En Corrientes, por los incendios de 2022 y la continuidad de la sequía Agustín Aguerre pasó de tener 1400 a 700 animales
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Agustín Aguerre perdió el entusiasmo para ir todos los días a recorrer su campo: no quiere ver más a sus animales sufrir o morir por los efectos de la sequía. Hace un año, con los incendios que arrasaron la provincia de Corrientes, se quemó el 80% del establecimiento rural que tiene junto a su familia en la localidad de Mariano. En 2022, con el agravamiento de la sequía, la agonía continuó y en consecuencia entre el año pasado y este se redujo 50% su hacienda.
“Es desmoralizante lo que estamos viviendo. No dan ganas de levantarse e ir al campo porque entrás y hay vacas muertas todos los días. Hace más de un año que la venimos peleando por la seca, primero estuvo el fuego y después la profundización de la sequía”, lamenta el productor.
El último año los correntinos atravesaron uno de los peores desastres productivos y ambientales de su historia. En el primer trimestre, según informaron en el INTA, los incendios alcanzaron el 12% del territorio provincial y entre abril y noviembre se quemaron otras 52.300 hectáreas.
“Entre lo que se quemó y lo que no quedó prácticamente en las mismas condiciones ante la falta de lluvias, la oferta forrajera para las vacas el año pasado fue casi nula”, indica el productor, que remarca que lo que le pasó a su familia “es un espejo de lo que ocurre en la zona”.
Tal como había contado LA NACION, uno de los focos afectó al campo de los Aguerre y la inversión de años de trabajo familiar quedó hecha cenizas: perdieron 1500 hectáreas. No quedaron alambrados, ni corrales. Allí crían vacas, ovejas y algunos caballos, muchos de los cuales murieron. Sin embargo, la pesadilla no terminó. Durante el año pasado continuaron las bajas precipitaciones que afectaron de forma critica al sector productivo.
“Después de los incendios nos vimos obligamos a vender hacienda del rodeo de cría para que subsistieran los animales que no se nos habían muerto. Por suerte el invierno no fue tan frío, pero esperábamos que en la primavera los campos se recuperen, sin embargo no llovió, llegaron los calores intensos y la situación se tornó sumamente crítica”, comenta.
En rigor, explica que en todo el 2022 solo llovió 203 milímetros, aproximadamente 1000 milímetros menos que el promedio histórico. En tanto, el año anterior el déficit había sido de 700 mm.
En medio del drama, al productor le quedaron 700 vacas de las 1400 que tenía. Normalmente, comenta, por año sacan del rodeo el 30% que son las vacas viejas e incorporan un 30% de vaquillonas que ellos crían. Pero por la reducción que tuvieron que hacer vendieron toda esa recría y no van a tener reposición. “Perdimos el trabajo de muchísimos años porque eran las futuras madres que preparamos genéticamente y sanitariamente para que te den un tipo de ternero que no va a nacer”, lamenta.
Asimismo, explica que como las vacas no están en buena condición corporal no se pudieron preñar. “A eso se suma que hasta hace dos semanas el valor que recibíamos por la hacienda era un 30% menor a lo que recibíamos en marzo del año pasado”, agrega.
“A diferencia de otros años, como la sequía afecta a todo el país no me puedo trasladar con la hacienda a otra provincia porque todos están igual o peor que nosotros”, dice.
Por los incendios del año pasado, prácticamente no hay diferencia entre lo que ya se quemó y lo que no. “Todo está en las mismas condiciones porque la calidad del pasto y la oferta forrajera fue casi nula”, indica el productor.
En este contexto, se suma que con la continuidad de la sequía en el INTA informaron que durante enero de 2023 se contabilizaron 641 focos de calor y en lo que va de febrero 234. Según informaron, las áreas quemadas ascendieron a 27.882 hectáreas, en su gran mayoría humedales.
Con este panorama, el productor teme por lo que pueda llegar a venir. “Tengo a mi abuela de 93 años que vive en el campo; siempre me remarca que nunca vio una cosa igual porque, al margen de todas las crisis y los problemas que siempre tuvimos, esta era antes una actividad en la que entrabas al campo, se veía verde, la vaca se preñaba y había evolución, pero ahora no hay una noticia buena”, concluye.
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