Desde hace unos días, funcionarios del Gobierno dicen que la salida del cierre de exportaciones será levantando parcialmente las restricciones y que simultáneamente se anunciará un plan para aumentar la producción de carne. Si se diera ese escenario que prometen, caben las siguientes reflexiones.
Los planes pensados para la ganadería deben tener naturalmente una mirada de largo plazo y la capacidad de trascender a distintas ideologías de gobierno. Los objetivos propuestos deberán ser plurales y compartidos por todas las partes.
Sin embargo, la anterior es una condición necesaria pero no suficiente. También hace falta confianza. La relación público-privada llega muy diezmada al potencial anuncio de un nuevo plan ganadero que no entusiasma. La confianza está en su punto más bajo y las decisiones políticas del pasado y del presente se retroalimentan en contra de las expectativas necesarias para decidir hoy por los próximos años.
Lo que se sabe hasta ahora del supuesto plan ganadero no contempla estos requisitos. Por un lado, se anuncia que se quiere crecer en producción, para lo cual los ganaderos deberían tomar decisiones de largo plazo, y por otro, se adelanta que se van a cuotificar las exportaciones y que la comercialización y los precios de la carne van a estar en revisión constante. Las medidas son opuestas y neutralizan resultados; solo se beneficia la burocracia, como en otros tantos planes ganaderos. Vamos a perder tiempo y plata.
Impacto
Un plan ganadero exitoso no se crea en una oficina de gobierno; es el fruto del trabajo coordinado de todos los actores de la cadena, que aportan su conocimiento y experiencia. Y exige recursos, logística, incentivos y responsables de llevarlo a cabo, más allá de establecer un objetivo rimbombante de supuesto aumento de producción.
Tomando distancia de la coyuntura, se puede afirmar que el mejor plan para aumentar la producción de carne sería el que genere expectativas de inversión positivas en los ganaderos. Entendiendo que invertir significa resignar beneficio presente (para todas y cada una de las partes) en pos de un futuro mejor.
Como punto de partida se necesita rentabilidad y previsibilidad, es decir ausencia de cambios bruscos en las reglas de juego. Que se desarrolle un círculo virtuoso por el cual el ganadero observe el escenario de precios y decida hacer una inversión en hacienda vacuna porque avizora un buen negocio, una actividad que vale la pena desarrollar, en la que conviene apostar hoy para tener un ingreso mañana. Las condiciones parecen muy básicas, pero hasta aquí no han llegado a cubrirse.
"Por un lado, se anuncia que se quiere crecer en producción, para lo cual los ganaderos deberían tomar decisiones de largo plazo, y por otro, se adelanta que se van a cuotificar las exportaciones"
Por otro lado, un plan ganadero, si requiere la supervisión o intervención del Estado, debería tener la precaución de no ser distorsiva y no alterar el normal funcionamiento que ya tiene el mercado de ganados y carnes, que es fluido y con miles de operadores.
Un buen plan sería el que no comprometa la rentabilidad de los eslabones de la cadena, con una dinámica exportadora que se considere complementaria y no competidora del consumo interno y que destierre viejos mitos ganaderos que hoy ya no están vigentes. Un mejor plan debería integrar a la sociedad y articular el trinomio empresa-sociedad-Estado en búsqueda de una competitividad genuina para el sector de ganados y carnes.
El autor es analista de ganados y carnes de Az Group
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