En Chicago y Pergamino tienen la misma obsesión: la sequía que afecta a la región pampeana. El tercer productor mundial de soja está provocando la sorpresa climática que altera a los mercados. Por eso se dispararon los precios de la harina de soja, frente al riesgo de que el principal exportador global provoque una baja en la oferta.
La Bolsa de Cereales de Buenos Aires y la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) reducen semana a semana sus estimaciones de la cosecha de soja. De los 54 millones de toneladas que se calculaba en el comienzo de la campaña se pasó a 51 o 50 millones de toneladas. Otras estimaciones particulares hablan ya de un volumen de entre 45 y 47 millones de toneladas. Ya se puede afirmar que es la peor campaña de soja desde 2011/12 cuando la cosecha alcanzó poco más de 40 millones de toneladas.
La Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la BCR informó que en los últimos tres meses y medio la provincia de Buenos Aires recibió apenas un tercio de las lluvias requeridas para el desarrollo normal del cultivo de soja. Cayeron 190 mm cuando se necesitan entre 500 y 600 mm, explica el informe. Lo delicado, añade, es que para el resto del mes no se pronostican lluvias regulares y abundantes sino que las precipitaciones continuarán siendo irregulares y escasas, como el fin de semana pasado.
La situación sería más grave todavía si el manejo agronómico y el paquete tecnológico fueran atrasados. Sin siembra directa, que acumula mejor el agua, y sin semillas de desarrollo genético superior el escenario sería muchísimo más delicado.
Sin embargo, lo bueno que se hace tranqueras adentro contrasta con lo malo que se hace tranqueras afuera. La Argentina sigue sin tener un sistema de seguros agrícolas que le permita a un productor no caerse del mapa cada vez que padece un evento climático extremo. La mayoría de los científicos advierte que una de las consecuencias del cambio climático es que los eventos climáticos serán cada vez más extremos. Habrá que prepararse para eso.
"El Estado debería tomar una definición sobre qué sistema de seguros impulsa, si uno en el que subsidia la prima u otro que deja todo en manos del sector privado", dice Dardo Chiesa, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) . "Existen muchos modelos como los de Estados Unidos, Brasil o España, pero deberíamos adoptar uno", añade.
Alcanza con recordar lo que sucedió en Estados Unidos, en la campaña agrícola 2012/13, que padeció la peor sequía en 50 años. Los farmers no quebraron por el sistema de seguros vigente que se sostiene con aportes del Estado y las compañías privadas. Se calcula que, frente a la contingencia, aportaron en total unos 27.000 millones de dólares. Y los farmers no se cayeron del mapa.
"El Gobierno tiene que tener una definición política sobre este tema y coordinarlo con las provincias. La ley de Emergencia Agropecuaria dispone un fondo de 500 millones de pesos que no se actualiza y que no sirve ni siquiera para arreglar caminos", sostiene el presidente de CRA.
Según Chiesa, se debería contar con un seguro que cubra el capital de trabajo. Para desarrollar un sistema que incluya este aspecto cree que se debería convocar a todos los protagonistas de la cadena, compañías de seguros, productores, gobiernos provinciales entre otros. "Si hay una mesa que falta -en referencia a las mesas sectoriales de competitividad- esa es la del seguro agropecuario", opina. La cuestión ya fue propuesta por CRA , Coninagro y Federación Agraria al ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere .
Plantear algún tipo de subsidio del Estado a las primas del seguro como gozan los farmers en EE.UU. puede sonar a herejía en un contexto de déficit fiscal y de prioridades sociales delicadas. Sin embargo, un Estado que es socio del sector privado "en las buenas", ya que sigue cobrando derechos de exportación, pero se desentiende "en las malas" debería analizar la cuestión con los números en la mano. Lo que se pierde de recaudación fiscal cuando se concede una declaración de emergencia o se postergan las devoluciones de créditos de los bancos estatales no se contabiliza como pérdida.
Quizás sea el tiempo de dejar de pensar que la mejor política agrícola es no tener política agrícola.
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