De visita a la Argentina, Ismail Cakmak, profesor de la Universidad de Sabanci, Estambul, expresó que el uso de micronutrientes que se incorporan para la producción de los cultivos, como el zinc, sirve para reducir las deficiencias nutricionales en humanos
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En el mundo hay dos problemas graves con la nutrición de las personas: hambre crónica, que involucra a todos aquellos que sufren la falta de alimentos adecuados, que suman 800 millones. También existe hambre oculta, que sufren personas que tienen acceso a alimentos, pero que son bajos en el contenido de elementos esenciales (principalmente minerales y vitaminas necesarios para conservar la salud humana). Suman 2000 millones de personas. Ismail Cakmak, profesor de la Universidad de Sabanci, Estambul, consideró este tema y su relación con la nutrición de los suelos y de las plantas en una reunión organizada por Fertilizar Asociación Civil.
El experto destacó que el hambre oculta es un problema muy antiguo de la humanidad, que comenzó a tomar fuerza cuando se detectaron deficiencias de zinc, selenio, hierro y iodo en personas que sufrían problemas de salud, como mal funcionamiento del sistema inmunológico y del cerebro, y trastornos del desarrollo físico.
El primer compromiso que se tomó para hacer frente al problema fue en 1943, en Virginia, Estados Unidos. Luego hubo otras declaraciones de instituciones, pero la situación subsistió sin cambios importantes, manteniendo los 800 millones de personas afectadas –que incluyen mujeres y niños-, lo que Cakmak calificó como “una vergüenza mundial”.
El tiempo fue pasando y más recientemente, en 2015, las Naciones Unidas propusieron objetivos de desarrollo sostenible, entre los que incluyeron la mitigación del hambre oculta y la búsqueda de la buena salud para todos. Pero las cifras siguieron sin bajar. Entonces, hoy subsisten desafíos con el hambre oculta y la salud y bienestar para todos los habitantes del planeta.
Fuerte impacto en la economía
Cakmak propuso “empezar con una nueva forma de pensar y de proceder” para abordar el problema del hambre oculta. Explicó que no es sólo un problema de salud, sino que también tiene implicancias económicas. “El impacto de la deficiencia de micronutrientes equivale aproximadamente al 5%, en promedio, del PBI en los países en desarrollo”, cuantificó. Sucede que hay muchas personas con baja ingesta de microelementos en la dieta porque los alimentos basados en cereales aportan el 75% de las calorías ingeridas en zonas rurales de muchos países en desarrollo. En Europa esa proporción puede caer a 50% como promedio, pero subsiste el problema de que en esos granos hay poca cantidad de los micronutrientes necesarios para la salud humana.
Las deficiencias de microelementos en los granos pueden provenir de niveles bajos en los suelos originales, lo que los torna poco disponibles para las plantas. En otros casos pueden ser la consecuencia del agotamiento de las tierras inducido por el ser humano.
Se sabe, al desarrollar un cultivo se extraen nutrientes de los suelos. Por ejemplo, el maíz se lleva casi 500 gramos por hectárea de zinc elemental con cada cosecha. Estos “efectos humanos” negativos se han medido en los macronutrientes –por ejemplo nitrógeno y fósforo- pero no se han considerado significativamente los micronutrientes, lo que afecta a los rindes y la composición de los granos, y por ende, la salud humana.
“Generalmente los productores se concentran en el rendimiento, sin prestar demasiada atención a la calidad de la producción”, criticó el orador. “Habitualmente, a mayor rinde menor calidad de los granos y de los alimentos procesados. Es decir, los sistemas de cultivo no tienen en cuenta la nutrición humana”, cuestionó. Expresado de otra manera: el agotamiento de los suelos se observa en todas las latitudes y se cumple el hecho de que, a un mayor rendimiento de los cultivos, declina la concentración de zinc, de selenio y de otros micronutrientes, lo mismo que el contenido de proteína.
Como se expuso al comienzo, en los últimos 60 años hubo muchos programas educativos y de capacitación que intentaron solucionar el problema del hambre oculta, pero no lo consiguieron. La causa de este comportamiento, según Cakmak, es que “ninguna política agrícola ni de alimentos incluyó soluciones basadas en la fertilización con micronutrientes”. Los programas de fertilización llevados a cabo se orientaron a los macronutrientes, para aumentar los rindes o las rentas de los agricultores.
“No se ha prestado atención al componente nutricional de los granos para reducir el hambre oculta. Sin los micronutrientes disponibles en el suelo, ¿cómo van a tener éxito las políticas para resolver el hambre oculta?”, se preguntó. “Hay que asegurar un nivel adecuado de microelementos en el suelo; la fuente del problema está en la tierra, que tiene una cantidad baja de estos elementos”, insistió el experto.
