El girasol suele ser un cultivo adaptado a condiciones difíciles de producción gracias al crecimiento profundo y veloz de sus raíces que le dan gran capacidad para desarrollarse en ambientes con riesgos hídricos, aunque también esta habilidad le permite explorar altos rendimientos cuando abunda el agua en los suelos y las condiciones climáticas son favorables.
Al comparar la demanda de nutrientes entre girasol y maíz vemos, hasta floración, similitudes entre ambos cultivos. El girasol, hasta que particiona los recursos que destinará a la formación de granos, requiere de una balanceada nutrición. Es porque para desarrollar un sistema de raíces profundo y fuerte y sostener hojas verdes como "pantallas solares" que capturan energía y la transforman en rendimiento, como todas las plantas, necesita incorporar nutrientes en cantidades y momentos específicos.
En términos de fertilizantes, y sólo considerando las necesidades de nitrógeno y de fósforo, para producir dos toneladas de granos consume en promedio unos 160 kg de urea y 50 kg de superfosfato triple. Sabemos que en gran parte del área agrícola argentina la cantidad de fósforo en los suelos limita la normal producción de los cultivos, entre estos el girasol.
Cuando los resultados del análisis de suelos así lo indican o al sembrar en condiciones de lenta implantación ( por ejemplo en suelos fríos) es recomendable sembrar aplicando un fertilizante con fósforo próximo a las raíces. Esta práctica mejora las condiciones de crecimiento de las raíces y aumenta así la eficiencia uso del agua y otros recursos.
La provisión de nitrógeno también es insuficiente en la mayoría de los suelos bajo cultivos. Predecir esta limitación es más compleja y requiere integrar indicadores de suelo, de manejo y propios del cultivo. En general, al detectar su restricción y con recomendaciones próximas a 40 kilogramos por hectárea de nitrógeno, se espera mejorar en unos siete kilogramos de granos por kilogramo del nutriente aplicado.
Los mayores retornos se logran en lotes profundos, arenosos, con adecuada oferta de agua durante el crecimiento y en cultivos sin otras limitaciones para su desarrollo. Cuando los suelos son de texturas gruesas con niveles medios de materia orgánica y en sitios de alta producción hay posibles deficiencias de boro.
La respuesta al agregado de este microelementos, principalmente por vía foliar próximo a la floración, es más consistente en años con baja provisión de agua durante la floración e inicio del llenado de los granos.
La integración de estos criterios para la nutrición eficiente del girasol repercute en mejores rendimientos. En esta campaña 2019/20 en los módulos de estrategias de manejo de la fertilización en el partido bonaerense de 25 de Mayo coordinado por Fertilizar AC y bajo la conducción del Ing. Luis Ventimiglia del INTA mostraron las siguientes as diferencias:
Sobre el control sin fertilizar (3272 kg/ha) la práctica frecuente de fertilización (dosis de 10 kg/ha de fósforo) alcanzó unos 3731 kg/ha. Esta respuesta fue unos 250 kg/ha mayor cuando se aplicaron unos 40 kg/ha de nitrógeno y el aporte de fósforo llegó a los 15 kg/ha.
En la provincia de La Pampa, y también en esta campaña, en promedio para materiales convencionales y confiteros, se registraron respuestas del 6% sobre el control al fertilizar con fósforo y casi 3% adicionales al complementar con boro.
Al diseñar las estrategias de fertilización recordemos integrar información del sitio de producción y del manejo previsto del cultivo para no limitar su crecimiento de base. Acompañar el crecimiento del girasol desde su implantación con aportes estratégicos de nutrientes consolidan su adaptación a condiciones difíciles y le permiten explorar alta productividad con rentabilidad.
Docente de la Universidad Nacional de La Pampa
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