Este reconocimiento no lo siento solo mío, es el de miles, decenas de miles de emprendedores del campo argentino. Los que día tras día se mueven y hacen mover, llenos de energía y esperanza, cada espacio de la inmensa Patria.
Nací en la profesión en la década de los años ochenta, la llamada década perdida. Eran tiempos de gestionar el deterioro: erosión, degradación de suelos, y de incierto futuro de los mercados.
He visto y protagonizado, con miles de emprendedores del campo, desarrollos que marcaron estos tiempos y crearon nuevas oportunidades: la siembra directa, la biotecnología, las nuevas organizaciones empresariales y sectoriales, los renovados vínculos entre el campo y la ciudad, el campo y la industria, hasta llegar a lo que llamamos ecosistemas sustentables.
Fueron numerosos los debates que hubo que sostener y que aún se sostienen para aprender y, desde allí, reconstruir las relaciones entre nosotros. Somos una sociedad vibrante a la que le cuesta encontrar su rumbo.
He abrazado el conocimiento como forma de desarrollo y libertad, por eso tengo una parte fuerte de pensamiento científico y me gusta respaldarme en los desarrollos académicos. Participo en directorios de varias universidades y, sobre Los Grobo, seis universidades de todo el mundo escribieron casos de estudio, varios libros y papers que nos mencionan como referencia.
No hay acción que se sostenga sin conceptos que la respalden y no hay conceptos que sirvan si no están basados en las experiencias que los generen.
Prefiero el dato sobre el relato y sobre todo me importa más lo que los datos generan a lo que son.
La empresa es una forma de organización dinámica, creativa, creadora de valor. Pero no cualquier empresa. Hablo de la empresa que tiene vocación de transformar a las personas que la habitan: sus talentos, sus clientes, sus proveedores y sus accionistas. La empresa porosa, de límites difusos, que impacta y se deja impactar por la sociedad.
No hay sistema de liderazgo en la sociedad que pueda prescindir de los empresarios. Es necesario que participen del debate público, que corran riesgos, que estimulen a emprender, que vean lo positivo y que ayuden a crear una sociedad de la esperanza.
Frente a los temores y al vértigo de estos tiempos turbulentos, los empresarios debemos encontrar la luz, la esperanza, señalar el camino y ayudar a crear una nueva institucionalidad, de estos tiempos.
Persigo desde hace unos años el sueño de transferir nuestra experiencia, conocimientos y entusiasmo a todas las regiones agrícolas del mundo. Creo que combatir la pobreza y el hambre es mas fácil de lo que parece. No es un tema de recursos, ni de tecnología, ni de dinero que financie, es un problema de la falta de organización. Por ello gran parte de mi vida la dedique a explorar las fronteras en el diseño de las organizaciones.
El Estado, su rol y su funcionamiento no es solo cosa de los políticos, es un trabajo conjunto de toda la sociedad, incluyendo a los empresarios.
La sublimación de la relación público-privada es la construcción de un estado de este tiempo.
¿Para qué hacemos lo que hacemos?:
La felicidad según Amartya Sen está vinculada con la creación de capacidades en las personas: ser libres, autónomos, empleables, emprendedores, ser red, solidarios, saludables.
Las instituciones deben marcar las reglas y el marco jurídico. La política debe ser el arte de hacer acuerdos dentro de ese marco institucional.
Los desarrollos económicos son la producción de bienes y servicios cuyo propósito debe ser la generación de esas mencionadas capacidades en las personas. Si las instituciones y la política no sirven a tales altos fines hay que repensarlas, rediseñarlas y ponerlas al servicio de las personas.
Esta es mi visión del desarrollo sostenible en tiempos turbulentos, son mis desvelos, para eso vivo, para eso trabajo y para eso sueño.
Discurso pronunciado por el autor al recibir el Premio Bustillo, otorgado por la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria.