El avance del organismo permitirá avanzar en el desarrollo de estrategias ante la chicharrita, que hizo perder unas 11,5 millones de toneladas de maíz respecto de la cosecha prevista
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El Gobierno informó que se logró un hito científico al secuenciar el genoma de la chicharrita del maíz. Según indicaron, esto permitirá diseñar estrategias más eficientes para el control del insecto y facilitar el desarrollo de híbridos de maíz más resistentes a las enfermedades transmitidas por este insecto. Este avance es especialmente significativo considerando el impacto que ha tenido esta plaga en la agricultura argentina. A principios de este mes, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) estimó que, debido a la chicharrita, se dejarán de cosechar 11,5 millones de toneladas respecto a las estimaciones iniciales de producción del cereal. Además, las pérdidas económicas alcanzaban en ese momento los US$2199 millones.
El trabajo fue realizado por un equipo de especialistas del Centro de Investigaciones Agropecuarias del INTA, dependiente de la Secretaría de Bioeconomía del Ministerio de Economía de la Nación. Los investigadores lograron la secuenciación, ensamblado y anotación del genoma de Dalbulus maidis, un avance que según aseguraron es el primero de su tipo registrado hasta la fecha.
“Este avance global -es el primero registrado hasta la fecha- se logró a partir de haber detectado que las condiciones de altas temperaturas y abundantes precipitaciones, junto con el escalonamiento en las fechas de siembra fueron las principales causas de la rápida reproducción y migración –del norte del país a la zona núcleo de producción– de esta plaga que afecta al maíz”, explicaron.
Además del impacto en el control de la chicharrita del maíz, detallaron que esta investigación proporcionará información para entender la biología, distribución y evolución del insecto, lo que ayudará a predecir y mitigar futuros brotes y epidemias. Y posibilitará el desarrollo de enfoques más precisos y dirigidos para el control de esta plaga mediante la reducción en el uso de productos fitosanitarios.
También indicaron que la investigación abrirá nuevas perspectivas en la mejora genética del maíz. “Se podría llegar a comprender aspectos como los genes de inmunidad del insecto, identificar blancos potenciales para el desarrollo de mejores insecticidas, así como genes asociados a su interacción con las plantas infectadas y los agentes patógenos”, informaron en ese sentido.
Este hito es importante teniendo en cuenta el impacto que la enfermedad ha tenido en la última campaña y de cara a las próximas. Antes, esta enfermedad se presentaba en la zona subtropical, debido a que su vector, la chicharrita, habita en regiones con temperaturas cálidas. Sin embargo, este año se está extendiendo hacia zonas de transición del área maicera y también a regiones templadas, donde es poco común en campañas tradicionales de maíz. Además, a diferencia de otros años, en lugares donde ya solía verse en menor cantidad ahora la explosión fue abrupta, con cultivos que sufrieron pérdidas del 100% en provincias como Santiago del Estero y Tucumán.
Este insecto actúa como vector de tres enfermedades que son fitoplasma, spiroplasma y el virus del rayado fino, que presentan diferentes síntomas como nudos cortos, proliferación de muchas espigas, improductividad, menor peso en los granos. En consecuencia, cayó fuertemente la producción de maíz. Para recordar, al inicio de la campaña, la BCBA aguardaba 58 millones de toneladas, sin embargo, ahora la estimación es de 46,5 millones de toneladas. En medio de esta reducción, en lugar de los US$7942 millones proyectados como ingreso por exportaciones, ahora se esperan US$5743 millones.
En este contexto, el hallazgo es aún más relevante porque todos los especialistas coinciden en que no existe una única forma de controlar al insecto, sino que se necesita un enfoque integral para el control de la enfermedad. Esto implica, dentro de la zona, reducir al máximo la presencia de hospederos, trabajar en rotaciones, concentrar las fechas de siembra, tener un buen manejo de plantas voluntarias y utilizar genotipos con buen nivel de tolerancia.
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