El cofundador de Don Mario se sumó a la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria (ANAV)
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Desde el jueves pasado, uno de los 40 sitiales de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria (ANAV) es ocupado por el ingeniero agrónomo Gerardo Bartolomé, cofundador de Don Mario. “Es un caso que se distingue por demás de cualquier otro que podamos pensar en la historia de la Academia”, aseguró el académico Martín Oesterheld, que realizó la presentación del nuevo integrante de la institución.
“Aquí estamos acostumbrados a que el que ingresa sea alguien que hizo contribuciones en el área de la ciencia, condujo organizaciones o incluso, Ministerios o facultades. Es muy raro que sea alguien que hizo innovación tecnológica al tiempo que estaba creando la empresa que creó”, continuó al referirse al nuevo Académico de Número durante la ceremonia de incorporación en la sede de la entidad y que fue abierta por el presidente de la Academia, Dr. Jorge O. Errecalde.
“Quiero agradecer a la academia por la incorporación. Me llena de orgullo y me es una satisfacción muy grande, más yo que no soy del área académica, ni de investigación, sino que soy más del área agronómica, empresarial”, expresó Bartolomé que en una profunda emoción, con la voz quebrada, también le agradeció, uno por uno, a quienes lo acompañaron en todo su recorrido.
El nuevo académico ocupa el lugar que pertenecía al ingeniero agrónomo Antonio Calvelo. “Él también fue más empresario que científico académico, con lo cual siento una gran satisfacción de estar ocupando el lugar”, expresó Bartolomé.
“Marcela no te pongas celosa”, le dijo el empresario, en tono de broma a su esposa, al iniciar su disertación en la que comenzó hablando sobre su “enamoramiento con el cultivo de la soja”. En rigor, la temática que eligió para la tradicional exposición que hacen los nuevos académicos de número fue “La evolución del germoplasma de soja en Sudamérica en los últimos 40 años” y, de cierta forma, detrás de esos años transcurridos también se entrelazó su propia historia.
Ese vinculo quedó evidenciado en el repaso de la historia de Bartolomé que hizo Oesterheld. El académico contó que el empresario, en 1980, se graduó de ingeniero agrónomo en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y, “muy poco tiempo después” fundó, con un socio, Asociados Don Mario, luego Don Mario y más recientemente GDM.
“Lo que ha distinguido a esa empresa es el pensar sobre todo en la calidad del producto, en la necesidad de los clientes y concentrarse en torno a una innovación de la agronomía, que para los agrónomos es la más atractiva: que es la del mejoramiento genético vegetal”, indicó.
Remarcó que a ese resultado llegó “empezando muy de abajo” con un lote de 50 hectáreas prestado y “poco a poco fue consolidando la empresa que existe hoy”.
Reconoció de Bartolomé su “capacidad de visión del ambiente económico de lo que los productores podían necesitar y el enamoramiento con un cultivo en particular: la soja”.
“Fue así que entre los años ochenta y noventa se consolidó la innovación que fue cambiar el tipo de genotipo que se sembraba aquí en la Argentina. A veces lo hizo en contra de lo que decían los expertos y, al mismo tiempo, supo aprovechar cuestiones del entorno que se dieron en combinación como la mayoría de las innovaciones de las cuales la humanidad se nutre”, agregó.
Además, destacó que el nuevo académico siempre se preocupó por establecer contacto con el ambiente académico de las universidades. “Primó la búsqueda de objetivos científicos para la empresa, pero también para los investigadores y la formación de recursos humanos, que tiene un valor incalculable”, comentó.
“Es una gran historia que nos permite ver todo lo que hay detrás de la innovación, que implica transformar inventos, investigaciones o conocimiento en bienes asequibles que solucionan problemas de las personas y creo que, si uno mira la historia de Don Mario, está clarísimo que ese ha sido el caso. Se ha beneficiado a los productores y a la humanidad porque se producen más alimentos”, sostuvo.
“La innovación suele ser resistida por gente que tiene miedo o tiene intereses y se refugia en un principio precautorio; hay que tener mucha valentía para ir hacia donde la gente dice que uno puede estar equivocado”, indicó Oesterheld, y agregó: “Por eso este caso es especialmente valioso cuando se tiene en cuenta que es un caso que ocurrió desde el año 1980 hasta el 2022 con un contexto cambiante, siempre impredecible y de competencia entre empresas”
Para cerrar la ceremonia, el presidente de ANAV tomó el micrófono y, mirando a Bartolomé, le dijo: “La academia no es la universidad, ni el INTA o INTI, tampoco una empresa, una sociedad, ni un ministerio. La academia es todo eso. Personas como Gerardo nos vienen muy bien porque no es un investigador, ni un docente, desarrollador o tecnólogo. Es un montón de cosas. Por eso es una alegría tenerte entre nosotros”.
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