Las precipitaciones permitieron retomar la campaña de siembra de pasturas y favorecen el repunte estacional de los campos naturales para entrar bien pertrechados al invierno
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
Las lluvias del fin de semana pasado volvieron a dar ánimo a los ganaderos de distintas zonas del país. Venían muy golpeados, con los campos naturales y las pasturas estresadas y con cero crecimiento desde principios de año, salvo las pocas alfalfas que se mantenían prendidas a la napa. Con ese hándicap, los sistemas pastoriles de engorde habían quedado descolocados, con un derrumbe del engorde diario y con riesgo de alargamiento del ciclo productivo. Las empresas de cría se estaban viendo obligadas a pensar en liquidar la “cabeza” de los terneros antes de lo planificado.
Las precipitaciones permitieron retomar la campaña de siembra de pasturas de 2024, luego de varios años en que debió postergarse por la seca. Además, posibilitan la recuperación estacional de los campos naturales para entrar bien pertrechados al invierno.
En los tambos, el empujón hídrico permite avanzar con el ensilado de maíz, una pieza imprescindible en la dieta de las lecheras. En tanto, el próximo rebrote de los pastoreos anima a los compradores de invernada, que mantiene un spread del 25-30% según zonas sobre los valores del gordo que, a su vez, sigue firme por oferta escasa y por el efecto heladera vacía tras las vacaciones.
Las vacas valen
Mientras tanto, en los remates se paga muy bien por las vacas gordas. Son corrientes valores de 1100 a 1200 pesos por kilo, versus $1700/1800 del novillo especial, una diferencia mucho menor al promedio histórico. Además, las cotizaciones de las vacas mostraron un aumento ininterrumpido en los últimos meses.
Analistas del mercado encuentran la explicación en que una parte de esa faena va al consumo interno de los barrios de menor poder adquisitivo, en los que los consumidores se resisten a abandonar el producto emblemático del fin de semana, aunque resignen algo de su calidad.
Los números avalan esta conducta: el consumo por habitante no perforó los 48-50 kilos de carne vacuna ni siquiera en los peores momentos de la economía argentina. Otra parte es demandada por la exportación, más libre de restricciones para operar.
Mientras, la hacienda de cría todavía está retrasada respecto del precio del gordo y del ternero. Una vaquillona preñada se vende a $700.000/800.000 según calidad. Los operadores esperan una recuperación de valores hacia adelante, porque muchos productores querrán reponer las hembras que debieron ser liquidadas por la falta de campo que provocó la seca del último trienio.
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