Las inundaciones del norte santafesino, Chaco, Santiago del Estero y Corrientes, golpean con dureza al productor agropecuario y vulneran al entramado social de las comunidades afectadas. Decir que está en riesgo la cadena de pagos es la consecuencia lógica, dada la dependencia de las actividades de los pueblos con el productor agropecuario.
Nuevamente, como en la sequía del 2018, las economías regionales y provinciales se resienten porque su motor ha tenido problemas.
Esta situación, que se denomina de emergencia, está dentro de las probabilidades de ocurrencia, no es un hecho aislado, todo lo contrario, no solo es previsible, si no que además es recurrente, y lamentablemente cada vez su intensidad y daño es mayor.
La Argentina, en los últimos cuatro años, no ha encontrado la solución y ha tenido tres inundaciones y una seca. Las cuentas nacionales se han resentido en cerca de 1,5% del PBI según estimaciones oficiales.
¿Cuánto ha invertido la Argentina en un sistema de mitigación de riesgo climático? Poco, diría casi nada.
La ley de Emergencia Agropecuaria tiene un exiguo fondo de 500 millones de pesos, cifra otorgada en 2012, que jamás se actualizó, porque hoy deberían ser cerca de $ 6000 millones para tener el mismo poder adquisitivo.
Obras de envergadura recién se han comenzado a realizar y es imposible concretar en pocos años lo que no se hizo en toda la historia.
El campo argentino está surcado de canales y obras que se han ido realizando sin un plan integral de manejo de aguas, trasvasando cuencas, cargando de caudal a arroyos y ríos que no pueden transportar el volumen que se le carga. Aceptando jurisdicciones políticas sin entender que el agua desconoce los límites políticos y que inevitablemente fluye por pendiente. El Estado no ha resuelto y los particulares tratan de salvarse como pueden, y así aparecen canales clandestinos y semiclandestinos hechos con autorizaciones precarias que solo buscan salvarse de una situación de emergencia.
Manejo de aguas, gobernanza de agua, como denominan en Holanda, significa conducir excedentes y guardar para épocas de sequías. Concepto de Florentino Ameghino, un argentino al que se nombra sistemáticamente pero jamás se respetó una letra de lo que él proponía.
Mitigación de riesgo incluye seguros de todo tipo, agrícola, ganadero, para economías regionales, y para cascos urbanos.
El mundo está preparado con herramientas para asegurar estos eventos. Asistimos todos los años al espectáculo devastador de los huracanes en las costas de Estados Unidos. En pocas horas arrasan ciudades enteras, que por obra de la inteligencia, la decisión política de solucionar un problema tienen un seguro del que participa el Estado y se hace cargo, y en poco tiempo se inicia un proceso de reconstrucción, y la ayuda llega a todos los damnificados.
Lejos estamos acá, todos quedan desprotegidos. Hasta el estado nacional perdió solo con la seca 8000 millones de dólares.
En el tema de seguros nada se ha hecho, con el argumento de que el Estado no está dispuesto o no puede contribuir con las primas no se ha avanzado en el modelo de seguro que la Argentina necesita.
Ahora bien, ¿puede ser que el sector reconocido como el motor de la economía, no solo se lo deje librado a su suerte si no que no se entienda que con él, cae el pueblo, el comercio, las industrias, la ciudad, la recaudación, finalmente la Nación.
Desde Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) creemos firmemente en el equilibrio de las cuentas fiscales, pero sabemos de priorización de gastos, y cuando uno prioriza, elige y lo que sufrimos es porque nunca se prioriza al sector. Nuestro productor está para poner, tiene presunción de evasor, de ahí las retenciones a cuenta de impuestos, paga doble y hasta triple imposición, pero no se le da la valoración política y estratégica que realmente tiene.
Desde CRA reclamamos una correcta valoración política del sector. Es importante el déficit fiscal, el Fondo Monetario, las tasas, el dólar, el riesgo País, pero mucho más importante son las miles de comunidades del interior que dependen de la producción agropecuaria, y que unidas todas conforman nuestra bendita Nación.
El autor es presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)
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