En Presidencia de la Plaza, Chaco, Mario Aranda y su hijo Alejandro apostaron al Manejo de Bosques con Ganadería Integrada, que es parte del Proyecto de Pago por Resultados (PPR) aprobado por el Fondo Verde del Clima y ejecutado por la FAO y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible
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“El monte es un activo con un gran potencial económico, porque está ocupando los mejores suelos. Intervenir mediante esta práctica de MBGI mejoraría mucho su oferta forrajera y mantendría los sitios para la vida silvestre”, cuenta Mario Aranda, quien junto a su hijo, Alejandro, desde 2019 apostaron al Manejo de Bosques con Ganadería Integrada (MBGI) en su campo de Chaco, bajo un sistema sostenible y de bajo costo.
En la Argentina, el MBGI es parte del Proyecto de Pago por Resultados (PPR) aprobado por el Fondo Verde del Clima y será ejecutado por la FAO y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, desde este mes.
De 65 años y tercera generación de ganaderos de Presidencia de la Plaza, el productor cría ganado Brangus. En 2006 se hizo cargo del establecimiento familiar de 4375 hectáreas llamado Fortín Carreta Quemada, que fue iniciado hacia 1911 por su abuelo.
Quizás también por esta historia familiar fue que se interesaron por la propuesta impulsada a nivel nacional de MBGI y, con ayuda del INTA local, postularon su campo para realizar un plan para integrar y complementar el monte con la ganadería. Y les fue bien: los eligieron.
“Con Mario se viene trabajando en la incorporación de prácticas de MBGI integrando el manejo forestal y la actividad ganadera, permitiendo incrementar su rentabilidad y minimizando los impactos ambientales negativos sobre el bosque. también se trabaja en cómo amortiguar el impacto del bache forrajero incorporando pasturas bajo sombra y manejo del rodeo acorde al bosque”, explicó Sebastián Kees, ingeniero forestal del INTA Sáenz Peña.
Según detalló, el establecimiento de Aranda está compuesto por un 30% de monte, un 20% de pajonales y el resto por cañadas y “bajos muy buenos para ganadería porque brindan agua y pastizales de calidad, justo lo que se necesita para una producción de bajo costo y eficiente”.
“Hoy en Fortín Carreta Quemada hacen cría y recría de hembras para reponer, y en el mediano plazo el objetivo es la recría de machos livianos (novillitos de unos 320-350 kilos) para mejorar la rentabilidad del campo y hacer más flexible la ganadería ante la gran variabilidad tanto climática, económica e institucional que vivimos”, indicó.
Acerca del proyecto MBGI, el ganadero contó que ya venía haciendo un manejo sostenible junto a la Asociación de productores Industriales y Forestales de Presidencia de la Plaza, el INTA y la ONG Asociación Cultural para el Desarrollo Integral, ya que siempre consideraron al monte como el complemento económico y ambiental de su producción.
“Esto nos permite obtener productos provenientes de la ganadería y del bosque, y visibiliza los servicios ambientales que brinda. El monte es un activo muy importante con un gran potencial económico, porque está ocupando los mejores suelos. Intervenir mediante esta práctica de MBGI mejoraría mucho su oferta forrajera, potenciaría el ́ capital monte´ y mantendría los sitios para la vida silvestre. Siempre me interesó el ambiente, lograr un sistema sostenible, de bajo costo y que sea un legado para los que vienen; además, incorporarnos a este plan implicaba contar con apoyo técnico de gente con diversas experiencias, y la posibilidad de conseguir financiamiento a largo plazo para este tipo de emprendimiento, que es algo que no abunda”, señaló Aranda.
Precisó que la base, para que las cosas salgan bien, se compone del sistema de pastoreo, del manejo del pasto y de los tratamientos ligados al monte (como los raleos y ordenamiento a través de picadas para que entre la luz) y de un mejor aprovechamiento del lugar.
“Fuimos ajustando la densidad de los rodeos porque no es tanta la cantidad de cabezas sino el tiempo de ocupación y descanso, además de una mayor cantidad de bosta y orín. Antes solo se miraba la vaca, hoy la mirada es más integral: manejamos el ambiente, el agua, el monte y trabajamos con equipos humanos a quienes hemos capacitado y se interesan genuinamente por esta forma de producir. Generar trabajo y hacer bien las cosas es otro de nuestros objetivos”, añade.
