Frente al crecimiento de la demanda por alimentos con menor huella ambiental, en el país crece el interés por desarrollar esta tecnología de cultivo; coinciden en que hace falta bajar los costos de inversión inicial
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La hidroponía -una técnica de cultivo que no requiere de suelos- va creciendo en la Argentina en especial de la mano de pequeños productores la mayoría de los cuales viene de otros sectores y la adoptaron como emprendimiento. Con más de 10.000 metros cuadrados hay apenas alrededor de media docena en todo el país; lo que más se hace son hojas verdes y, en el caso de frutas, frutillas. Las ventajas son varias, entre las principales se cuenta el ahorro de hasta 80% de agua y la mayor calidad e inocuidad de los productos.
José Luis Castañares, de la Agencia de Extensión del INTA de Luján, dice que en los últimos cinco años es notable el aumento del interés por la instalación de invernaderos: “Tiene varios puntos a favor, el principal es la economía del agua, ahorra hasta el 80% porque hay recirculación en un sistema cerrado; hay disminución fuerte de plagas y nulo uso de plaguicidas lo que aporta a la sanidad de los cultivos”. Son productos de consumo “kilómetro cero”, se pueden producir en donde se venden.
La principal barrera de estos emprendimientos es la inversión inicial: montar un invernadero de una hectárea cuesta unos $12 millones (todo es importado), una cifra igual se requiere para el interior del invernadero. Para graficar, si el sistema es con macetas especiales, cada espada de riego cuesta un dólar; hay que contar también con grupo electrógeno porque la electricidad es clave para garantizar el sistema. Sin invernadero el costo ronda los US$30 por metro cuadrado.
Sergio Guilloumet, dueño de Midory una empresa que lleva 19 años en el mercado y nació en Córdoba, es el presidente de la flamante Asociación de Productores Hidropónicos; es el pionero del sistema en la Argentina. Empezó con un invernadero de 500 metros, que fue creciendo “a medida que la demanda lo pedía”. Hoy cuenta con 13.500 metros cubiertos y produce unas 25.000 plantas al mes.
Cuenta que el objetivo de la Asociación es difundir estos cultivos, hacer conocer sus ventajas y también lograr una especie de “precio de referencia” para que a los consumidores no se espanten. “Las grandes ciudades se están quedando sin espacio verde para la horticultura; los cinturones verdes se achican y la hidroponía ofrece la posibilidad de contar con excelentes productos. Mayor productividad en menor espacio”, define Guilloumet.
La finca El Sauce, en Mendoza, lleva una década de producción hidropónica; cuenta con 3,5 hectáreas de invernadero en donde cultiva 40 verduras diferentes (hace unas 3500 plantas de lechuga por día). Su dueño, Alejandro David, insiste en que el sabor es “mucho mejor; hay más calidad” que en cultivos tradicionales y permite cultivar en “lugares donde era imposible; vino a solucionar esos problemas”.
Admite que la inversión que se requiere para arrancar es “gigantesca”; en su caso están instalando paneles solares para generar 70Kw y reducir en un 70% el monto de la factura de luz. “Son $9 millones que son claves; para regar las 100.000 macetas que tenemos invertimos US$100.000; la sala de control de todo el sistema costó US$80.000 -continúa-. Para que estos emprendimientos se extiendan debe haber previsibilidad, sino son impensables”.
Daniel Schonfeld, propietario de Hidroponia Desde El Llano (Santa Fe) -5500 metros cuadrados cubiertos, 15 años de trayectoria-, enfatiza que para que una unidad sea rentable no debería tener menos de 350 metros cuadrados. “Ese es el módulo productivo promedio, el costo es alto porque todo es importado, desde los perfiles de los invernaderos, a los sustratos y a las semillas de mejor calidad. Con el tiempo se van sumando productores, hay más competencia, pero los grandes formales siguen siendo pocos”, apunta.
Frutillas
Con una inversión de US$1,5 millones en Lima (Buenos Aires) en un invernadero de 1,4 hectáreas, ADBlick Agro produce unas 270.000 plantas de tres variedades de frutillas. Federico Mouso, líder del emprendimiento, apunta que “cada vez más” se reconocen las ventajas diferenciales de la hidroponía.
“Parte de la tecnología que usa la hidroponía va siendo tomada y aplicada por la agricultura tradicional -describe-. Hay más afán de auditar lo que antes no se hacía”. La empresa, por caso, cuenta con control del clima en el invernáculo y una estación meteorológica para automatizar la operación de las aberturas.
