Se deben tener en cuenta la conformación, la funcionalidad y la información genética
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Los precios ganaderos están altos comparados con el promedio histórico. Este factor está determinando que muchos empresarios agropecuarios estén pensando en dar más lugar a la actividad pecuaria, reteniendo terneras para entorar o comprando vaquillonas preñadas para acelerar el proceso.
En ambos casos hay que volcarse a animales de alto potencial de producción, una característica que se puede predecir considerando los aspectos visuales y los antecedentes genéticos de cada animal. Estos son los pilares básicos para acertar en las decisiones.
Biotipos adaptados a la empresa
En el caso de retener terneras de propia producción, hay que tener en cuenta que no hay un biotipo ideal para todos los campos de la Argentina; hay que buscar uno acorde al sistema productivo de cada empresa considerando las vacas que ya se tienen y con el objetivo de mejora en función de lo que demanda el mercado, combinado con lo que la empresa quiere vender. Por ejemplo: si el producto final de un campo son novillitos para consumo liviano no se pueden utilizar vientres de 750 kilos de peso adulto.
Una vez definido el biotipo que se va a adoptar, en la selección hay que revisar muchos aspectos estructurales. Entre estos, los más importantes son la conformación de la columna, de la cadera y de las extremidades, todos aspectos que influyen sobre la funcionalidad del futuro vientre. Ese animal deberá tener partos en forma consecutiva durante 8-10 años según zonas, y no puede tener defectos en elementos estructurales que afecten su longevidad.
La línea dorsal debe ser recta desde el cuello hasta el comienzo de la encoladura, para evitar el “lomo sillón”. También hay que revisar aplomos y garrones, y ver cómo se desplaza la vaquillona sin que choquen el tren delantero con el trasero ni las pezuñas entre si.
Asimismo, es importante analizar su aptitud materna, representada por el sistema mamario. La ubre debe tener formas redondeadas homogéneas, formando cuatro cuartos iguales y ser visible entre las patas, vista desde atrás. Los pezones no deben tener desvíos hacia afuera o hacia adentro que dificulten el acceso del ternero recién nacido.
Por otro lado, es necesario que las vaquillonas mantengan las características de cada raza. Por ejemplo, los ejemplares de Angus colorado no pueden desviarse hacia tonalidades bayas, oscuras ni gateadas, o con manchas blancas fuera de las regiones permitidas. La conformación de la cabeza debe ser triangular desde las orejas hacia el hocico, con morro corto.
Años atrás, no se prestaba mucha atención al temperamento del animal, pero ese carácter está siendo revisado últimamente buscando docilidad, para trabajar sin lastimaduras en la manga y corrales. Además, se detectó que los animales de más temperamento son malos convertidores de alimento en carne y engordan menos que los tranquilos. Este carácter tiene heredabilidad mediana y se puede evaluar con las pruebas de progenie; es decir, que seleccionar sobre esta característica da resultados en el mediano plazo.
Información genética
Cuando un productor decide comprar terneras o vaquillonas preñadas, puede apoyarse en otras herramientas complementarias, aparte de la apreciación visual. Las más utilizadas son las pruebas de progenie y genómicas de los padres. Proporcionan información objetiva, con datos propios de cada animal, de sus antecesores y de sus crías.
Las Diferencias Esperadas entre Progenies (DEP) permiten conocer lo que no se puede apreciar visualmente, como facilidad de parto, ritmo de crecimiento o eficiencia de conversión de alimento en carne. También posibilitan estimar el potencial carnicero, a través del área del ojo del bife, con el que se puede estimar el volumen de carne que va tener la media res. Asimismo, dan información sobre el marmoreo de la carne y el espesor de la grasa de cobertura.
En sistemas pastoriles de producción estacional, tener suficiente grasa de cobertura permite mantenerse mejor en el invierno, cuando la vaquillona debe parir y volver a preñarse rápidamente. Finalmente, los DEP también permiten conocer cuál va ser el tamaño y peso adulto de las vaquillonas hijas de un toro determinado, característica clave para orientar el tamaño y requerimientos de un rodeo.
Por otro lado, las pruebas genómicas permiten conocer anticipadamente cómo se va a comportar la descendencia de un reproductor con gran precisión y confiabilidad. Con esta herramienta no hay que esperar que nazcan las crías para conocer su facilidad de parto, por ejemplo.
La selección en la práctica
Más allá de estas recomendaciones generales, caben otras para situaciones particulares. Para el criador que busca aumentar su rodeo reteniendo hembras se aconseja:
- Quedarse con las terneras “cabeza” de parición, lo que es sinónimo de seleccionar por fertilidad y rusticidad para acercarse, lo mas posible, al ideal del 100% de preñez.
- En el corral, una vez desarrolladas, hay que hacer una selección fenotípica eliminando las hembras “patonas”, fuera de tipo, de muy poco desarrollo y de mal temperamento, para acercarse a mayor uniformidad en la próxima generación.
Para quienes compran vaquillonas en remates de cabañas o en ventas particulares sería conveniente:
- Elegir vaquillonas de características acordes al sistema de producción de la empresa.
- Son deseables animales que puedan entrar con tiempo al próximo entore estacionado como cabeza de servicio/parición, para poder dar un ternero por vaca por año durante el resto de su vida. Vaquillonas que paren muchos terneros en el primer mes generan una ventaja de 60 días a los de “cola”; eso son 20-30 kilos más al destete como mínimo. Hay que buscar vaquillonas que logren parir el 50% o más de los terneros en el primer mes, en vez de 33, 33 y 33% en tres meses. Así se puede acortar el servicio estacionado a 75 días, con menos requerimientos del personal para asistir la parición.
- Pedir el pedigrí del padre y del abuelo materno al vendedor de las vaquillonas.
Pensar el sistema
La calidad genética de los animales por incorporar al rodeo es muy importante, pero debe ser complementada con muy buena sanidad para alcanzar la mayor eficiencia de producción y disminuir la mortandad.
Por otro lado, hay que entender que la genética de alta producción, con gran capacidad de convertir kilos de materia seca en kilos de carne, no funciona bien en un sistema con baja calidad forrajera. En esos ambientes había que utilizar animales de tamaño moderado y bajos requerimientos.
Por último, hay que considerar que la cría es un eslabón dentro de la cadena de la carne; el responsable de la actividad debe trabajar con animales que se adapten a las demandas del consumidor, transmitidas a través de los requerimientos de los frigoríficos y de los engordadores. Hoy estas fuerzas son más importantes que las preferencias personales o que la inercia de lo que se vino haciendo en el campo durante muchos años.
El autor es gerente de Carnes de Select-Debernardi
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