El país puede posicionarse como un actor clave en materia de seguridad energética del futuro
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En el marco de la reunión de líderes en la COP28 en Dubái viviremos en primera persona el debate en torno a una transición hacia una economía marcada por la descarbonización industrial. Allí se definirá si nuestro entramado productivo estará entre los actores de la nueva economía internacional sostenible y resiliente o entre aquellos sobre los cuales pesarán los costos de mantener una matriz industrial y energética obsoleta.
A 50 años del shock petrolero, el mundo se enfrenta nuevamente a un momento de tensión geopolítica e incertidumbre en el sector energético. Existen paralelismos entre entonces y ahora, con el suministro de petróleo y gas en el centro de la atención en medio de un nuevo conflicto, pero también diferencias significativas y oportunidades que conforman catalizadores de un cambio sistémico en la economía global, denotando un carácter multidimensional: crisis energética, crisis climática, (in)seguridad alimentaria, fragmentación/acortamiento e interrupción de cadenas de valor.
Trilema energético como disparador de una nueva economía
Las primeras revoluciones industriales basadas en matrices energéticas de combustión a través del uso de carbón, petróleo y gas -uso de fuentes extractivas y no renovables, con fecha de caducidad por limitación de cantidad de recursos- determinaron nuestro paradigma industrial, económico y social de los últimos 200 años. El avance tecnológico, el cambio climático y una voluntad de transformación internacional posibilitan una metamorfosis del trilema basado en “sostenibilidad, asequibilidad y seguridad” para el avance de una nueva economía e industria sustentable, dando nuevamente un salto de cambio revolucionario.
Las inversiones en energías limpias aumentaron desde el 2020 un 40%. Como referencia, se destinan US$1000 millones por día en implementación de energía solar, previendo para este año una adición de más de 500 GW de capacidad de generación, estableciendo un nuevo récord. El incremento marginal en proyectos e inversiones generó una dinámica simbiótica para el desarrollo de nuevas tecnologías capaces de escalar la producción y abaratar los costos.
Gracias a la creciente demanda, la OCDE estima una reducción del 30% de los costos para la producción de energías renovables. El aumento de la demanda como de la oferta son resultados de visiones y decisiones políticas. Hitos del sistema multilateral contribuyeron como respuesta internacional ante la necesidad de acción. Los compromisos nacionales por emisiones netas 0 cubren a más del 85% de las emisiones relacionadas con la energía a nivel mundial y casi el 90% del Producto Bruto Global.
El hidrógeno es el presente de la energía del futuro
Los principales actores internacionales han identificado el camino hacia la descarbonización industrial, dimensión actual responsable de las mayores emisiones de CO2, y el hidrógeno bajo en carbono -y no otro- es el vector. A pesar de las marcadas disparidades en materia financiera y presupuestaria accesibles para los países industrializados, la producción del hidrógeno bajo en carbono es una realidad que ya forma parte de planes de negocios de empresas argentinas con trayectoria y visión de futuro. Es el caso de YPF, de Compañía General de Combustibles en proyectos internacionales, o de Capsa-Capex, cuya visión precursora se plasmó ya en 2010.
Se busca sentar las bases para la concreción de un objetivo claro: posicionar a la Argentina como actor clave en materia de seguridad energética del futuro -bajo la nueva economía del hidrógeno-, sector que promete la creación de más de 80.000 puestos de trabajo con un alto valor agregado, proyectando ingresos anuales de hasta 15.000 millones de dólares. Para la Argentina el crecimiento a partir del desarrollo de nuevos sectores es la clave para dejar atrás el peso de la deuda. Y el impacto del gas en lo inmediato nos muestra el potencial del hidrógeno en el futuro.
Alianzas estratégicas y el rol del financiamiento internacional
Los últimos meses han sido testigos de una dinámica bilateral sin precedentes entre la Argentina y Alemania, a partir del cual el gobierno alemán ha presentado nuevas herramientas financieras concretas que respaldan la ejecución de proyectos internacionales. Los esfuerzos realizados en esta dinámica dan como resultado que la Argentina haya sido identificada por Alemania como uno de los países elegibles para inversiones de nueva generación en sectores estratégicos. Es así como el trabajo bilateral se proyecta en foros internacionales como G7, G20 y COP28, en los que se discute la necesidad de reconfigurar los fondos destinados a la descarbonización industrial global de las matrices productivas.
En este contexto, el papel de la banca multilateral de desarrollo adquiere una importancia crucial, con su participación para movilizar fondos e inversiones que catalicen y devengan en un efecto multiplicador atrayendo a los flujos de inversión y capital del sector privado. En palabras de Christian Asinelli, vicepresidente Corporativo de Programación Estratégica de la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina: “Asumimos la responsabilidad de posicionarnos como Banco Verde de América Latina y el Caribe a partir del compromiso con la acción climática, la conservación de la biodiversidad, la transición energética y la promoción de soluciones basadas en la naturaleza. Nuestro compromiso es escalar los volúmenes de inversión y financiamiento para alcanzar las metas de emisiones 0 a tiempo, trabajando de forma anticíclica como motor para el desarrollo”.
El dilema del nuevo desarrollo argentino
El paso del agua al hidrógeno para liberar energía simboliza el cambio fundamental que debemos emprender. Este proceso se basa en la transformación ligada intrínsecamente al desarrollo de la ciencia, la tecnología y de la innovación, no en la extracción. De manera análoga, nuestro futuro como nación debe guiarse por un proceso de reconversión cualitativa, revirtiendo dinámicas que profundizan la tendencia a la primarización de exportaciones que aquejan a nuestra matriz productiva y exportadora, afectando a la participación del trabajo argentino en el mercado internacional.
La transición energética presenta una oportunidad sin precedentes. El potencial de minerales críticos como el litio y el cobre, el hidrógeno, las energías renovables y de transición, los servicios de la economía del conocimiento, nuestros clústers innovadores y los ecosistemas de startups crean una sólida plataforma para diversificar nuestro modelo y matriz productiva.
Este es el camino para consolidar un nuevo paradigma de desarrollo, más sostenible, más inclusivo y más federal. Tener éxito en este desafío nos permitirá ocupar un lugar en la mesa de articuladores de una nueva economía de nivel global como líderes en los ámbitos de la energía, la minería, la seguridad alimentaria y las industrias sostenibles 4.0 y de participar activamente entre los “rule makers” en el diseño de la arquitectura financiera climática.
La transición energética y la transformación productiva hacia un sistema con emisiones netas cero es más que solo una expresión aspiracional, es un cuadro real al que se adaptan rápidamente los procesos productivos a nivel internacional estableciendo nuevos estándares de competitividad que marcarán nuevos flujos de comercio e inversiones. La prosperidad fundada en la sustentabilidad será un pilar para el futuro de la Argentina y trabajar por ello es nuestro compromiso.
El autor es diplomático, embajador de la República Argentina en Alemania
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