Hidroponia Vequa está en General Rodríguez (Buenos Aires), Gustavo Marcos lleva tres años y medio frente al proyecto: “Costó mucho abrir mercados; hoy vamos ganando consumidores, el concepto es más conocido”. Produce en 15.000 metros cuadrados cubiertos, unas 140.000 plantas al mes. “Para justificar la inversión, que es importante, se requiere un volumen de producción base; antes traíamos verduras de hoja de Santa Fe y de Mar del Plata, ahora ya no es necesario”, señala.
Desde Raiza Hidroponia (Misiones), Hugo Herrera relata que arrancaron el proyecto hace dos años; producen variedades de lechuga y rúcula (unas 10.000 plantas al mes), embolsan y entregan en puntos de venta en Posadas. “La técnica está muy arraigada en Paraguay y Brasil, están al menos 15 años más adelantados que nosotros; comenzamos porque vimos una oportunidad comercial”. Coincide con sus colegas que este tipo de producción sigue la tendencia de sustentabilidad que va ganando espacio en la preferencia de los consumidores, aunque también enfatiza que para una huerta intensiva de 2000 metros cuadrados la inversión es “alta”, aunque “depende mucho” de la tecnología.
Julieta Centeno es la dueña de VerdeA Vegetales Urbanos, 3100 metros cuadrados en Bahía Blanca, con 60.000 plazas de cultivo y una producción de 35.000 plantas mensuales con el procesado diario de 100 kilos de hojas. Está convencidae que los productores deben avanzar en el agregado de valor. “Tenemos que trabajar en dar a conocer las características diferenciales de estos cultivos que rompen la estacionalidad, tienen un aprovechamiento total y reducen hasta 95% la huella de carbono”.
Indica que con la hidroponía se puede hacer una “amplia” diversidad de cultivos aunque con diferente eficiencia. “Hay que ver los ciclos productivos y hacer la ecuación, analizar cuánto tiempo se inmoviliza la superficie, estudiar con qué se compite. Tiene a favor que permite producir en lugares desfavorables, pero la estructura es muy costosa”, resume.
Peces y vegetales
Ariel Belavi es el coordinador nacional de Acuicultura del INTA y del centro de Investigación y producción Intensiva de peces y plantas de la estación Angel Gallardo en Santa Fe; avanzan en proyectos en articulación con el Conicet, el Senasa y empresas privadas. Los objetivos son, por un lado, la investigación y validación en sistemas acuáticos de especies de peces nativos y cultivos de hortalizas; la divulgación ayuda a que crezca la inversión privada . Por otro lado está la producción doméstica de alimentos “sanos y seguros, peces y hortalizas en un sistema compacto circular y sustentable”.
Los desechos generados por los peces son aprovechados por las plantas y transformados en materia orgánica vegetal convirtiéndose en una alternativa de tratamiento de las descargas más económica, rentable y amigable con el medio ambiente, lo que lo hace una actividad productiva sustentable que pueden implementar familias o pequeños productores con el fin de escalarlo tanto para autoconsumo como para venta a pequeña escala.
El único ingreso que tiene el sistema es el alimento de los peces; en el proyecto trabajan con dos sistemas modulares de uso doméstico con un contenedor de 1000 litros, donde abajo están los peces y, arriba, en un metro cuadrado, la producción de vegetales. Generan unos 30 kilos de lechuga al año y unos 25 kilos de peces (trabajan con especies nativas).
Hasta en la Antártida
En la Base Marambio, en la Antártida, está en marcha un proyecto de cultivos hidropónicos desarrollados por investigadores del Inta Santa Cruz y de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, con el apoyo del Comando Conjunto Antártico. Los ensayos son con vegetales de hoja verde y apuntan a mejorar la integración de la dieta del personal que trabaja en la base.
Un contenedor marítimo de seis metros de largo fue equipado con tecnología hidropónica; cuenta con dos sectores de producción con tres niveles cada uno y un sistema de monitoreo y relevamiento remoto de datos. Los especialistas a cargo explicaron a este diario que se “avanza” en el objetivo propuesto que es lograr que vegetales de hoja verde crezcan en uno de los climas “más extremos” del planeta.
La pandemia generó algunas demoras, pero la iniciativa no se frenó. Sí afrontan cuestiones logísticas complicadas. El sistema hidropónico permite respetar la imposibilidad de utilizar el suelo en la Antártida para no alterarlo. También garantiza el correcto tratamiento de los residuos generados por los cultivos.
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