Productores de las zonas de Machagai, Quitilipi, Villa Berthet y Sáenz Peña, entre otras, montan patrullajes nocturnos para vigilar sus campos
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Sin tregua, el cuatrerismo organizado en la provincia del Chaco se ha convertido en un flagelo permanente. Machagai, Quitilipi, Villa Berthet y Sáenz Peña, entre otras zonas, se transformaron en “una zona caliente por la pasividad e inacción de un Estado ausente”, remarcaron los ganaderos.
Desde principios de enero, sobre la ruta nacional 16 se robaron y faenaron más de 50 animales en un perímetro de 20 kilómetros a la redonda; algunos pudieron recuperarse. Los productores advirtieron que detrás de esto hay una banda organizada que, luego de faenar o robar clandestinamente, venden a las carnicerías de los pueblos de alrededores.
Son pocos los que se animan a realizar denuncias en la policía por miedo a las represalias por parte de los cuatreros, por ejemplo que corten sus alambrados. Algunos incluso prefirieron mantener su anonimato con la prensa. La mayoría son pequeños y medianos productores que tienen entre 50 y 150 hectáreas, donde la pérdida de tan solo un animal significa mucho.
“Esta muy complicada la cosa. Es una mafia que está consolidada acá. Por las noches se mueven autos y motos y nadie hace nada. No existen los controles en los accesos a los pueblos”, dijeron.
El sábado por la madrugada, al productor Carlos Gullar, que trabaja con su padre haciendo ganadería en un campo en Napalpí, cerca de Machagai, le entraron al campo y le mataron seis terneros. Al atardecer de ese sábado y como todos los días (como el 90% de los ganaderos de la zona), encerró su hacienda para evitar que los malvivientes la encuentren cerca de la ruta y de los caminos vecinales y regresó a su casa. Cerca de medianoche recibió una llamada de un vecino para avisarle que había hecho la recorrida habitual y había visto todo normal en su campo, que alumbró los alambrados los vio en perfecto estado. No se quedó tranquilo y decidió volver con un amigo a eso de las dos de la mañana para verificar que todo estuviera bajo control. No descubrió nada extraño.
Sin embargo, a la mañana siguiente, cuando llegó a la tranquera del campo vio el candado “reventado” y las huellas de un vehículo: se imaginó lo peor. “Y así fue, encontré faenados seis animales, todos en el mismo lugar. Seguramente, los ladrones se asustaron cuando vieron al vecino alumbrando y a la policía rural que andaba vigilando y se escaparon, dejando tirada en el suelo toda la carne”, dijo a LA NACION.
“No es manera de producir ni de vivir. No es vida lo que hacemos, porque además de preocuparnos en mejorar nuestra producción, debemos ocuparnos de que no nos roben. Entre las labores del campo y las recorridas nocturnas que hacemos, casi no dormimos”, añadió.
La rutina de Gullar es la que llevan casi todos los ganaderos de la zona, que montan vigilancias mancomunadas y continuas durante la noche para evitar que le faenen y les roben sus animales. Tiene 40 años, vive en Quitilipi y su campo está a unos 10 kilómetros del pueblo. Su padre lo heredó de sus abuelos inmigrantes italianos: “Todos los días, el encerrar con boyeros eléctricos, el ir y venir con la hacienda, a la larga funde el campo. No es fácil, pero es la única manera de resguardar lo poco que hay. Si no hago ese patrullaje, no sé con qué me voy a encontrar al otro día”.
Otro caso de similares características ocurrió el miércoles pasado por la noche, cuando a otro vecino le carnearon cinco animales. El peón que andaba recorriendo vio algo raro cerca del alambrado perimetral sobre la ruta y cuando se acercó, una camioneta encendió su motor y, con varios ocupantes a bordo, se escapó, dejando también toda la carne colgada sobre el alambrado.
Gullar describió que si bien la policía rural anda y acompaña, es poco lo que puede hacer. “Le falta recursos humanos y de equipamiento para recorrer una amplia zona”, dice.
Para Daniel Fontana, presidente de la Federación Chaqueña de Asociaciones Rurales (Fechasoru), es muy preocupante el panorama que existe hoy es esa región provincial , que “se desmadró en los últimos días con la liberación de un preso que estaba acusado de liderar una banda dedicada al robo de ganado”.
“Son asociaciones ilícitas, donde varias células aportan a una misma causa, mientras el Estado hace la vista gorda y no controla. Esa carne faenada de manera ilegal se vende en las periferias de los pueblos. Todo queda en promesas y el Estado, sobre todo las municipalidades, no toman el toro por astas”, indicó.
Advirtió que la carne que no pasa por los controles sanitarios representa un riesgo para la salud de los consumidores. “Esa carne llega al mostrador de una carnicería y la gente que la compra no conoce de dónde proviene y si está apta para el consumo humano. No tienen los controles bromatológicos”, sostuvo.
Según dijo Fontana, Fechasoru está gestionando para que se asignen de manera urgente más recursos a la policía rural y que se pongan en marcha en cada jurisdicción fiscalías temáticas rurales para hacer frente al delito en los campos, como declara una ley provincial del 2012.
Debido a la gravedad de la situación, hoy a la tarde habrá una reunión entre productores, policía y funcionarios en la Sociedad Rural de Machagai para evaluar las acciones por seguir.
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