Los libros de fotografía antigua argentina no son frecuentes en nuestras librerías. Frutos de una imprescindible familiaridad con archivos fotográficos no siempre accesibles, pagan tributo por ello con su escasez. De allí que los reconocidos libros publicados regularmente por Ediciones de la Antorcha, que continúa la serie iniciada por la Fundación Antorchas hace más de veinte años, representen una saludable y siempre grata singularidad. Por una parte, rescatan obras y autores poco conocidos o desconocidos por el gran público, y por otra se ocupan sobre todo de fotos documentales con valor patrimonial para nuestra cultura.
Ediciones de la Antorcha acaba de publicar un libro dedicado a la obra de Gaston Bourquin, fotógrafo y editor, titulado "De Tierra del Fuego a Misiones. Fotografías de Gaston Bourquin. 1913-1950", bajo la prolija edición editorial de José X. Martini. Junto con Federico Kohlmann, con quien estuvo asociado durante un tiempo, Bourquin fue el más importante autor fotográfico y editor de postales de la primera mitad del siglo pasado en la Argentina.
Esta es una publicación oportuna y relevante, porque rescata la obra de uno de los grandes fotógrafos de la primera mitad del siglo XX. Como editor independiente de postales, libros y folletos fotográficos, Bourquin contribuyó con la difusión de nuestro país a través de las imágenes. Su ojo fotográfico, aplicado tanto a las vistas urbanas, los paisajes naturales, las costumbres y trabajos de hombres y mujeres de todo el país, fue siempre excelente, como da cuenta este libro de reciente aparición.
Gaston Bourquin era suizo. Nació en 1890 en Villeret, cantón de Berna, y pocos años después se trasladó con su familia a Ginebra, donde estudió fotografía en un colegio cantonal. En 1913 vino a la Argentina contratado por un compatriota, Juan Pi, que tenía su estudio instalado desde principios de siglo en San Rafael, Mendoza. A poco de llegar, ambos fotógrafos se separaron y Bourquin se trasladó a Buenos Aires, donde empezó su carrera de modo independiente.
Su integración a nuestro medio fue rápida, y el reconocimiento a su trabajo también. Desde el comienzo se dedicó a la fotografía comercial y nunca hizo retratos de estudio. En 1915 participó con sus obras en la Exposición Universal de San Francisco, EE.UU. Dedicado principalmente al negocio de las postales recorrió el país documentando paisajes, sitios históricos, monumentos, costumbres y tipos característicos. En 1921 publicó un almanaque ilustrado con 126 fotos de todo el territorio comentadas con textos de escritores importantes, que agregó contenido cultural a su trabajo y fue elogiado por intelectuales como Paul Groussac y Leopoldo Lugones. Poco después sus fotos fueron premiadas con medalla de oro en la Exposición Internacional de Río de Janeiro de 1922, donde además fue fotógrafo oficial de nuestra representación.
A su muerte, en 1950, su archivo de negativos y diapositivas tenía más de cuatro mil piezas y un número similar de postales publicadas durante su carrera. Años después su viuda, Esther Sameh, lo vendió a la Municipalidad de Buenos Aires, en cuyos depósitos sufrió pérdidas considerables y durmió durante años, hasta que el arquitecto José María Peña lo incorporó al Museo de la Ciudad, donde se encuentra.
Allí acudieron, comisionados por el Instituto Tarea de la Universidad Nacional de San Martin, Luis Priamo y Verónica Tell, dos de nuestros más destacados especialistas en fotografía antigua. Fruto de su trabajo es la publicación del libro con la obra de Gaston Bourquin. Un rescate necesario y merecido.
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