Para Andrés González, oficial de Desarrollo Ganadero y Sanidad Animal de la Oficina Regional de la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, los sistemas mixtos de producción como el MBGI generan cerca del 50% de los principales cultivos de cereales consumidos por las poblaciones más vulnerables a nivel mundial, produciendo a su vez productos y subproductos de la ganadería, incluyendo el 75% de la leche y el 60% de la carne, y generando millones de empleos en fincas, mercados formales e informales, plantas procesadoras y otros componentes de la cadena de valor.
Según Aranda, un tema esencial en el Chaco es la provisión de agua porque, si bien el promedio es de 1200 milímetros de lluvia anual, existe una alta variabilidad: los últimos dos años no pasaron de 700 milímetros y eso limita las capacidades forrajeras y financieras.
“Nuestro manejo consiste en separar los ambientes que tenemos (monte, pajonales y bajos) e implementar prácticas tales como sistema de pastoreo, manejo de agua y la incorporación de pastos con más capacidad de soportar la sequía y que sean más productivos”, detalló.
“En los bajos potenciamos todo lo que es retención de agua a través de terraplenes, y en época de seca como ahora reducimos la carga por hectárea (estamos en una cabeza cada cuatro hectáreas) y se disminuyen los requerimientos de las madres mediante el destete precoz”, agregó.
La recría se suplementa con semillas de algodón -que cubren el déficit de proteína y también aportan energía- y en este momento de sequía también se suplementan los rodeos de cría con cascarilla de algodón junto a sales completas que, además, poseen urea y melaza para que la vaca no pierda estado corporal y se pueda preñar. Todos los años tratan de entorar (monta natural) unas 940 madres y tienen un promedio histórico de 80% de preñez, aunque en estos años de seca bajó al 77%.
Específicamente, el trabajo que realizan en el campo se basa en siete unidades de manejo, cuatro de rodeos de cría, dos de recría de hembras y, además, un rodeo de búfalos que rotan en los ambientes de estero o pajonal.
Cada uno de estos rodeos tiene entre 20 y 22 potreros con alambrado eléctrico de unas 40 hectáreas cada uno, de los cuales el 40% es bosque. A unos ocho potreros se trata de diferirlos y prepararlos para el invierno, y los otros 12 se usan más hacia la primavera-verano-otoño, donde rodeos de unos 150-200 animales rotan con una permanencia de cinco días y descanso de 30-40 días.
Ordenan el monte y se le da acceso con picadas donde se va agregando pasturas que toleran la sombra como el gatton panic o variedades naturales. Con esta intervención de un 30% del monte se triplica la oferta de forraje, además de darle luminosidad a los renovables de especies arbóreas que buscan, tales como lapacho, urunday, quebracho colorado, espina corona y guayacán. Estas últimas son leguminosas y por lo tanto, además de proporcionar frutos que sirven de suplementación, agregan nitrógeno al suelo, un nutriente muy importante.
Según el productor, el éxito de este sistema es poder dar a los pastos el tiempo de descanso necesario para que puedan reponer las hojas y el sistema radicular. Hay que tener en cuenta que la mayoría de estas especies son de crecimiento en primavera-verano, donde si hay lluvias, alcanza con unos 30-40 días de descanso, pero si hay seca, el periodo de descanso debe ser el doble.
En este contexto, señaló que vienen ajustando la cantidad de animales de los rodeos para tener entre 150 a 200 animales por unidad de manejo que van rotando en los distintos potreros para que haya suficiente pasto y que permita un consumo eficiente y se pueda dar el descanso correspondiente.
En este contexto, detalló que tienen mucho cuidado con el ambiente. “Pero los ganaderos somos malos comunicadores, no sabemos contar lo que hacemos, y por eso mucha gente urbana cree que contaminamos o hacemos mal las cosas, cuando en general la vida en la ciudad se sostiene por lo que el campo hace, así que debemos buscar complementarnos y valorarnos”, afirmó.
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