemática planta de Swift, en Gobernador Gálvez.
La planta de San José pudo venderla muy bien en un muy mal momento, por unos US$ 17 millones (diez años, antes Swift la había comprado por US$ 3,3 millones), a un emprendimiento mixto entre el Estado de Entre Ríos y un grupo de ganaderos y empresarios de la provincia (en una proporción 85-15%, respectivamente), que tomaron un crédito de la ventajosa línea del Bicentenario. En Entre Ríos bromean: dicen que San José, como Santa Elena (el frigorífico desfalcado en los 90), "de santos no tienen nada". En noviembre, la planta dejó de operar y busca nuevo dueño, sin novedades.
Marfrig, por su parte, cerró Vivoratá en 2012, y en febrero de este año paralizó Estancias del Sur y Hughes. Este último fue reabierto a fin del mes pasado, con visita de Capitanich incluida, luego de que la empresa consiguió que le devolvieran la mitad de los reintegros de IVA que le adeudaban, por US$ 4,5 millones.
En cuanto a la planta de San Jorge, cambió de manos brasileñas: en un intercambio de activos por cuestiones antimonopólicas en Brasil, Marfrig se la transfirió-al igual que las otras de elaborados de Quickfood- a su gigante compatriota Brasil Foods (BRF, fusión de Sadia y Perdigao), que en 2011 había comprado en la Argentina la gigante avícola Avex y el negocio de marca y distribución de Dánica.
Yankees go home
Podría decirse que la retirada de los grupos norteamericanos, como ya había ocurrido en los 70 y en los 90, contribuyó a engrosar la burguesía nacional (para ponerlo en términos que volvieron a estar de moda).
Gorina, ArreBeef y Ecocarnes, que vienen del mundo consumero (destinado al mercado interno), ahora pesan fuerte en el negocio de exportación.
El caso de Friar es distinto porque desde antes era un exportador tradicional; ahora es más grande y tiene más poder de compra.
En cambio, el repliegue de los brasileños es distinto a lo que realizaron los norteamericanos. No vendieron: cerraron y esperan.
Cuando esta política pase, estarán muy bien posicionados en poder de compra, capacidad de faena y de exportación.
Un dato no menor es que en conjunto estas tres empresas brasileñas recibieron, en el año que termina el 30 de junio, una cuarta parte de la cuota Hilton del país: 7534 toneladas.
Abona la teoría que están hibernando, la versión de que Minerva, el tercer frigorífico más grande de Brasil, desembarcaría en la Argentina. Aunque esta vez no se trataría de una compra. Es que BRF, una de las mayores alimentarias del mundo, no se dedica a la faena bovina sino a la producción de elaborados, sobre todo de aves. Así, se dice que la empresa podría cederle la operación de faena de San Jorge a Minerva, a semejanza de lo que ya hizo en Brasil. En el sector entienden que para Minerva, que ya pisa muy fuerte en Uruguay y Paraguay, se trata de una jugada redonda: sin riesgo, con 2000 toneladas de Hilton (la cuarta alícuota del país en importancia), una marca de exportación fuerte como Quickfood, y una pista de primera para cuando el sector despegue.
La política del ombligo
Más a la derecha o a la izquierda, a todo el mundo le hizo ruido semejante desembarco de los gigantes extranjeros.
No sería justo decir que Néstor Kirchner lo provocó. Pero tampoco lo impidió. Su preocupación era que el novillo no aumentara para que ni la carne ni el índice de precios aumentaran (antes de la intervención lisa y llana del Indec).
Y de paso, ponerle el zapato en la cabeza a la "oligarquía ganadera", que según Guillermo Moreno, que manejó hasta hace unos meses la política económica del país, era la culpable de los problemas argentinos.
Desde el puntapié de fin de 2005 , con el aumento del 5 al 15% de las retenciones, la política ganadera fue imponer restricciones a la exportación de carne, para aplastar y deprimir todo lo que se pueda el precio del ganado.
Así y paradójicamente, la Argentina, dueña del mejor novillo de la región, pasó a tener el novillo más barato de la región.
A medida que la ganadería -ese negocio de rotación tan larga- dejaba de ser rentable, los ganaderos iban liquidando sus rodeos. No les quedaba otra. Por esos años muchos informes, como el de la cámara Ciccra, alertaban sobre el gran porcentaje de hembras y crías que iban a faena.
En 2009, la liquidación de stocks se aceleró y todo se agravó con una tremenda sequía. Vacas preñadas iban al matadero, los feedlots se multiplicaron llenándose de terneros para faenar. Para evitar el puré de carne, el Gobierno liberó la exportación, y fue récord.
Al año siguiente, el rodeo nacional tenía 10 millones de animales menos, más de un centenar de frigoríficos menos, unos 15.000 obreros menos, exportaciones en un mínimo en varias décadas. Y se desperdició por más de un lustro de más cuota Hilton de la que recibe Uruguay.
Así la cadena del alimento que más identificaba al país en el mundo se achicó drásticamente. La Argentina, que exportaba del 15 al 20% de la carne que producía, despacha el 5%, y está peleando a los codazos el puesto 11° en el comercio mundial de carnes. Algo increíble, cuando tenía el producto y el cliente.
Esta política desalentó a los ganaderos. Los grandes grupos extranjeros no fueron la excepción.
Dos estrategias para salir
- Cargill y Tyson: Los norteamericanos
Decidieron vender y salir del negocio. Cargill cedió las dos plantas de Finexcor a empresas locales mayormente consumeras. Mientras que Tyson vendió su parte a su socio Cresud
- Jbs y Marfrig: Los brasileños
Cerraron plantas a la espera de cambios de política.JBS cerró cuatro plantas y sólo faena en Gobernador Gálvez. Marfrig cerró Vivoratá y paralizó Estancias del Sur. Reabrió Hughes al recibir el IVA adeudado