En los escritos del padre jesuita Florian Paucke se describían las costumbres de estos roedores también llamados “puercos de agua”
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El carpincho es un mamífero que vive en una geografía húmeda, a orillas de ríos, lagunas, bañados y en esteros flotantes, los llamados embolsados. Son herbívoros: una verdadera máquina de comer pastos tiernos para que no le crezcan sus dientes incisivos. Tienen una cabeza regular, orejas chicas, cuello corto, ojos redondos, con mirada achinada, patas cortas que terminan en tres dedos con uñas. Son animales pesados que pueden llegar a los 60 o 70 kilos y medir un metro.
Su nombre, hydrochaeris, significa “puerco de agua”. Los viajeros los mencionaban como: “puercos marinos, llamados capiguá, capibaras o carpinchos cuyo nombre deriva de una especie de yerba (Caá) que comen en tierra se los domestica rápidamente como lo probé con dos”, escribió el padre Cattáneo de la Reducción de Santa María de las Misiones del Uruguay en julio de 1730.
El jesuita Florian Paucke dejó registros de su paso por la Reducción de San Javier en Santa Fe, (1752), donde estaban los indios mocovíes “ los carpinchos en guaraní se denominan capiguará, en lengua mocoví, nopuciaga, y en abipona etapenga., no les gusta alejarse mucho de la orilla donde se zambullen en caso de ser perseguido, sea por la gente, sea por los tigres (yaguareté). Los indios comen con agrado su carne. Su grasa tiene olor y sabor a aceite de linaza me regalaban la piel de la barriga y el cuello en derredor del pescuezo junto con carne y grasa por ser lo mejor para comer tenían siempre una gran alegría cuando mataban un “puerco marino” y acompañaban esto con una gritería jubilosa... Los lechones son más sabrosos porque todavía no tiene un sabor aceitoso utilizan los cueros para sus canastos. Asan la carne junto a la piel. la maceraban con vinagre para que pierdan ese gusto repugnante el tocino es de dos dedos de grasa”.
Para cazarlos, escribió Paucke, “le arrojan el dardo cuando sacan la cabeza del agua y seguro que le aciertan. El dardo no se desprende hay que sacárselo a tajos, nadan con ellos presos a la orilla y lo terminan matando: 12 indios pueden devorar en una noche 43 carpinchos”
Germán Burmsmeister, eminente naturalista alemán, contó que en la gran creciente del Paraná, en febrero de 1858, vio pasar a carpinchos refugiados en camalotes o islas flotantes. “La carne es comestible y el cuero se aprovecha para correas y sobrepuestos”, escribió.
Según el indio toba Clemente López: “el carpincho tiene una carne muy sabrosa, siempre que previamente se le retire la catinga” (olor muy fuerte y desagradable), también, recordó “aprovechamos el cuerito equivalente a la palma de las manos con el cual fabricamos collares muy indicados para suavizar los efectos de los resfríos fuertes o gripes”.
Son mansos, pero hay veces que se agarran entre sí, se muerden dejando heridas profundas. Cuando se enojan, se encrespan y emiten estentóreos gritos. Es un gran nadador, capaz de sumergirse bajo el agua hasta 10 minutos y conviven con el yacaré como buenos vecinos. Tienen una relación simbiótica con los pájaros como el picabuey que estacionan sobre el lomo y le comen las garrapatas.
Ceferino Palma, otro observador, cuenta que salían a cazar carpinchos, a “linternear”, cuando salían de noche a comer, “siempre que el viento estaba en contra, porque tienen mucho olfato y desaparecen rápidamente en el agua. Por sus excrementos frescos, que son como una aceituna, sabíamos que andaban por ahí”. Y relata: “para cazarlo poníamos en la entrada de las sendas o subideros, por donde entran y salen a sus nidos, un cable que al pasar le enlazaba el cuello. Duermen en lugares inaccesibles, sobre nidos de totora, resaca de follaje, juncos que ellos hacen sobre los pantanos es un colchón de casi un metro, que puede aguantar el peso de una persona. Ahí tienen sus crías, que pueden ser de seis a ocho. Cuando se lo cría de guachito es muy dócil y defiende mucho la casa”.
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