Se trata de Curarú, un gran depósito natural de agua dulce de 600 hectáreas ubicada en el partido de Carlos Tejedor que se vio afectado por la falta de lluvias
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Desolador, penoso, yermo, un páramo. Al ver las imágenes, los calificativos no alcanzan para categorizar cómo la sequía devastó diferentes zonas del país. A 1000 metros de Curarú, un pueblo en el partido bonaerense de Carlos Tejedor, está, o mejor dicho estaba, una laguna que, por su cercanía a esa localidad, la llaman con el mismo nombre.
Es que hace dos meses ese gran depósito natural de agua dulce de 600 hectáreas se secó y se esfumó, como pasó con otras tantas que corrieron la misma suerte. De las 391.074 hectáreas que tiene el partido, hay unas 100.000 hectáreas que son (o eran) lagunas permanentes. “La laguna está toda seca, como todo el campo. Vuela el salitre, con decirte que, el día que el viento va para las casas, no se puede andar por afuera”, se lamentan los productores de la zona.
El detrás de escena es aun mucho más doloroso. El interior productivo adolece una de los momentos más angustiantes de los que pueda tener memoria. Porque, además de los escasos milímetros caídos, las altas temperaturas y los vientos el verano pasado generaron una feroz bajante de napas freáticas. Por ejemplo, en este distrito, en la estancia El Guanaco, en la zona Drysdale, en enero 2022 la napa estaba 96 centímetros de profundidad y en diciembre 2022 pasó a 229, con el perfil totalmente seco, sin poder defenderse los cultivos de gruesa, por la falta de precipitaciones.
“En estos momentos, la marca es de 333 centímetros de profundidad, sin posibilidad de darle uso que lleva a un grave problema para las pasturas, los verdeos y para el posible cultivo de fina (trigo/cebada) con deseo de sembrarse”, dijo Dante Garciandía, vicepresidente de la Asociación Rural de Carlos Tejedor a LA NACION.
Para el productor, este grave combo se centra luego en la calidad del agua para consumo animal, que eleva sus contenidos de sales y la hacienda no la quiere tomar, y si la toman produce muerte de muchos animales.
“Es tan grave el problema que muchos productores están comprando agua para llenar sus tanques. Algunos la mezclan con la poca, mala y salitrosa agua que saca su molino; otros directamente no tienen más agua. Hay un hombre de Tejedor que tiene un camión con una cisterna de 25.000 litros y hace viajes a los diferentes campos dos veces al día. Saca agua del pueblo y reparte por pedidos. Pero es un costo extra que los pequeños y medianos productores no pueden soportar; sale $70.000 por viaje. Es mucha plata”, detalló.
En este amargo contexto, hay que agregar que no hay pasto para dar de comer a la hacienda: no hay reservas, no hay silo, no hay picado de maíz ni de sorgo por la mala cosecha y, los rollos están muy caros como para tener libre disponibilidad.
“Se vienen meses de heladas. Por eso los productores chicos, que no tienen espalda para comprar alimento balanceado (por la falta de financiación) para hacer frente a lo que viene, se anticiparon para no seguir agonizando y vendieron mucha hacienda en estos últimos tiempos que, por cierto al estar en mal estado, no le pagan nada”, subrayó.
La situación es muy complicada ahora y hacia adelante, en los próximos cuatro meses, será peor. El productor está muy desanimado y eso se derrama en cada uno de los habitantes de los pueblos. “Esto viene para largo. A los pueblos que viven del campo los parte al medio. Salís a la calle un día normal de la semana y parece un día feriado: no anda nadie. Lo está sufriendo el gomero, el comerciante, el que despacha combustible en la estación de servicio. Es una cadena, donde cuanto más chico es el pueblo, más se nota. Hay días que asusta ver esa realidad”, se quejó.
Por último, Garciandía apuntó contra la clase política. “El Estado tiene al que produce como una fuente de recaudación y es solo socio en las buenas. El campo no se siente apoyado por la clase dirigente que solo se acuerda tres meses antes de las elecciones. Ahora todos son camperos y salen a hablar de los problemas del sector, de que van a bajar las retenciones cuando asuman. Es lamentable lo que está haciendo la política con el campo”, cerró.
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