Lo construyeron entre 1940 y 1945, como un hotel de cinco estrellas, por encargo de una familia alemana
MAR CHIQUITA.- En la mítica localidad de Miramar, aquella porción de tierra que sufrió el desborde de la laguna Mar Chiquita y que hoy intenta recuperar su brillo turístico, aún sobrevive un testigo mudo de las épocas de esplendor de la zona: el Gran Hotel Viena.
Mucho se ha hablado de él, y lo cierto es que, en medio del esplendor y el ocaso que protagonizó, en la actualidad sobreviven entre sus ruinas misterios, belleza, lujos y, por sobre todo, asombro.
El Gran Hotel Viena desapareció en 1980; sus orígenes se relacionan con la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, y muchos relatos afirman que fue construido con capitales nazis.
Mucho se ha dicho sobre los secretos que alberga este edificio con sus "piernas" mojadas por las aguas saladas de la laguna, hoy en gran estado de deterioro.
Sucede que el Gran Hotel Viena había sido inaugurado en 1945 por un matrimonio de origen alemán vinculado al nacionalsocialismo, los Palkhe, que lograron convertir a Miramar en un atractivo centro turístico internacional que ofrecía, desde su laguna, las propiedades curativas del agua y del fango.
En este marco, los testimonios que perduran en el tiempo hablan de una nunca confirmada breve estada de Adolf Hitler en este edificio cuando, allá por 1945, habían llegado al hotel, bajo un hermetismo total, tres vehículos oficiales negros. Previo a eso se había desalojado y licenciado a la totalidad del personal de servicio, lo que alimentó el misterio en torno de este episodio nunca comprobado.
Lo único cierto de esta apasionante historia que rodea al Viena es que en la actualidad queda una imagen fantasmal pero siempre asombrosa de aquel hotel que en la década del 40 vivió su máximo esplendor.
El Gran Viena contaba con todo tipo de lujos y comodidades que distinguían del resto a este establecimiento de 84 habitaciones para los huéspedes y que era un auténtico cinco estrellas... ¡en una localidad de apenas 1600 habitantes!
Curación en la laguna
Corría la temporada veraniega de 1936 cuando recaló en Miramar la familia que integraban el alemán Máximo Palkhe -gerente general de la compañía Manesmann, con asiento en Avellaneda, dedicada a la fabricación de caños de aceros preensamblados-, su esposa, Melita -una austríaca nacida en Viena-, y sus hijos Máximo e Ingrid.
Esta familia contaba con una posición económica muy buena, pero la salud no los acompañaba. Es así que Melita sufría de asma y Máximo (hijo) de soriasis, por lo que llegaron a Miramar atraídos por las propiedades curativas de la laguna Mar Chiquita.
Instalados en la única y modesta pensión del lugar, los Palkhe pasaron toda la temporada realizando tratamientos curativos, de balneoterapia y fangoterapia, observando con sorpresa que la naturaleza ayudaba a la mejora de sus dolencias. Así es que en 1937 regresan a Buenos Aires totalmente recuperados. Es por esto que, en agradecimiento al milagro que les había ocurrido, los Palkhe decidieron invertir en Miramar, y de esta decisión nació el Gran Hotel Viena.
La construcción estuvo a cargo de una empresa alemana. Se hizo en etapas, de 1940 a 1945. Al finalizar su construcción, el hotel contaba con 84 lujosas habitaciones, pabellón termalizado (con médico, enfermera y masajista), biblioteca, sucursal bancaria, salón comedor para 200 comensales, vajilla de loza inglesa, copas de cristal, cubiertos de plata, lujosas salas con pisos de granito, paredes forradas de mármol de Carrara y arañas de bronce con estalactitas de cristal.
El Viena era el único hotel del lugar que poseía aire acondicionado central y sistema de calefacción en todas las instalaciones. Además, contaba con dos enormes salas dedicadas a la fabricación de alimentos, fábrica de hielos, criadero de cerdos y aves de corral y que tenía su propio lugar de faena.
Había una bodega de 10.000 botellas de vino, panadería propia y un depósito de conservas para alimentar a 100 personas durante un mes.
Como si esto fuera poco, en las cocheras se disponía de surtidores de combustible para uso exclusivo de los pasajeros y el hotel tenía su propia usina generadora de luz eléctrica.
En el frente del edificio se hallaba una gran pileta dividida en dos, una parte de agua dulce y la otra de agua salada.
Si algún huésped quería ir a la laguna, el hotel le proveía gorro, zapatos y el ejemplar del día de LA NACION. La laguna se ubicaba a unos 80 metros del hotel.
Para manejar el hotel, la familia Palkhe necesitaba que su personal manejara fluidamente el alemán; es por esto que para ello contrataba a una empresa especializada en personal de Buenos Aires.
La construcción del imponente hotel culminó en diciembre de 1945. Un tiempo después, en marzo de 1946, la familia Palkhe decidió cerrar el hotel y trasladarse a Buenos Aires.
Aunque no se conocen las causas de la partida de los Palkhe, este hecho coincide misteriosamente con el final de la Segunda Guerra Mundial y la expropiación de bienes de alemanes en la Argentina.
Aunque los alemanes se fueron, el Gran Hotel Viena continuó funcionando hasta 1980, en manos de distintos propietarios. Y desde entonces se intentaron varios emprendimientos locales para reactivarlo, pero nada funcionó.
Luego, en 1985, se cayeron las paredes por acción de las aguas, dejando sólo los rastros de una breve época de esplendor.
Fallecidos los Palkhe, se sabe que hay un heredero, pero que éste no reclamó el inmueble que, por herencia, le corresponde.
En la actualidad, el Club de Amigos del Gran Hotel Viena está trabajando en su reconstrucción y se efectúan visitas guiadas de gran atracción para los participantes. Lo que queda de este hotel es casi fantasmal, pero también irradia magia, misterio. Ese conjunto impone, aun destruido, inefable belleza, asombro y respeto.
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