El actual escenario de escasez de lluvias provoca una fuerte caída de los ingresos, pero los recursos existentes en toda la actividad permiten atraer una inyección de capital
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En las últimas décadas ocurrieron tres eventos de sequías generalizadas: 2008/09, 2017/18 y la actual 2022/23. La mas severa es esta última, aun cuando la de 2008/09 fue a nivel agregado también de importante magnitud. En relación a la campaña 2022/23, resta aún evaluar con precisión los impactos que tendrá la misma. Según un trabajo producido por Aacrea, cabe esperar caídas de producción de entre el 35 y 40 % para trigo, soja y cebada, 30 % para maíz y una cifra bastante menor (12 %) para girasol. A las pérdidas estimadas para cultivos de cosecha se suman las de ganadería vacuna y lechería.
Pero una cosa es evaluar pérdidas y otra más compleja estimar el impacto de la actual sequía sobre la performance del sector en los próximos años. Por ejemplo, cabe pregunta hasta dónde el actual “shock” financiero experimentado por las empresas resultará, en la campaña 2023/24, en restricciones en lo relativo a uso de insumos (en particular, pero no sólo, fertilizantes). También es posible preguntarse si se reducirá el área sembrada en zonas donde los rindes son bajos y variables y alejadas de los puertos.
La caída de producción puede también afectar la tendencia en cuanto a cambios en tamaño de empresa, acelerando el crecimiento de empresas grandes y capitalizadas en desmedro de las pequeñas y medianas.
Con motivo de Expoagro, una nota reciente de Pilar Vazquez en LA NACION informa que en dicho evento muchos expositores se sorprendieron por el interés demostrado por los productores por nuevas máquinas. Según dijo uno de ellos, “mas allá del tema climático, que está afectando muchísimo, hubo muchas consultas y sigue habiendo intención de hacer negocios”.
Distinción
Los comentarios anteriores representan solo una parte de la problemática de la actual sequía. Sin embargo, catalizan la necesidad de distinguir el impacto transitorio (corto plazo) de la sequía, del impacto permanente (mediano y largo plazo) de la misma. El transitorio se refiere a la caída puntual de ingresos en 2023, y el reacomodamiento de manejo gerencial y financiero que el mismo cataliza. A fin de reducir su riesgo, algunos productores alquilarán menos hectáreas. Pero estas podrán ser tomadas por otros con más amplio respaldo financiero. Puede haber un replanteo en formas de pago de alquileres, de pagos fijos a fijos mas variables o solo variables. Usar menos insumos puede ser una alternativa, pero atención: esto genera un “lucro cesante”. Mejor opción es buscar alguna forma de compartir gastos con un socio, no sacrificando producción potencial.
La caída de ingresos de la campaña 2022/23 impactará fuertemente sobre el ingreso transitorio del sector, pero poco o nada sobre el ingreso permanente del mismo. En efecto, una cosa es el flujo anual de ingresos del sector (“ingreso transitorio”), y otra el que es de esperar a partir del stock de recursos existente en el mismo (“ingreso permanente”). Sin contar la producción aviar y porcina, este stock de recursos está representado por la suma del capital tierra, existencias vacunas, maquinaria e instalaciones. A lo anterior se suma un stock no menos significativo de capital humano: ingenieros, veterinarios, contadores gerentes de empresa y trabajadores. Este stock total de recursos es el que produce el ingreso permanente del sector.
Como lo atestiguan los comentarios de expositores de Expoagro, es este ingreso permanente, y no el transitorio, el realmente relevante en lo relativo a capacidad de adaptación a la actual caída de ingresos. Esto es lo que miran aquellos que tienen posibilidad de inyectar capital al sector en sus diversas formas. El ingreso permanente, dado por el stock de recursos del sector, es el que permite acceder a capital adicional tanto de deuda (bancos, proveedores) como de riesgo (inversores varios).
En forma muy resumida, y a riesgo de simplificar, una caída de ingresos “hoy”, aún de magnitud, tendrá un impacto que dependerá de la posibilidad de generar ingresos futuros. Y esta posibilidad (“ingreso permanente”) es para al agro argentino muy buena. En especial, si la política económica tira por la borda medidas que hace décadas atrasan. Impuestos a la exportación y tipos de cambio diferenciados son las más importantes, pero de ninguna manera las únicas.
El autor es docente del Departamento de Economía Agrícola de la Ucema
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