La región en conflicto es una importante productora de cereales; hay faltante de semillas, fertilizantes y combustible para proyectar la nueva campaña
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“Estamos en guerra (…) no luchamos ni con una armada ni con otra nación, el enemigo está aquí: invisible, escurridizo, que progresa”.
PARÍS.- Hace justo dos años, Emmanuel Macron pronunciaba esas palabras refiriéndose al virus que paralizó el planeta y lo sigue perturbando. Pero esta vez, la guerra es en serio, el enemigo es visible y lejos está de ser escurridizo.
La invasión de Rusia en Ucrania fue el 24 de febrero pasado. De más está decir que todo resulta tan trágico que repudiable cuando observamos que familias inocentes están siendo acribilladas por las fuerzas de Vladimir Putin.
La guerra es una cuestión de tiempo tanto en su espacio como en su duración. Lo mismo sucede con sus consecuencias nefastas en el comercio exterior de granos.
Desde septiembre a noviembre de 2021, Rusia y Ucrania exportaron 22 millones de toneladas de trigo, lo que significa que para ese preciso trimestre estos dos países representaron un 48% del mercado mundial de trigo (dejando de lado la harina y el trigo candeal), lejos del 30% del maket share promedio.
Manifiestamente, el impacto de la guerra sobre el comercio de granos hubiese sido aún peor si la misma hubiera tenido lugar en el primer semestre de la campaña boreal. Lamentablemente, las secuelas de la guerra seguirán presentes en la próxima campaña 2022/23, incluso en la 2023/24.
Actualmente, las hipótesis más conservadoras indican que en Ucrania el área tanto de maíz como de cebada 2022/23, ambos cultivos sembrados en primavera, caería en un 30%, mientras que las pérdidas de rinde podrían ser incluso de hasta un 50% según el Ministerio ucraniano de Agricultura.
No solo hay faltantes de semillas, fertilizantes y combustible, sino que, además, se deberán sortear previamente los tanques y minas si se pretende acceder al lote.
Escenario
Esto constituye un dolor de cabeza para todo el mundo, en mayor o menor medida en función del producto, ya que aproximadamente las exportaciones ucranianas de granos se reparten casi en tres partes iguales entre Europa, Próximo & Medio Oriente y Asia.
La Unión Europea, que cuenta con tres grandes exportadores netos de maíz como ser Francia, Rumania y Hungría, se convirtió recientemente en el primer importador mundial de maíz (la miopía no es exclusiva de nuestros dirigentes). Ucrania provee el 54% del maíz procedente del extranjero.
El big Odesa, compuesto por los puertos de Mykolaiv, Chornomorsk, Pivdenniy y Odesa, representa el 93% de las exportaciones ucranianas de maíz. Desde el 24 de febrero último dichos puertos no solo están cerrados, sino que además algunos fueron bombardeados, tal el caso de Mykolaiv hace apenas tres días.
En el corto plazo, el maíz proveniente de Estados Unidos, Canadá y la Argentina, sorteando las fuertes reglamentaciones impuestas para estos últimos, es solo un parche. La apuesta, desesperada, reside en el arribo en julio del maíz brasileño de invierno. Esperemos que el centro oeste brasileño no sufra de seca en abril, en plena floración de buena parte de las espigas.
¿Y a partir de diciembre próximo, dónde encontrará Europa maíz no OGM fuera de Ucrania? Los OGM serán quizás vistos de otra manera, business is business. Por último, cabe destacar que las autoridades mundiales están subestimando la crisis alimentaria que se avecina a escala planetaria.
Compuesta por 23 países, África del Oeste contará en 2025 con 622 millones de habitantes, de 441 millones registrados en 2011. Este bloque regional no produce ninguna tonelada de trigo e importa por lo tanto 13 millones de toneladas anuales, como mínimo. Al 23 de marzo, África del Oeste cuenta tan solo con un mes y medio de stock del cual un tercio se encuentra en los buques.
Con precios CIF por las nubes, muchos de estos países, tal es el caso de Mali, presentan dificultades para garantizar el suministro de la primera fuente de proteína a la población. Los países excedentarios, incluido la Argentina, no solo tienen la obligación de alimentar a sus propias poblaciones, sino también el deber de velar por la seguridad alimentaria mundial.
La principal puerta de salida a esta crisis alimentaria que aún no ha comenzado consiste en multiplicar todos los esfuerzos tanto públicos como privados para producir más y garantizar a, su vez, la logística necesaria para que los flujos no se vean perturbados.
Las trabas a las exportaciones que se están propagando no solo en la escena local sino también en buena parte del mundo van en sentido diametralmente opuesto a lo mencionado en el párrafo anterior.
El autor es consultor externo de cadenas agroindustriales
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