Estrategias correctivas
Según Cakmak, las soluciones alternativas a la fertilización de los suelos no son muy efectivas. Un abordaje podría consistir en suministrar suplementos nutricionales a las personas con hambre oculta. Es decir, administrarles comprimidos diarios a los afectados. Por ejemplo, 15mg de zinc por día. Esta alternativa no es muy práctica ni sostenible, sobre todo en zonas alejadas de las ciudades.
Otra posibilidad sería fortificar artificialmente los alimentos con micronutrientes: agregar zinc en el pan, por ejemplo. Esta alternativa comparte las mismas limitaciones que la anterior.
“La real solución para el hambre oculta es que los nutrientes esenciales estén en las plantas antes de ser cosechadas en el campo”, aconsejó el disertante.
Luego enumeró distintas estrategias exitosas para mitigar el hambre oculta empleadas en distintos países. Por ejemplo, en Finlandia había deficiencias importantes de selenio en los suelos -un elemento esencial para reducir los riesgos de cáncer- que se trasladaba a los granos y a los alimentos procesados. Frente a ello, se tomó la decisión de que los fertilizantes con macronutrientes -nitrógeno, fósforo- agregaran 15 gramos de selenio por kilo de abono. A partir de esa composición, el trigo pasó de contener menos de 15mg de selenio por kilo a 150mg/kg. Correlativamente, también aumentó el contenido en la sangre humana.
La dosis recomendada para fertilizar con selenio es baja. Se puede aplicar antes de la siembra y reforzar con aplicaciones foliares en lotes muy deficitarios.
Otro caso que detalló fue lo que sucedió en Anatolia, Turquía, donde varios ensayos muestran diferencias importantes en el rendimiento del trigo entre el testigo y los tratados con zinc porque los suelos de la zona son deficitarios en este microelemento. Ante ello, se diseñó un proyecto de fertilización y se observó una mejora en los rindes y en la composición del grano y en la salud humana, con gran impacto económico y social. Hoy, 600.000 toneladas de fertilizantes N-P-K contienen, además, zinc.
Por otra parte, el proyecto HarvestZinc comenzó en 2008 en 15 países –incluyendo Alemania, México, y Brasil- y las experiencias demostraron que las estrategias de fertilización llegaron a duplicar la concentración de zinc en los granos. Se realizaron aplicaciones a la siembra y foliares con este micronutriente, pero también con selenio, hierro y iodo.
Por otro lado, entre los investigadores había dudas acerca de si la mayor cantidad de micronutrientes contenidos en los granos luego de la fertilización, se mantendría durante su procesado para la fabricación de alimentos. Distintas mediciones demuestran que el contenido de nutrientes esenciales de los granos se mantienen los productos finales -por ejemplo, pan, galletitas- para consumo humano.
“Se puede llevar el zinc de los campos a la mesa, a través de la estrategia de nutrición de cultivos”, graficó el orador, sobre la base de las mediciones efectuadas en 15 países. “Los micronutrientes están biodisponibles en los alimentos y son absorbidos en el intestino humano”, completó.
Conclusiones
En la parte final de su exposición, Cakmak dejó las siguientes ideas para los asistentes:
- Los sistemas de producción actuales de distintos países no son capaces de proporcionar todos los micronutrientes necesarios para la nutrición humana.
- Hay estrategias de fertilización que brindan soluciones para el hambre oculta y deben ser consideradas por los fabricantes y usuarios de los abonos.
- Es necesario integrar lo anterior en programas nacionales para mitigar el hambre oculta, que tiene gran impacto económico en el PBI.
- Debe haber incentivos para que los productores puedan instrumentar estas tecnologías. Por ejemplo, subsidios para quienes quieran llevar adelante estas prácticas.
“La Argentina es muy importante productor mundial de trigo y puede aportar mucho para reducir el hambre oculta con sus exportaciones a países de Sudamérica, África y Asia. Podría ser uno de los primeros países del mundo en ofrecer trigo bioenriquecido con zinc y otros micronutrientes y contribuir a la salud mundial”, desafió.
Ese proceder “podría tener resultados comerciales ventajosos si se contara con un producto Premium -con 45ppm de zinc versus 25 del trigo estándar, por ejemplo- que lo distinguiría del trigo de Canadá o de Australia”, diferenció.
“La fertilización con microelementos es una práctica sencilla y de bajo costo, que genera una oportunidad y una responsabilidad; los gobiernos deberían ofrecer incentivos con políticas específicas para que los productores se decidan, rápidamente, a instrumentar estas prácticas beneficiosas para la humanidad”, concluyó Cakmak.
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