El cultivo de soja se caracteriza por ser muy eficiente en el uso de recursos, y por tener gran habilidad para compensar déficits en su desarrollo, tanto a nivel de órganos vegetativos como a nivel reproductivo. Estos mecanismos de compensación hacen que responda de forma variable u errática a la tecnología aplicada, a diferencia de lo que sucede con otros cultivos como maíz. Por ello muchas veces resulta complejo encontrar o medir diferencias significativas de rendimiento frente a la aplicación de tecnologías.
Para el cultivo de soja la etapa más crítica para la definición del rendimiento abarca los períodos de floración, fructificación y comienzos del llenado de granos incluyendo, aproximadamente, la fase R4-R6. La elección del genotipo y de la fecha de siembra son las prácticas de manejo de mayor impacto sobre las condiciones ambientales que experimenta durante su ciclo de desarrollo, modificando, por ende, el rendimiento y los parámetros de calidad industrial.
Es así como aquellos ambientes con menor riesgo de estrés (con napa y/o año Niño) podrán ser sembrados en fechas tempranas (mediados de octubre) buscando capturar techos de rinde, y aquellos ambientes con mayor riesgo de estrés (sin napa y/o año Niña) podrán ser sembrados en fechas intermedias y tardías (a partir de mediados de noviembre) buscando asegurar un piso de rinde.
Es importante considerar esta variable y ponerla a jugar en función de estar frente a un Año Niño o Niña. Experiencias en el sudeste de Córdoba mostraron que en años de mejor oferta ambiental los máximos rindes se logran en cultivos sembrados tempranos y con grupos de madurez (GM) cortos; mientras que en años de oferta ambiental inferior los topes de rinde se logran en cultivos que retrasan el inicio del período crítico, lo cual se obtiene con fechas de siembras más tardías y GM más largos. En síntesis, diversificar fechas de siembra y grupos de madurez, y ajustarlos a la calidad ambiental, parece una estrategia acertada para bajar riesgos productivos y buscar rindes medios estables, máxime en años Niña.
En Okandu conjugamos la información generada en nuestra red de tecnologías en soja - que ya lleva seis años - con la experiencia productiva real en campos asesorados. En los ensayos de tecnología en soja comparamos diferentes estrategias que incluyen genética contrastante , tres niveles de manejo nutricional y aplicación de fungicidas.
En un extremo tendremos un tratamiento "base", compuesto por genética "vieja", testigo sin fertilizar, y sin aplicación de fungicidas; en el otro extremos, un tratamiento "full" compuesto por genética nueva, fertilización balanceada y aplicación de fungicidas. En seis años de ensayos, podemos afirmar que si comparamos el tratamiento de menor rendimiento con el aquel que lo maximizó, aparecen diferencias en promedio de 948 kg/ha, equivalente al 23% de brecha de rinde. Es decir, que todos los años ponemos en juego ese diferencial de rendimiento a la hora de tomar decisiones de manejo.
En el caso específico de la nutrición, en campos asesorados hemos detectado "ambientes de respuesta" con importantes incrementos productivos en soja de primera y segunda. Así en la campaña 19/20 en esos ambientes las sojas de primera (ya sea con antecesor maíz o cultivo de servicio invernal) se fertilizaron con P + S, mostrando en los campos analizados un promedio de respuesta superior a los 500 kg/ha; con techos de respuesta de 1250 kg/ha por sobre los testigos.
En el caso del uso de fungicidas, al analizar la respuesta promedio en los seis años de ensayos vemos que las respuestas no son significativas entre testigo y aplicado. Sin embargo, existen años donde la presión de enfermedades y las condiciones ambientales permiten la expresión de las enfermedades de fin de ciclo con respuestas productivas muy interesantes.
En síntesis, si bien en seis años de análisis se observa una respuesta media de 47 kg/ha, en el 58% de los casos hubo una respuesta positiva en promedio de +229 kg/ha con respuestas máximas del orden de 600 kg/ha; mientras que el 42% de los casos arrojó resultados negativos con una respuesta promedio de -206 kg/ha. Esto indica la importancia de distinguir correctamente aquellas situaciones de mayor probabilidad de respuesta, y actuar oportunamente.
El autor es director de Okandu SA
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