En Caminos y Sabores, que finalizó ayer en La Rural, en los stands se ofrecieron productos que buscan distinguirse ante los consumidores con su proceso de producción
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Cuando hace dos años Jésica Garavano, de 32 años, le dijo a su padre que quería hacer helado con yerba mate, él la miró y quedó desconcertado. Hacía cinco años que la joven había ingresado a trabajar en la fábrica de helados que sus abuelos fundaron en 1965 en la localidad correntina de Paso de los Libres. “Sabía que era algo muy controvertido, pero yo quería ir más allá, hacer un sabor diferente, propio de la zona. ¿Qué hay más correntino que la yerba mate?”, dice esta mujer que pudo hacer su sueño realidad.
Desde hace un año fabrica un helado de tereré a base de agua con notas de limón y otro de crema con sabor a mate cocido, con un toque de leche y vainilla. Con estos dos sabores, Jésica estaba entre los expositores que buscaron sorprender con innovación en un producto tradicional en Caminos y Sabores, la feria de alimentos y gastronomía que, hasta ayer, reunió a emprendedores de todo el país en La Rural.
El público se acercó con curiosidad para probar el helado, pero al escuchar los sabores dudaban al principio. Sin embargo, después de que Jésica insistiera, se animaban y decidían a probarlo. “Quedan asombrados por el sabor porque es algo completamente diferente”, señala Garavano, quien junto con su hermana está a cargo de la producción. En total, fabrican alrededor de 45 sabores distintos que comercializan en toda la provincia de Corrientes y en Misiones. Además, cuentan con una heladería propia en Paso de los Libres.
No obstante, toda la familia contribuye en la elaboración, que la correntina resalta “se hace de forma muy artesanal”. Su madre confecciona los saquitos en los que colocan la yerba mate, los cuales luego hierven en agua. Por lo general, cada saquito pesa dos kilos y utilizan 20 de ellos para preparar 500 litros de helado. Posteriormente, añaden los diferentes ingredientes que conforman el helado. Cuenta que es necesario renovarlos constantemente, ya que debido a su peso los saquitos tienden a abrirse.
“Lo que me gusta de la producción es que es un rubro que te permite crear. Siempre se puede agregar tu propia impronta. No siempre tiene que ser solo chocolate”, indica.
Otra cosa que sorprende en la feria: alfajor relleno con mermelada de gin y limón. Este es otro de los productos exóticos que se exhiben y que surgió durante una tarde de primavera en la que Alejandro Estevez disfrutaba con sus amigos. Desde hacía tiempo que el empresario buscaba un ingrediente para poder originar un producto novedoso y participar en la categoría de alfajor innovador en la Fiesta Nacional del Alfajor de 2021. Hacía dos años había ganado la categoría de mejor alfajor con su empresa Orense, de Bernal, lo cual significó un salto importante para su emprendimiento.
“Ese año no ganamos, pero después se lo ofrecimos a nuestros distribuidores y es uno de los productos que más vendemos. También hay uno de frutilla y crema. Los hicimos para concursar en eventos nacionales o regionales y terminaron siendo productos que están entre los primeros en ventas de la marca”, dice.
Todo comenzó, cuenta, con una “manguita y un tenedor”, siendo adolescente. Comenzó haciendo alfajores cerrándolos con film en una bandeja mientras ahorraba para poder expandirse. Eso que comenzó como algo “casero” poco a poco se fue industrializando. En ese marco, ayudaba a su padre con repartos de panadería. Finalmente, a los 24 años, pudo poner su propia panificadora y comenzó a fabricar los productos que su padre distribuía.
Luego abrió la fabrica de alfajores en Bernal, que hace alfajores, bombines, galletitas. “Vendemos de manera local el producto clásico que está pensado para el punto de venta minorista. Con el tema de qué hacemos en el verano, comenzó a surgir la idea de hacer envases de seis para regalar y vender en locales comerciales en la costa durante la temporada estival. Ahora incluso tenemos locales propios en Mar del Plata y Villa Gesell. Esto nos ha permitido mantener la fábrica abierta de forma constante”, indica el emprendedor.
Otro innovador
Es la primera vez que el ingeniero industrial Valentín Gauder, de 50 años, participa de la feria como uno de los expositores que ofrece un producto innovador. Llegó al rubro gastronómico en 2013 luego de dar un giro en su vida. Hasta ese año había trabajado en la empresa familiar dedicada a la fabricación de pequeños motores eléctricos especiales. “Estaba cansado de las dificultades para acceder a la tecnología y quería incursionar en otras áreas. En 2013 se me ocurrió que podía hacer cerveza. En ese momento aún no había sido el auge de las cervezas artesanales, pero yo preveía que era un mercado que iba a crecer. Por eso, con mi experiencia previa, quise apuntar a algo más innovador”, explica.
En su familia tenía dos miembros con celiaquía, lo cual fue una influencia importante, pero asegura que no fue lo más determinante. “Solo había en el mercado dos cervezas que eran aptas para el consumo de celiacos, pero a mí no me gustaban”, recuerda. Fue entonces que un día probó una cerveza hecha a base de mijo proveniente de Canadá. Desde ese momento, pensó: “Tengo que desarrollar algo similar”. Eso le llevó cuatro años de trabajo.
En 2018 comenzó a vender en barriles, pero solo fueron tres. “El problema era que el producto estaba destinado a un público muy específico que no consumía en bares debido a la contaminación cruzada. Una aprende que es prueba y error. Por eso, gracias a eso, nos dimos cuenta de que teníamos que vender en lata”, señala.
Fue así que al año siguiente salió al mercado con Gauther, una cerveza hecha a base de mijo malteado libre de gluten. El nombre de la cerveza es en honor a su familia, que emigró de Serbia y al llegar al país registraron el apellido sin la letra h. Actualmente tienen siete variedades que comercializan en una de las cadenas de supermercados más grandes del país y en diferentes comercios. “Es un público de nicho”, remarca en el marco de la feria.
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